Las noches de New Jalpaiguri y de Siliguri las pasamos cerca de la estación de trenes, por lo que el pitido constante de los convoyes siguió resonando en nuestro cerebro, como si sun siguiéramos a bordo
Hay una constante, que últimamente y no solo en India, nos persigue: salgamos a la hora, que salgamos, siempre llegamos de noche, lo que supone una angustia tremenda al tratarse de lugares desconocidos, mal iluminados y rodeados de peligros. Lo fácil sería tomar un taxi o un autoricksaw, pero es, que la mayoría de las veces, no sabemos nuestro destino exacto,val no tener alojamiento reservado.
Ineludiblemente, nos ha vuelto a ocurrir. Nos levantamos a las nueve menos cuarto, queriendo tomar el bus de las diez a Gantok. Nos han dicho, que son cinco horas, por lo que a las tres, estaremos en nuestro destino. ¿Porque somos tan ingenuos y nos seguimos creyendo, lo que ellos dicen que duran los viajes, si nunca se cumple?
La primera en la frente. No hay boletos, ni para el de las diez, ni el de las once, por lo que deberemos esperar hasta el de las once y media.
El bus es viejo, cochambroso, poco espacioso y no tiene guarda equipajes, por lo que estos viajan arriba, en la baca. Los estrechos e incómodos butacas van numeradas, sí, pero una vez, que se llenan y en cada recoveco y parada van colocando nuevos pasajeros, por lo que el aforo, se duplica y más. Es imposible,cqyevlos pues no sé te duerman antes de la primera media hora de viaje.
La primera alerta es, que salimos veinte minutos tarde. La segunda y más preocupante supone, que el mismo conductor y sus ayudantes, que son los que han hecho el recorrido opuesto,verde las seis de la mañana, serán los que nos transporten. ¡Doce horas de trabajo sin tregua, por las carreteras de las faldas del Himalaya.
El atasco para salir de Siliguri es monumental y la maniobra nos cuesta más de media hora. Después, otros treinta minutos de vía muy transitada hasta, que se empieza a ascender por un na carretera de montaña con muchas curvas y en estado diverso: partes nuevas, partes medio derruidas y tramos en obras eternas, de tal forma que cuando los acaban, ya se han vuelto viejos los anteriores. Vamos tan enlatados que llevo a parte de una chica encima de las rodillas .
El paisaje -bordeando el río Teesta, es bonito, aunque no espectacular y lo afea bastante la niebla. No conseguimos sacar media de más de 20 kilómetros por hora, debido a los atascos intermitentes, a las reparaciones del firme y a que el bus para, para subir y bajar, cuando cualquiera lo pida. La parada es más larga si se debe bajar el equipaje por uno de los ayudantes, que seguro, desciende del mono. Sobre las dos de la tarde nos detenemos para comer en un socorrido restaurante de thalis, aunque la mayoría nos aferramos a los snacks y a los dulces. Y nosotros, a cada rato, recalculando el tiempo de trayecto y pidiendo a Dios, que por favor, lleguemos de día.
Y eso, que pie primera vez, a través de Booking, hemos reservado un hotel en India y el camino no parece muy difícil para llegar a él.
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