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miércoles, 21 de agosto de 2024

Cuatro semanas en India, mes y medio del undécimo viaje largo

         Mañana, cumplimos cuatro semanas en India, después de otros diecisiete días por Italia, Albania, Grecia, Emiratos y Omán. En total, ya, mes y medio.

          La primera parte en el subcontinente indio fue trepidante. Aterrizamos en Bombay, volvimos a Daman y nos pegamos auténticos chutes de felicidad en Madya Pradesh, con las imprescindibles visitas de Mandu y Maheswar, que debimos haber hecho bastante antes.

          Llegamos con esfuerzo a Utar Pradesh y Lucknow, otras veces ignorada, nos sorprendió, muy positivamente.

          Con esfuerzo, arribamos a Gorakhpur, que no aportó ninguna visita interesante, pero si, un par de situaciones límites, que porque salieron bien, recordamos con cariño. A partir de ahí, se inició la semana ominosa, con la dificultad para llegar a Siliguri y New Japalguri y el escape extraño a Darjeeling.

          Fueron tiempos vacíos y de bajón, que nos metieron en un remake calamitoso de nuestras propias vidas de hace seis meses. 

          Conseguimos huir, aunque costó y Guwahati fue nuestro purgatorio, con reencuentros buenos y otros  repetitivos, que nos frustraron algo.

          Reemergirmos con el tránsito a Megalaya y la visita de Shillong, una de nuestras ciudades favoritas del viaje por su vitalidad, convivencia afable y vibrante mercado de casi todo.

          Acabamos en Agartala, en Tripura, con mucha pereza, porque el viaje es largo y había que volver por el mismo camino. ¿Ha merecido la pena? Para nosotros sí, porque somos más de movernos y de experiencias, que de monumentos.

          Pero, hay que reconocer, que hacer más de mil kilómetros -ida y vuelta - para ver un solo palacio y un templo, suponen un esfuerzo hasta para el más activo. Porque en Agartala, volvió la India sórdida, la de la basura, los barros, los charcos, las zanjas, los baches... Y ni un atisbo de un bazar, más allá de los multicentros (embrión de centro comercial de ropajes).

          Llegamos al punto más lejano de India e iniciamos la vuelta, con la misma incertidumbre,  que al venir. 

         Nos hubiera gustado llegar a Impal, en Manipur, pero son más de 400 kilómetros en bus, si lo hay -no sabemos , ni donde está la terminal -y no tenemos ya él cuerpo para eso.

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