Arriba, cuevas de Ellora (India). Debajo, Bhopal (India)
Cincuenta días en India -108 sumando
nuestro anterior viaje- y aún no veo la hora de sacar conclusiones,
dado que me siento con temor, sobre lo que nos pueda deparar el
futuro y por otra parte, en cuanto a determinadas cosas, tengo un
pensamiento distinto a cada hora del día. Situaciones buenas y
malas, probablemente, nos han ocurrido aquí, en la misma magnitud,
que en el resto del mundo, aunque nunca, mostramos dedicación tan
intensa por un país, que no fuera este.
Kanyakumari (India)
Con cierta retranca, cabría destacar
los momentos más sublimes del viaje, que han sido, la ducha de cada
tarde, la cerveza fría -cuando la cámara o el frigorífico funciona, o el estado
indio de turno no te fríe a impuestos e impide pagarla- y el momento
crucial: cuando después de 800 esforzadas gestiones, mucha paciencia
y sonrisas, consigues tu objetivo -con fotocopias y escritos varios,
que ni puedes imaginar por ínfimo, que sea, el trámite a realizar
(por ejemplo, un triste boleto de tren).
Arriba, Kumbakonam (India). A la izquierda, Kovalam (India)
Siendo mucho menos
puntillosa y más conciliadora -algo que cuesta, después de tanto
tiempo aquí- diría, que cada uno tiene el viaje a India, que se
busca. Pero eso, la verdad, tampoco es decir mucho. A veces, por unos
pocos euros más al mes, puedes reducir tu sufrimiento, pero el
problema es, que ni siquiera sé, si deseo esa alternativa.
Por ejemplo: cogemos un tuk tuk y nos
ahorramos los tres kilómetros o cuatro, que hay hasta el
alojamiento, el calor y la necesidad de lidiar con planos muy
imprecisos (sí, la Biblia LP, también es imperfecta). Pero, ¿qué
hacemos luego el resto del día, quedarnos en la habitación?. ¿Donde
gastamos la adrenalina, si Dios no nos dio capacidad y ganas, de
ascender cumbres de 9.000 metros?. Cada vez, me veo más emparentada
con el masoquismo.
Fatehpur Sikri (India)
Pero, si vamos a lo práctico, en este
periplo, mucho más calor, que el viaje anterior; peores alojamientos
y en más sitios rechazados; comida excelente y relativamente
variada; más sleeper y menos buses nocturnos (me lo puse, como
objetivo principal)... Lo único, que no varía en ambos viajes, son
los indios, pero de eso, ya he hablado bastante.
Arriba, Augandabad (India). Debajo, Calcuta (India)
Diría, que tengo cierta incertidumbre
sobre nuestro paradero, de aquí a una semana. Pero, como en India
las sensaciones aparecen, cuando menos te lo esperas, hoy vivimos una
tarde muy especial, en el barrio del templo de Kali -a cinco paradas
de metro de la zona de los guiris-. Realmente, nos hemos sentido en
la Calcuta tan miserable/digna, siempre imaginada y mostrada por el
cine, tantas veces. ¡Mira, que nos pone esta ciudad!.
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