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viernes, 23 de febrero de 2024

Mucho esfuerzo en nuestro regreso a Calcuta, diez años después.

          Llegamos a un kilómetro de Calcuta Sealdah con media hora de adelanto, pero no sabemos por qué, el tren estuvo dejando pasar a otros convoyes, hasta que arribamos con cinco minutos de retardo. Todo bien y más para lo que nos iba a esperar.

          Eran cerca de las siete de la mañana, pero esta terminal es un perfecto caos. Tratamos de buscarnos la vida andando, para llegar al centro, como habíamos planificado, pero no tardamos mucho en desitir porque el riesgo de que te pase algo es muy alto. Nos dimos cuenta, algo que desconocíamos, que hasta aquí llega el metro, pero que casualidad y sin conocer el motivo, está cerrado hoy y mañana. Tratamos de reservar, los próximos billetes del viaje, pero la oficina en cuestión, que supuestamente abre las 24 horas estaba cerrada.

          Entre el apocalipsis y el alboroto descomunal, después de cruzar varias explanadas y calles, llegamos hasta un vetusto autobús que al fin y tras mucho sufrimiento y enlatamiento matutino, nos dejó en la zona de Park Street, increíblemente, sin daño alguno.

          Ahora empezaba el padecimiento de los alojamientos. En dos de cada tres no nos cogían y donde lo hacían son extremadamente caros para nuestros precios de costumbre. Primero, fuimos al 'beach (léase bich) os" resort. Ese, que había sido nuestra guarida durante una semana de 2011 y dos de 2014. Y digo bien guarida: el olor a chapati quemados, la oscuridad y los múltiples bichos de la cama, nos acompañaron durante ese tiempo y ni siquiera fuimos capaces de encontrar algo mejor y ahora, la desagradecida de la dueña que se cae de vieja, que ha cambiado las puertas de las habitaciones -y parece ser que los colchones infectos-, nos ha dicho, que "no rooms".

          Hemos estado buscando, durante una hora y media infinita por más de veinticinco hoteles mediocres, entre la tortura del tráfico. En ninguno bajaban de 1200 rupias, precio que nunca hemos pagado, en India, por una alcoba. Y además te toman por gilipollas. Si le pides el precio para tres noches o para cien, te lo recalcula a la misma tarifa inicial pensando, que no sabes multiplicar. No entienden, que lo que estás tratando, es de negociar.

          Finalmente y cuando ya no teníamos ninguna esperanza, apareció el hotel Maria, que era casi igual de mediocre -aunque con buen wifi-, pero el precio se nos quedó en ochocientos y el check in además fue muy rápido, algo infrecuente en este país.

          Habíamos decidido pasear durante la mañana por el enorme bazar más grande de Calcuta que se encuentra, camino de la estación de Howra. Así, matábamos dos pájaros de un tiro: veríamos diversos monumentos importantes de esta ciudad y obtendríamos los billetes para nuestro siguiente destino: Nahsik. Pero lo segundo no salió bien. Tras pasar por varias ventanillas y cuando parecía que estábamos en la definitiva nos dijeron, que aquí ya no pueden reservar billetes los extranjeros y que teníamos que ir al Foreing Tourist Centre en la Fairlie Plaza, pero el agresivo taquillero, no nos quiso decir en qué zona de la ciudad estaba. Pensamos, que si era para guiris, estaría en el centro, pero resulta, que se encuentra en mitad de la nada, por lo que deberemos dejar la gestión para mañana. No entendemos, como Indian Railways tiene una operativa distinta en cada punto de venta.

          Cada vez, que venimos a Calcuta, tenemos dificultades para organizarnos la vida. La logística de casi todo ha cambiado, aunque la mayoría de lugares que frecuentábamos siguen igual: el maldito hotel Times, el supermercado, el restaurante de los chow mein, los arroces y rolls, el spanish Rush..

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