Es domingo y nos toca madrugar, porque queremos comprar billetes de tren en la estación de Guwahati y al ser festivo, la oficina de reservas cierra a las dos de la tarde.
No tarda demasiado en completarse el jeep de vuelta y como estoy en mejor posición, que a la ida, me duermo casi todo el viaje. Me despierto en la frontera entre Megalaya y Assam, para comprobar, que la casi perfecta carretera por donde transitamos, se ha llenado de baches y deformaciones. También, han vuelto los charcos, los barros, los malos olores y la basura. A las doce estamos en Guwahati, para pasar la hora más horrible de este periplo (y ha habido unas cuantas)
Mi pareja se pone en la ventanilla, barajando cuatro posibles opciones para dentro de seis días: Guwahati -Patna, Guwahati -Palitputra, Kamakyia-Patna y Kamakyia-Palitputra. Hemos descubierto, que Kamakya es un suburbio de Guwahati y Palitputra, otro de Patna y así aumentamos las posibilidades de encontrar plaza.
El taquillero no sabe inglés y se pone nervioso, aunque asegura, que todos los trenes elegidos tienen wait list. No obstante, nos manda a otro mostrador. La que atiende es tan o más maleducada, que la de New Japalguri. Nos pide el pasaporte - por primera vez en este viaje- y obligatoriamente, un número de teléfono indio (por primera ocasión en la vida). Mi pareja trata de que los novios de atrás le den su número. La chica dice, que no, porque incurriría en grave irresponsabilidad, pero ante nuestra desesperación, el chico nos escribe el suyo.
Y yo esperando, con todavía algunos amagos de retortijones de la diarrea leve, pero frustrante. Y al final, para que la taquillera gilipollas le dijera lo mismo, que el primer cobrador. Todos los trenes a la wait list o a la cuota takal del día antes.
Pero, yo de eso no me enteré, porque estaba discutiendo con una policía imbécil, que me incordiaba sin intenciones claras y sin haber hecho nada más, que estar esperando. Ante la pregunta de cual era el problema, la respuesta fue pasaporte, visa, billete hacia algún sitio... Nosotros pareceríamos ser un peligro y no los cientos de niños mendigos -no es habitual en casi ningún sitio - y adultos, que viven, molestan y duermen en esta estación.
No contenta con eso y con la ayuda de un compañero, nos hicieron pasar los bultos por un escáner y me hicieron un severo cacheo, atribuyendo mi defecto visual congénito, al alcohol.
Aún quedaban catorce horas para el tren, a Agartala, que no queríamos pasar,ni en la calle y menos , en la estación. Tratamos en el hotel del otro día, que nos cobrarán solo media jornada, a mitad de precio, pero no. En el de al lado, si nos hicieron un descuento aceptable.
El premio del día fue volver al puesto de una señora mayor -el día de la fiesta no estaba-, que tiene la mejor fritanga de toda India. Especialmente, las bolas de huevo y patata con rebozado crujiente.
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