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viernes, 9 de febrero de 2024

Camino de Darjeeling

           Después del día de parón y con fuerzas renovadas, nos levantamos a poco más de las siete de la mañana, pero, si en ninguna parte, no por mucho madrugar, amanece más temprano, en India, menos.

          Cruzamos la calle de la muerte, que no nos habíamos atrevido a atravesar el día anterior, porque la estación de autobuses -como la de trenes-, está al otro lado y no nos queda más remedio. Primera contrariedad de la mañana ventanilla abierta y nadie sin atenderla, hasta pasar media hora. Compramos los billetes y por tercera vez consecutiva nos colocan en las plazas 1 y 2, cuando el bus va casi lleno. Empezamos a pensar, que esos lugares están reservados pero lisiados, militares, extranjeros...

          Toca esperar otros treinta minutos hasta la salida y cuando partimos, hay bastante más gente de pie, que sentada. El paisaje resulta aburrido, hasta entrar en la zona de montañas, aunque al menos, hemos padecido menos atasco de salida, que el otro día. La niebla en los valles y los picos - a pesar del sol reinante- y la numerosa masa forestal en las laderas, tampoco ayudan mucho. No llevamos ni una hora, cuando hay veinte minutos de parada para desayunar. A mitad de camino, llegamos a Kurseong, donde padecemos un severo atasco de más de media hora. Está localidad es conocida -ademas de ser completamente cacharrosa - por estar unida a Darjeeling con el caro tren de juguete -entre mil y mil quinientas rupias- que hace, exactamente, el mismo camino, que el bus.

          A partir de aquí y hasta el destino, no dejan de sucederse edificios y diversas poblaciones: Sonada, Ghom..con el trasiego de la gente, que sube y que baja, constamente. El ayudante es poco empático y colaborativo,: directamente y para no perder más tiempo, a los jubilados y a las gordas no la dejamos subir. No hemos conseguido me mejorar nuestra media, de Sikkim. Cuatro horas para 77 kilómetros, aunque con menos incidentes, que en aquellos viajes.

          Hoy en día ya no se tortura en la mayoría de cárceles del mundo. Pero, hacer un par de viajes diarios entre estos destinos, como llevan a cabo los sufridos y expertos conductores de estos cacharros, es lo más parecido a los trabajos forzados.

          La estación de Darjeeling no es tal, sino una especie de parking caótico, donde se juntan buses y todoterrenos a casi todas las partes de la zona.

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