Esta y la siguiente son, de Bundi (India)
Yo era de quienes pensaba, que un viaje
a la India, sin pasar por Rajasthan, podía tener sentido. Pero no.
Después de más de dos meses, deambulando por este país y
Bangladesh, acabamos, de nuevo, en la tierra de los marajás. Y no
hemos hecho mal.
Más, tras casi una semana vagando por
este Estado, no hemos resuelto nuestras principales dudas: ¿Por qué,
en la región donde se encuentran los mejores alojamientos del país
, es en la que peor se come, con mucha diferencia?. ¿Por qué la
oferta gastronómica es tan cara y escasa?. ¿Por qué hasta la
fritanga -tan deliciosa y recurrente en el sur de India- se torna
aquí, en apestosa y vomitiva?
Detallo nuestros últimos menús,
después de buscar mucho, como es costumbre: 1) Pan de hamburguesa,
con pasta vegetal desconocida y picante, cacahuetes, cebolla y
cilantro. 2) Bondas de patata de las que se hace bola en la garganta,
eternamente especiadas y con un trozo de insípido queso dentro
-generoso-, recalentadas o frías (misma mezcla para samosas y
guindillas, que constituían la única oferta destroza-estómagos, en
Bikaner) 3)En Kota, bondas algo menos apestosas, aunque cansinas y
siempre de puré de patata prensado, con mucho comino y chile. 4)En
Bundi, cachoris, cachoris y más cachoris, al margen de triángulos
de pan rebozados y sin nada dentro.
Bueno, hay un poco de trampa, pero
porque somos veteranos en India. Logramos -por casualidad-, comernos
un arroz con gallina poco carnosa y huesuda y un chow mein, al estilo
propio del restaurante en cuestión -espaguetis recocidos, ahogados,
violentamente, en tomate- y unas, - ahora sí– deliciosas
hamburguesas de patata rebozada, con tomate, cebolla, repollo y
varias salsas especiadas.
Esta y la siguiente son, de Kota (India)
Mientras almorzamos, en Bundi, se
produce una escena bastante hilarante: la de una fornida vaca,
chupando todas las sobras del ketchup de los platos de plástico y
lamiendo la jarra -a conciencia- de la que todos los lugareños beben
y beberán agua, en este puesto callejero.
Por lo demás, desde que salimos de
Calcuta, vivimos hechos encadenados, que ya casi no nos perturban: un
tren de 33 horas, un atosigante y caluroso día en Mathura, un
alojamiento insufrible en Agra y dos días tranquilos, en Delhi,
Esta y la siguiente son, de Bikaner (India)
Bikaner es la ciudad más estresante
de India -creo, que ya he repetido esta frase con algunas otras-,
aunque merece mucho la pena y no tanto, el templo de las ratas. La
cercana Kota, cuenta con un bonito palacio y poco más.
Pero -ya, que hablamos de comida-, con
lo que se nos ha hecho la boca agua, ha sido con Bundi. Impresionante
y escasamente mencionada por nadie. Ni por la guías, aunque, al
menos, una decena de guiris, durante este día, sintió la curiosidad
de acercarse hasta aquí.