Todas las fotos de este post son, de Cox's Bazar (Bangladesh)
A Cox's Bazar, se llega entre llanuras
verdosas, agua -en sus distintas modalidades y estado de pureza-,
chimeneas y montoneras de ladrillos -probablemente, rudimentarias
fábricas-, poblaciones estresantes y estresadas y gracias a un buen
autobús (como todos los que cogimos en el país, donde todo el mundo
lleva plaza y nadie viaja de pie).
De los desoladores sitios de playa del
tercer mundo -son tantos-, Cox's Bazar es uno de los que menos nos
gustan -y , eso que la playa es magnífica, pero no le basta con ser
la más larga del mundo- y de los que menos entendemos su
funcionamiento.
Se trata de una especie de marina, a
unos tres kilómetros de la población principal. La primera linea de
playa no da a a la misma. Más bien, en época de monzón como esta,
a enormes charcaleras, que parecen estanques sagrados, de lo fétidas
y grandes, que son. Edificios en construcción eterna, cacharros
irrespetuosos por todas partes -muy pocos de ellos, son coches-,
falta de cualquier servicio en la playa: duchas, socorristas o
papeleras. aunque sí hamacas y sombrillas de pago.
Hasta aquí, todo es más o menos
comprensible, por cualquier viajero playero del tercer mundo. Pero si
les das dos vueltas más allá a la cosa, te entra cierta
incertidumbre. Primero, por la agresividad de sus escasos habitantes
-la mayoría del sector transporte-, vendedores y buscavidas de la
playa. Después, por los miles y miles de plazas hoteleras, que hay
desocupadas (rondan el 100%). Más tarde, por la soledad playera y la
sensación de peligro. Posteriormente, porque aparte de tomar un
refresco, unos snacks o como mucho, tres clases de fritanga -rellenos
apestosos, bondas de patata y rebozados vegetales-, no puedes
llevarte nada a la boca
Es verdad, que estamos en Ramadán y
hay algunos restaurantes cerrados, pero la proporción, en relación
con los inquietantes hoteles, es de 1 a 200. ¿Los turistas, aquí,
sólo duermen? Debe ser, porque ni garitos de cambio, ni farmacias,
ni supermercados, ni... sólo transporte, para ir a ninguna parte.
Si el viajero bucea más y se aventura
en la segunda linea de charcos -que no de playa-, descubre más de lo
mismo: guest houses, hoteles, resorts... Pero ahora en calles, cuyo
único asfalto es, el de varios metros cuadrados, rodeando,
exclusivamente, sus puertas y accesos. Y, hasta ahí, ¿traen a los
huéspedes en brazos?.
Después de que nos trataran de robar,
sin éxito, asistimos a un espectáculo nocturno alucinante, desde
nuestra cama, sin necesidad de movernos: la mezquita empieza a lanzar
sus bufidos, mientras en el hotel ponen, a todo trapo, el canal Meca
24 horas. Centenares de voces repican el mensaje, mientras en la
calle principal, la desordenada algarabía de unos cuantos individuos
-los del transporte, que no paran ni para cenar en Ramadán-, nos da
aún más inseguridad, a pesar de la sólida puerta de la habitación.
¿se habrán metido algo para el cuerpo? ¡No! ¡Cómo se puede ser
tan mal pensado!. Un individuo, en una ubicación cercana, pero
desconocida, escupe gargajos -al estilo de aquí, muy sonoro- cada
segundo, como si fuera un rifle de repetición, para completar el
misterioso escenario
Al amanecer, todo se desvanece, en uno
de los lugares más inhóspitos del mundo y donde los cangrejos en la
playa, campan a sus anchas, dejando bonitas y fotografiables marcas.
En Cox's Bazar, vimos a los siete
únicos guiris, contemplados en Bangladesh. Por cierto y hablando de
playas, en India compraron una tela roja de miles de metros y se
dedicaron a cortarla y a ponerla de bandera en todas sus playas. Así,
no se baña nadie y no hay responsabilidades, ni necesidad de
socorristas.
En este caso, Cox's Bazar es muy
accesible para cualquiera, que sepa chapotear, que no nadar. Puedes
meterte decenas de metros y el agua solo te llega por las rodillas.
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