Después de que anocheciera y de dar varios paseos por el bazar y las calles peatonales, nos recogimos en el hotel y comenzó el calvario. A los diez minutos de estar en la habitación, teníamos los pies, las piernas y las manos congeladas. En la alcoba, había solo una manta, que no solo iba a ser insuficiente para dormir los dos por la noche -estimamos, que nos íbamos a quedar a entre los cinco y los seis grados -, sino para poder pasar la tarde tapados los dos. Poca ayuda nos proporcionaba nuestra fina manta de Etihad.
A esas alturas, ya habíamos decidido, que no pasaríamos aquí la siguiente noche de ninguna de las maneras. Trataríamos de volver a buscar el reservado en Booking -de 700 rupias-, iríamos al de el lado -de mil- o por este precio, a unos, que habíamos visto de unos chicos jóvenes, más lejos del centro.
A la hora de estancia, salimos a pedir una segunda manta, ya cabreados, pero encontramos abierta la habitación de al lado y nos agenciamos la suya, sin más miramientos. Así, pasamos la tarde algo mejor -las manos siempre frias- y para dormir, pudimos las dos encima, poniéndonos muy juntitos, porque no tapaban toda la cama. No pasamos frío, pero tampoco, sensación de calor, aunque sí un enorme peso encima
Al menos, a la mañana siguiente nos permitieron dejar el equipaje en recepción, mientras íbamos a hacer las visitas y a buscar otro hotel. Como ejemplo muy gráfico de esta estancia en el hotel Purni, baste decir, que a mí pareja se le congeló una lentilla, lo que no le había ocurrido nunca. Finalmente, nos decantamos por el reservado por Booking, ayer no nos funcionaba la bolita azul de Google Maps, por lo que resultó más fácil encontrarlo hoy, con dos sorpresas: habíamos pasado delante de su puerta ayer, sin detectarlo y -según nos dijo una señora de una tienda cercana-, lleva cerrado desde las pandemia. Y, ¿aún sigue apareciendo en Booking? Ya nos pasó algo parecido en Lombok, hace cinco años. Menos mal, que nuestra reserva era sin tarjeta de crédito .
Para llegar al hotel de los chicos jóvenes hay que sortear una auténtica gimkana de cosas múltiples, que hacen el camino muy incómodo. Al agarrarme a un poste metálico, para no caerme, me dió una fuerte descarga eléctrica.
En nuestro nuevo dormitorio, hemos mejorado algo en aislamiento -suelo de moqueta y paredes de madera -, en mantas -tres estando enrollado en una de ellas, mientras escribo - y en el baño. Pero seguimos sin una sola fuente de calor - cuando se prevén cero grados de minima- y con unos vecinos muy pesados.
Mañana, volvemos a Siliguri y por tanto, al verano.
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