A la ocho y cuarto de la mañana ya estábamos en la ventanilla de la estación de autobuses, con veinte personas delante. Una hora en la cola, hasta que nos vendieron los boletos, veinte minutos de espera y tres cuarenta y cinco de recorrido, llegando a la una y media horas, para apenas sesenta kilómetros. Pero eso ya lo sabíamos y por eso madrugamos.
Dormí en el inhabitable bus casi todo el viaje, gracias a tener como almohada una manta de avión doblada. Y tuve un despertar abrupto: un fuerte frenazo y el pasaje entero corriendo en pánico hacia la puerta del vehículo con sus bultos. Pensamos que el bus había perdido el control en un barranco y tenía parte de la ruedas fuera. Pero, no. Dos chicos en una moto, que venían de frente, habían caído por el precipicio.
Los de la parte delantera, que lo habían visto, se pusieron a gritar y todos salimos despavoridos. Decenas de vehículos parados y todos sus ocupantes, mirando. Pero nadie se acercó a ellos para ofrecerles ayuda, aunque no parecía que sus vidas peligraran.
Al llegar a Darjeeling diluviaba y nos empapamos enteros. Pero recabamos información sobre el transporte, como primer objetivo. Desde aquí, solo hay buses, a Siliguri. Lo demás son todoterrenos, que llegan hasta Gangtok -400 rupias - y a ningún sitio más de Sikkim. No nos gustó, ni el precio, ni el destino, ya que queríamos ir a Namchi o Pelling.
Descartado Sikkim, nos acercamos a la estación de trenes, para reservar para Guwahati -punto de conexión con Megalaya, pero al ser domingo, la oficina estaba cerrada, por lo que había que dejarlo para mañana.
Nueva contrariedad: el hotel reservado por Booking ha cerrado hace algún tiempo y es la segunda vez, que nos pasa algo similar en esta ciudad. Pero los hijos de puta nos habían mandado un correo automático, en el que nos mandaban un número de cuenta para ingresar la totalidad de la reserva. Encontramos otro, sin problemas.
Aún nos quedó tiempo para pasear por esta fantástica ciudad. Hemos perdido doce grados, con respecto a ayer, pero buena parte del día hemos sido atrapados por la densa niebla.
Diecisiete días en India y a las 18 horas, ventidos minutos y once segundos hemos visto nuestro primer guiri occidental, cuando ya anochecía y estábamos casi en la puerta del hotel.
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