Preveíamos un día feo, feo y feo y terminó tal cual. Los hay en todos los viajes largos y son necesarios para cuadrar las cosas y hacer las transiciones de unos sitios a otros de forma ordenada.
Después de haber descartado llegar hasta Onkaresshawar, solo quedaban las opciones de volver, a Indore o a Ujjain. Ambas nos valían para emprender el rumbo al noreste.
Cinco eran los objetivos de la jornada: llegar al destino elegido, cambiar dinero sin sacar del cajero, reservar billetes para Varanasi -para no ir de un tirón, a New Japalguri-, encontrar un alojamiento barato y una tienda de bebidas alcohólicas y cerveza, pues las reservas estaban agotadas.
Lo primero era esencial y condicionaba el resto. Lo segundo y lo tercero era difícil en ambos destinos. Y lo cuarto y lo quinto, solo lo teníamos garantizado, en Ujjain, así, que nos decantamos por dicha opción.
Eran las nueve de la mañana y caía el diluvio universal, así, que aunque nuestro alojamiento estaba cerca de la estación de autobuses de Maheswar, llegamos empapados (nos vinimos al monzón sin paraguas alguno, asi de chulos). Al menos, recibimos dos buenas noticias: vehículo directo a Indore y llegando a la estación oportuna para no tener que hacer cambios, como a la ida.
Para volver a Ujjain, está vez no optamos por el tren, sino por el autobús, que es más frecuente y cuesta lo mismo. En un próximo post explicaremos las ventajas y los inconvenientes de ambos medios para trayectos cortos de calidad y otras cuestiones.
Llegamos al destino a las tres de la tarde, que ya está bien para 150 kilómetros , pero nos esperaba otra sorpresa: no nos dejaron en la estación del centro, sino a 4 kilómetros. Todo se habría solucionado con un tuck tuck y , 50 rupias, pero no nos quedaba ni una, por lo que hicimos el camino andando, entre el caos y la amenaza clara de tromba de agua.
Acabamos en un hotel, donde preguntamos el otro día, pero distinto a los dos, que habíamos estado. Su amable propietario nos indicó una tienda de electrodomésticos, donde cambiar dinero a una tarifa excelente, cercano, pero por un camino angustioso y lleno de recovecos.
Afortunadamente, la tienda de la cerveza estaba abierta.
Solo quedaba lo del tren y resultó un desastre, como ya preveíamos: los dos trenes a Varanasi completos, declinamos la lista de espera. Y todo ello, tras largo rato de andar por una terminal ferroviaria a oscuras y durante largo rato, con la gente tirada por el suelo, porque había anochecido y no habían encendido las luces. Sí hay algo peor que una estación de trenes, en India y ya es difícil, es una estación de trenes en India no iluminada.
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