Para no aburriros, no os vamos a contar cuáles fueron todos nuestros planes para salir de Ujjain, hacia el este. La cuestión es, que al contrario, que otras veces, la mayoría de los trenes en slepeer van llenos para varios días. Finalmente y gracias a la cuota takal -reserva de billetes para el mismo día, aunque más caros-conseguimos literas, desde Bhopal, a Lucknow. Y para llegar al primer punto, subimos a un abarrotado y sufrido tren local, que cuando le faltaban cinco kilómetros para llegar, se detuvo casi una hora y nos puso de los nervios, aunque el enlace nunca llegó a peligrar.
La estación de Ujjain tiene una peculiaridad, muy al molesto Indian style. Para los billetes con reserva debes meter tu número de teléfono en una máquina, que te envía un SMS con la ventanilla asignada. El problema es, que solo acepta teléfonos indios y ahí tuvimos un pequeño rifi rafe, cuando nos empezaron a poner pegas.
En Bhopal, ya habíamos estado hace diez años y no hicimos ninguna intención de llegar hasta las bonitas y lejanas mezquitas. Sin embargo, si nos tomamos una fresquísima cerveza -la mejor del viaje -, donde unos borrachos aquella vez, nos amenazaron con darnos una paliza.
Por primera vez en este undécimo viaje largo, salimos puntuales, aunque llegamos una hora tarde. Tren muy tranquilo, para lo que suele ser otras veces.
Al abrir las ventanillas, tratamos sin éxito alguno de reservar billetes para el día siguiente, bien para New Japalguri, bien para Varanasi. ¡De ninguna de las maneras! encuentras para una semana.
Encontrar hotel barato, cercano y con wifi, resultó mucho más fácil de lo esperado y fue de agradecer, porque de los 24 grados de ayer y lluvioso, hemos pasado a los 33 y más soleado.
Once días en India y ha sido el primero, en casi morir de calor.
Buscamos transporte para ir a visitar la zona de interés de la ciudad y los de los tuck tuck nos pedían tres veces, lo que vale este recorrido. Hay buses rojos y una especie de micros compartidos pero no van hacia allí. Cuando estábamos desesperados, encontramos el metro, del que no teníamos noticias. Nos vendieron un billete para la línea roja y la taquillera insistió, que nos bajáramos en la estación del estadio. Cuando llegamos allí y preguntamos a un policía resultó, que estábamos a cinco kilómetros de nuestro objetivo ¡Cabreo monumental! y tránsito por una acera variable y llena de trampas, caminando entre puestos de cocos, primero y después de mangos y maíces.
Lucknow nos ha gustado más de lo previsto. Tiene una impresionante mezquita, la Bara Imambara y otra más modesta y de pago ubicada en un atractivo barrio de ambiente iraní. Además, una torre del reloj, un estanque, la puerta Ruwi Darwaza, el palacio residencial , un buda gigante presidiendo un parque y otro templo de cúpulas doradas.
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