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sábado, 6 de enero de 2024

Arribando a Kuwait

          ¿Resulta posible estar solo dos días en una parte amplia del desierto de Oriente Medio, pasar verdadero frío y asfixiante calor y ver llover a cántaros? Por supuesto, que si, pero no adelantemos acontecimientos 

          Llegamos a Kuwait a las 5:30 de la tarde del día 24 de octubre. Habíamos explorado la posibilidad de alojamiento para ese día, pero los menos caros resultaban difíciles de localizar, y más, siendo ya de noche. Habíamos planeado, como alternativa, no salir de la zona de tránsito. Tuvimos suerte, porque en la mayoría de los aeropuertos no te lo permiten, salvo que lleves las tarjetas de embarque para otro vuelo. Nos colocamos en unas incómodas tumbonas de madera maciza y dormimos a trompicones hasta las dos de la madrugada. Tuvimos, que hacerlo con el jersey puesto y tiritando, porque el aire acondicionado de este aeródromo escupe hielo gaseoso, sin pausa 

          A las dos y media estábamos gestionando la visa, después de tener 15 personas delante, aunque sin mucha espera. No debes hacer nada más, que pagar los tres dinares requeridos, porque el papeleo lo gestionan ellos. Puedes abonarlo con tarjeta de crédito, al contrario de lo que se asegura en la mayoría de sitios de internet, que creo, irresponsablemente, viven de oídas y de invenciones en busca de visitas e ingresos publicitarios.

          Lo primero, que nos sorprendió fue, que aunque vacías, todas las tiendas, bares y restaurantes abren las 24 horas. Al tener el aeropuerto poca luminosidad exterior, sino miras el reloj te ocurre lo mismo que en Las Vegas: total desubicación horaria.

          Lo segundo fue, que no haya sillas. Solamente, un pequeño y mullido asiento circular, que nunca supimos a quien pertenece y que puede dar comodidad medio tumbada a no más de cinco personas.

          Lo tercero fue, que no había nadie durmiendo por ninguna parte. Y por último - cosa que nos hizo entender las realidades anteriores -, que el personal del aeropuerto tenía especial interés, en que nos largáramos de la terminal cuanto antes y no lo hicieran con disimulo alguno. El contraste entre el gélido ambiente, en todos los sentidos, del interior y el asfixiante calor húmedo del exterior, casi nos deja en el sitio, antes de comenzar las visitas.

          Por cierto: a la entrada nos pasaron el equipaje por el scanner, pero no prestaron mucha atención al interior de nuestras mochilas de mano, a pesar de llevar alcohol, que supuestamente, está prohibido y penado en el país.

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