Todas las fotos de este post son, de Varanasi (India)
Al
fin, dejamos Uttarakhand, el estado donde moran las moscas más
gordas y pelmas del mundo. ¿Serán la reencarnación del karma
chungo, de los que me imagino?
El
viaje hasta Varanasi fue una tortura. Los dos en la litera de arriba
-uno frontal, otro lateral- y el tren, que cuando llega a Lucknow se
convierte en cercanías, que va parando hasta en los abrevaderos,
durante centenares de kilómetros. Total: 20 horas, para 800
kilómetros.
Para
los menos místicos, el encanto de Varanasi no estará en los ghats,
ni en las hogueras, ni en sus decadentes y bellos edificios o en el
casco viejo, sino en la oficina de reservas de los trenes para
extranjeros de la estación, con atención muy esmerada y el mejor
-lo hay muy poco- aire acondicionado de toda la India. Y eso, que
definitivamente, el verano ha cedido al monzón y se nota muy
positivamente (al menos, de momento).
Los
cambios sufridos por este lugar en los últimos tres años son
escasos y probablemente, fruto de la estacionalidad -(a otra vez,
vinimos en noviembre). Muy pocos guiris y por lo tanto, tocamos a más
pelmas por cabeza, que de costumbre. Y, muchas más vacas por todas
partes, con sus correspondientes plastas, que terminas pisando ,sí o
sí.
En
estos lugares sagrados de India -últimamente estamos recorriendo
todos-, no se vende carne, ni alcohol, pero con todo lo demás se es
muy flexible, incluida la cocaína, marihuana, la basura o la propia
extorsión a los turistas.
El
Ganges lleva tanta -o más- mierda, que siempre, pero ellos como si
fuera la piscina municipal. Lo de las hogueras ya no nos emociona,
pero aún nos atrae, como un imán. Y eso, que cada vez hay más
cortapisas, para acercarte al corazón de las mismas.
La cosa está
-supuestamente- tan aburrida, que lo que triunfa entre los guiris es,
el Blue Lassi, recomendado por no se cuantas guías y con carteles
indicativos por todas las callejuelas del barrio viejo. Con el fin
maligno de destrozar el incipiente mito y a sus clientes, nos
dirigimos allí, ávidos de sangre...y el sitio resulta acogedor,
nada caro -salvo para el de mango-y de una calidad suficiente, hasta
que al día siguiente, engullimos otro bastante mejor, en un puesto
cualquiero, cerca de la estación de la misma ciudad.
Por
lo demás, los dos acontecimientos del día fueron de índole
diversa: por menos de medio segundo, no me cae una cabra sobre la
cabeza y la espalda y, por otro lado, poder asistir a los
emocionantes partidos de cricket en varios ghats, con más público
local entregado, que viajeros, viendo las hogueras de la muerte.
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