Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

sábado, 31 de agosto de 2024

Transitando despacio hacia el final del viaje

           En Lucknow, estamos en un hotel de los de circuito de 24 horas. En el sur hay muchísimos, pero por el norte, donde estamos, son escasos. Es una fórmula agradecida para el cliente, que consiste, en que tu check out se produce a la misma hora, a la que  llegaste el dia anterior. Por eso, nos tomamos la vida con tranquilidad, dado que nuestro check -in había sido a las 16:50.

          En un principio, nuestros planes eran claros: pasar el día relajados y coger un bus nocturno, hacia Agra o Matura. Pero al despertarnos vimos, que había cuota Takal para esos destinos para el día siguiente y nos entraron las dudas.

          Nos fuimos - asediados por los monos del pasadizo elevado- a la estación, pero está vez, fracasamos. En cinco minutos, se habían vendido los 97 billetes disponibles y solo quedaban para la jornada siguiente. Y como tardamos en decidirnos, también volaron.

          Nos entró pereza y decidimos, que ya no nos marcharíamos hoy y que renovaríamos la habitación del hotel, pero a poder ser, cambiando a aire acondicionado, porque los ultimos días no ha llovido y estamos sufriendo sensaciones térmicas d hasta 45 grados.

          Como se puede llegar a través del barato metro - tres estaciones - nos acercamos hasta la nueva terminal de autobuses, para recabar información. Buses a Agra, cada media hora -las 24 del día - y cada 60 minutos, con aire, entre las 6 y las 21.

          Justo al lado y sin cruzar, nos topamos con un moderno centro comercial, elegante, pero sin casi clientes y estuvimos paseando más de hora y media, bajo su refrigeración. Tiendas muy sugerentes, supermercado tradicional y los garitos de comida con precios, que multiplican por diez, los de la calle.

          Regresamos. Estamos cansados de la poca luz, que hay de día en las estaciones de transporte público -sobre todo, en las de trenes- y los días, en los que ataca el monzón y su nublado,son aún peores. También, odiamos el constante exceso de escaleras.

          Nos quedamos en la misma habitación, donde pagamos ochocientas rupias, porque por la del aire acondicionado nos pidieron mil ochocientas. En India lo que sería una necesidad, resulta ser un lujo. El A3 del tren es un simple slepeer con aire sin nada más, pero por el que te cobran tres veces más. Por el bus a Agra nos han pedido un 50% a mayores.

          Vamos transitando despacio hacia el final del viaje, ya con escasos objetivos, más allá de Vrindavan o de volver a Estambul después de muchísimo tiempo. Sin billetes de regreso confirmados, ahora mismo el plan es el siguiente. Delhi -Estambul (Índigo, 179€). Bus a Sofía, unos 20 euros. Sofía - Bolonia, Bolonia -Santander (30€ en total)

viernes, 30 de agosto de 2024

De vuelta a Lucknow , derretidos por el calor

           En el alojamiento de Varanasi no nos dieron la misma habitación, que el día anterior, porque estaba ocupada. A la nueva no llegaba el wifi y como teníamos pendientes varias búsquedas -entre ellas, los vuelos de vuelta, para mediados de septiembre - salimos a la zona común con unas cervezas de la mano. Al poco tiempo, vino un áspero empleado, que nos dijo, que no se podía beber alcohol en el hotel. No nos dió tiempo a replegarnos, porque poco  después llegó el dueño, nos pidió disculpas y nos explicó, que ese veto era solo para los nacionales y no para extranjeros, así, que seguimos dándole. ¡Por una vez, teníamos ventaja en algo!.

          La verdad es, que los indios se vuelven muy brutos -más todavía -, cuando ingieren alcohol. Pero, no es solo su culpa, sino del sistema. Ya hemos hablado varias veces de esto, pero volveremos al tema en un próximo artículo.

          Sobre la rata huida, no volvimos a saber nada, después de taponar todos los agujeros visibles del baño y bajar la tapadera de la taza.

          En nuestras dos últimas horas en New Japailguri, habíamos tenido un par de buenos momentos. Por un lado, habíamos reservado plazas en slepeer, entre Varanasi y Lucknow, para seguir volviendo. Por otro, el partido de los seguidores de Ghandi, había celebrado esa tarde una manifestación en la ciudad, en la que regalaban  una bolsa a los participantes. Como les sobraron, nos entregaron dos: un huevo duro, un plátano, un bollo dulce y una botella de agua, por barba para completar la cena.

          El tren para Lucknow salía a las ocho y veinte, pero como debíamos  cambiar de estación y coger un cacharro, nos levantamos a las 6:30 con las legañas puestas. Como el vehículo venía lleno atrás, nos sentamos con el culito prieto, a ambos lados del conductor. Menos mal, que estamos delgados.

          Salimos en hora y llegamos al destino solo cinco minutos tarde, pero el viaje resultó muy pesado, con muchas paradas y un insoportable calor derritiente. Nunca habíamos pasado tanto. Ni siquiera, en aquellos trenes de asientos de escay, que se dirigían a la frontera francesa, en nuestros interrailes de hace 35 años. Bueno. En el primer viaje, a India, también casi morimos asfixiados, en el trayecto entre Jodpur y Jaisalmeer, tragando, como imbéciles la arena del desierto, mientras no dejábamos de cruzarnos con convoyes militares.

           En Lucknow, volvimos al hotel de la otra vez y no hicimos más, que comprar la cena y el alcohol.

          Vista la experiencia , queremos no volver a viajar de día en los trenes. Además, para Agra -nuestro próximo destino- no hay plazas para los próximos días. Tocará ir a la estación de autobuses de las afueras, desde donde salen los servicios de más larga distancia.

          Después, nos quedará Vrindavan y camino de Delhi, para iniciar una vuelta, que se prevé larga. En principio: Delhi - Estambul - Viena - Santander.

jueves, 29 de agosto de 2024

Locura de trenes, calor asfixiante y objetivo cumplido en el día de la rata

 Por una cuestión de principios, más que de dinero y ya sin objetivos en Varanasi, nos pasamos toda la tarde del miércoles, urdiendo un plan ferroviario -no hay mucha frecuencia de trenes-, para llegar a Sarnath sin tomar un solo tuck tuck. Hay que anticipar, que conseguimos el objetivo, pero no, como habíamos planificado.

          Los tutuckeros de la estación y de los ghats están demasiado acostumbrados a engañar, fácilmente, a los turistas y les sienta mal -si pueden, actúan en grupo ante la presa -, si opones resistencia. Te tratan de colocar el viaje de ida y vuelta y recorrido por Sarnath y cuando les dices, que solo one way, se descolocan y empiezan a pedir cantidades absurdas e inaceptables.

          Al despertarnos, la cosa pintaba a desconcierto, al consultar la aplicación. El tren elegido y con transbordo en Varanasi City no circulaba y el que ayer nos daba unavailable, estaba a punto de llegar. Recogida de equipaje y corriendo a la estación, con tanta suerte, que cogimos el convoy, casi en marcha.

          Llegamos a Sarnath dos horas antes de lo esperado, en el que ha sido el más horrible día de calor de nuestras cinco semanas, en India.

          Sarnath es un lugar tranquilo, con muchas aceras y la zona monumental está casi peatonalizada (como siempre, algunos motoristas y ciclistas lo joden todo). Hay pelmas, buscavidas y pedigüeños, pero son poco profesionales. Los del transporte son plastas, pero no te engañan con el precio -como comprobamos más adelante - y el escaso turismo está compuesto por grupos nacionales y unos pocos guiris sueltos.

          Empezamos -casi en soledad- contemplando una pagoda japonesa, un templo tibetano y un estanque sagrado, para seguir con un increíble templo budista - por dentro y por fuera-, otro jainita y la columna antigua de Ashok, que junto al museo arqueológico es lo único de pago.

          No adquirimos las entradas, por dos razones. Por un lado , la primera -250 rupias - se ve desde fuera y el segundo, porque no nos interesaba. Por otro lado, no hay taquilla física y debes  escanear un código QR y nosotros viajamos sin datos móviles y con mucha pereza internética extra.

         A la una de la tarde ya habíamos completado la visita. El próximo tren de vuelta salía -como ya sabíamos- a las cinco- y no llegaba hasta Banaras, como pensábamos -estación a cuatro kilómetros de Juntion-, donde habíamos planeado dormir, puesto que partimos desde allí mañana, de regreso, a Lucknow.

          Pedimos precio a un driver, para llegar hasta allí y nos pareció adecuado, pero nos empezó a dar pereza buscar nuevo hotel, sitio de cenar o la tienda de la cerveza y decidimos, que volveríamos donde ayer y la madrugada siguiente, cogeríamos un cacharro a Banaras.

          El regreso resultó tortuoso y en vez de directo, fue con cambio en Varanasi City, porque unos pasajeros indios nos malinformaron

          Cruzamos la calle de la muerte, casi anocheciendo y volvimos al hotel de anoche, donde -teniamos muchas dudas-  no nos hicieron un nuevo check in.

          Llevábamos días alardeando - en respuesta a comentarios de alojamientos en Booking -, que nosotros no habíamos encontrado una sola habitación con basura o ratas, en seis viajes a India.Pues bien: hoy hemos visto corretear a la primera, desde debajo de la cama a los desagües del baño.

Templo jainista, en Sarnath


 

Columna antigua budista, en Sarnath


 

Interior del templo budista más bonito de Sarnath


 

Principal templo budista de Sarnath


 

Estanque, en Sarnath


 

Templo tibetano de Sarnath


 

Pagoda japonesas y montaje de fotos de Sarnath


 

miércoles, 28 de agosto de 2024

Nuestras aguas vuelven a su cauce, aunque no las del Ganges

           Jarreó a lo bestia, durante toda la noche, sin ningún impedimento y hasta, que el cielo se quedó a gusto. 

          Nosotros, ya habíamos tomado una decisión antes: no seguiríamos en el mismo hotel, porque con los ghats inundados, en Varanasi se puede hacer poca cosa. O bien, trataríamos de abordar un cacharro, a Sarnath o volveríamos a la estación central para el día siguiente, abordar ese mismo destino por tren.

          Dejamos el hotel y nos fuimos a Manikarnika, con todavía más agua por todas partes, que ayer. En Varanasi, las cremaciones se llevan a cabo en el borde del río y se observan desde un mirador.

          Como no había orilla, habían subido a los muertos a ese punto elevado y al ascensor la escalinata fue un sorpresón impresionante. Mi pareja quedó a centímetros de una señora a punto de arder y a mí, me pasaron unas parihuelas sobre el hombro con otro cadáver. Entre eso y el firme resbaladizo y escaleras peligrosas, no aguantamos más allí. ¡Ha sido el momento del viaje! Ellos, si no pueden hacerlo a su manera, lo hacen de otra .

          Conmocionados, volvimos a la zona semi peatonal y al ghat central -anegado más, que ayer -, donde ya se había montado el insoportable circo diario: pedigüeños de todas las edades, sadus, buscavidas, tutuckeros plastas, gentes malintencionadas, portadores de ofrendas, niñas de tres años vestidas de Shiva... Una molestia y un intento de estafa de por medio cada minuto, a pesar de la omnipresencia de la policía turística.

          Cambiamos dinero a una buena tasa y tomamos aliento al tardar en traernos las rupias, mientras esperábamos en una sala espatarringados con un potente aire acondicionado.

          Tratamos de coger un tuck tuck, para Sarnath y fue tal la tomadura de pelo, que en diez minutos desistimos. Nos pidieron 800 rupias, para 6,5 kilómetros, cuando ofrecíamos 150. Tras tiras y aflojas y varios conductores, no aceptamos 300, que fue el mínimo, al que bajaron. En este mundo 🌍 sólo hay sinvergüenzas, p.orque los incautos los superan por uno a diez 

          Por el mismo importe de ayer, un conductor ciclista educado y amable, nos devolvió sin aspavientos a la estación, donde buscamos hotel. Preguntamos en recepción, cuanto cuesta un tuck tuck a Sarnath, lo miraron en una aplicación y son, entre 160 y 170 rupias. ¡No habíamos calculado mal!

          Está zona de la ciudad es caótica, pero animada y dispone de una amplia oferta de thalis, pilav, fritanga y lasis recién hechos.

Pesadilla en Varanasi, diez años después de nuestra última visita

          Desde nuestra última visita han arreglado el enrorno frontal, de la estación de Varanasi. Han construido un corredor central peatonal y han dejado el parking a los lados, por lo que han controlado el caos. Pero este se ha acrecentado en el exterior, donde te asedian los conductores de los cacharros y si es el caso, debes cruzar una de las calles más peligrosas de India.
          
          Y fue el nuestro, porque debíamos proveernos de alcohol y de cerveza y en la zona sagrada de los ghats no existe una sola tienda. Nos topamos con el güisqui más caro del país y con la lata de birra de medio - y no exagero- con un precio más elevado, que en Noruega. ¡Mal empezamos!

          Ahora toca negociar el cacharro de turno, al ghat central, en el lugar con los conductores más agresivos de toda India, incluso,con espontáneos samaritanos traductores. De las 200 rupias, que nos piden, lo dejamos en 100, tras largo rato y a cambio nos montamos en el rickshaw -bicicleta, no motor -, más viejo e inestable de toda la ciudad. Con un driver sesentón cascado y de muy mal carácter. El viaje hubiera sido una montaña rusa de emociones, si no hubiéramos vivido esto mil veces.

          Hay unas primeras vallas, que los cacharros ya no pueden traspasar, con ciertas -escasas- restricciones de tráfico. A 200 metros, se ubican unas segundas barreras. Quedan 600 para el ghat.

          Está zona la han peatonalizado y ha quedad lo, muy bonita, pero cómo en India siguen haciendo las cosas a medias, continúan circulando bicis y motos, por lo que no han resuelto nada. Las arterias perpendiculares han mejorado su tránsito, pero debes ir con cuidado.

          Llegamos al ghat central y sorpresa: el Ganges está desbordado y todos están inundados y llenos de lodo, no pudiendo circular por ellos. Los lugareños y peregrinos se bañan con alegría.

          Otro contratiempo más: habíamos planeado caminar por ellos --todo recto- hasta el de Manikarnika, pero eso será imposible.

          Retrocedemos y con dificultad, enfilamos por las laberínticas calles, que conducen a esa zona. Andamos -cada vez peor-, por callejones de metro y medio de ancho, abarrotadas de todo tipo de objetos desordenados y peligrosos, con constante circulación de vehículos de dos ruedas en todas las direcciones. A los lados y como si nada, constantes tiendas de dulces de miel, alternadas con ferreterías, snacks y galletas, sharis de postín y hasta de lujosas joyerías. En cuanto de hora se precipita el diluvio casi final 

          Al final, llegamos a Manikarnika, también enfangado y anegado. No sabemos ni dónde están los muertos, pero como llueve, corremos escaleras arriba al alojamiento.

          Decepción: cuesta tres veces más, que en 2014 y no vale ni la mitad, de lo que recordábamos.

martes, 27 de agosto de 2024

El tren 13413 y el inicio de la pesadilla en Varanasi

           Apuramos el check out en New Japalguri hasta las doce, pero aún así, el día se hizo muy largo, hasta las ocho y cuarto, hora de la salida del tren, que partió puntual.

          Al principio no iba demasiado lleno, pero a las dos horas en una parada, se completó con un montón de jóvenes algo gamberros e inquietos, provistos de mochilas militares. Nos llamó la atención, que una mujer en estado de gestación avanzada, viajará sola y con gran equipaje. Empezó tumbada en un asiento y acabó en el suelo, porque no tenía billete, pero el revisor ni se lo pidió.

          Me dormí enseguida, pero desperté, abruptamente, debido al calor y ya solo cogí el sueño a ratos. Sobre las cinco comenzó a llover -solo un cuarto de hora en los últimos tres días - y agradecí, tumbado en la litera, las frescas gotas sobre mi cara.

          Íbamos con media hora de adelanto, pero a falta de cuatro kilómetros, el tren se detuvo, dejó pasar a otros cinco y llegamos puntuales, no a Varanasi, sino a DD  Upadhyaya, situada a 18 kilómetros.

          Caía la mundial y eso provoca el caos en todas las estaciones de India, porque en ellas se refugian -muchos niños mendigos incluidos -, todos los que no tienen otro sitio donde ir.

          Todo había ido perfecto, así, que compramos los billetes para Varanasi y comenzó nuestro día pesadilla, en el que terminé, incluso, herido pero leve, pero al menos, no muerto.

          El tren 13413 era el asignado. Empezó circulando lentamente, para continuar deteniéndose a cada rato. En un momento dado, se paró durante una hora, dejando pasar a más de diez convoyes -incluidos mercancías -, llevándonos a la histeria. Al final, 160 minutos de trayecto para una distancia ridícula. Y el resto de los pasajeros sin ni siquiera inmutarse, mientras caía el diluvio universal.

        Al menos, dos anécdotas nos sacaron por instantes del mal humor y del abatimiento. Una chica iba sentada con su hijo de unos seis años y otro de uno. Se guardó el dinero en su sujetador. Poco después, el crío lo levantó y cuando parecía, que iba a chupar de teta, agarro la pasta y se la llevo en un puño.

          Al llegar a la estación de Varanasi  nos abordó un tukctukero muy pesado, tanto, que le amenazamos con la policía turística, qué en ella se encuentra. No entendió eso, sino que le estábamos pidiendo información sobre donde estaban los agentes y amablemente, nos lo indicó.

          Tercera visita a Varanasi. La primera nos maravilló, impresionó y emocionó. La segunda nos dejó indiferentes y está, nos está asqueando. Pero, como pillaba de camino,queremos llegar a Sarnath, a 8 kilómetros de aquí.

          Lo de asqueando, os lo contamos en el próximo artículo.

De caóticas 🛒 compras 🛒 por Varanasi


 

El Monzón en Varanasi


 

En el corazón ❤️ del caos de Varanasi


 

Desde la terraza del hotel 🏩 de Varanasi


 

Embarrado ghat de Manikarnika, en Varanasi


 

Los ghats de Varanasi están completamente anegados


 

domingo, 25 de agosto de 2024

In the "JAIL" Palguri, again

           Son las cinco de la madrugada del día 48 de viaje y el sol está en la linea del horizonte, calentando nuestras poco despejadas cabezas, pues -al contrario de casi siempre -, no hemos dormido bien en la litera, que nos ha traído de Guwahati. Hace calor y una humedad casi imposible de sobrellevar.

          Será una jornada clave para el devenir del viaje. Si encontramos slepeer a Patna, o Varanasi, el retorno se allana bastante. Por el contrario, sino hay suerte, comenzará un rosario de buses locales o aterradora segunda de tren sin reserva, que junto a las altas temperaturas, nos pueden amargar la existencia.

          De momento, optimismo moderado: hay plazas Takhal para dos trenes, a Patna, desde ayer noche, pero ninguna para Benarés.

          De todas formas, la palabra del día va a ser paciencia, porque faltan tres horas para que abran las ventanillas; cinco para que empiece la Takhal de aire acondicionado y seis para la de literas, que es la nuestra.

          No perdemos detalle y a cada rato y gracias a un wifi de nuestro primer hotel del pasado, consultamos la aplicación Confirmtkt. A las siete de la mañana, una buena noticia: se abren varias cuotas Takhal para Varanasi. A ver si pillamos alguna, porque no podemos pasar un solo día más aquí, en "Jail Palguri".

          El tiempo parece no pasar, las moscas nos machacan sin piedad y nos aturde el cerebro, la machacona voz aguda femenina de la maldita megafonía.  

          De todas maneras, aquí está todo mucho mejor organizado, que en Guwahati. Una persona va tomando nota en una lista, según el orden de llegada, para que no haya disputas y nosotros estamos en la parte delantera del preciado listado.

          Otra cuestión a favor es, que la chica de hoy es súper amable y se desvive por ayudarnos, incluso, media hora antes de la apertura del cupo.

          Llegan las once y la tensión conjunta es ya inasumible. Mi pareja ha hecho incluso amistad con algunos de los miembros del listín.

          Al principio, llegan momentos de confusión. Parece, que hay plazas, no en el tren , que hemos pedido a Varanasi, sino en otro. Pero tras dos minutos, nos confirma con pulgar arriba, que iremos, en el que deseábamos

          Son las once y cinco y nos dirigimos al hotel de hace un par de semanas. De camino, compramos güisqui y cerveza en la tienda del alcohol. Debajo de la habitación, tenemos el Domino's Pizza. No hace falta volver a pisar la calle en todo el día. 

          Adiós, a New Japalguri o mejor dicho: "Jail Palguri".

          Lo que demuestra esto es, que en India , mas que a merced de la ley o de la lógica, se está a la de la voluntad de quién te atiende

Kamakhya y su bello templo

           Nuestro tren de regreso a New Japalguri, no salía de Guwahati, sino de Kamakhya, uno de sus suburbios. En este lugar hay un bello templo dedicado a la diosa Sakti y como teníamos hasta las seis de la tarde decidimos acercarnos a verlo.

          Pero antes había, que poner al día la logística, por lo que nos fuimos al cajero de SBI -uno de los bancos indios que no cobra comisión- y nos costó encontrar uno, que funcionara, en una pequeña sala, donde varios niños de entre uno y tres años, pedían de forma descarada y molesta, a todos los que nos acercábamos a la máquina. Aparentemente, no había madres ni padres alrededor o en las cercanías.

          También, nos acercamos a la oficina de reservas de la estación, porque al levantarnos, habíamos visto cuota Takhal para varios convoys a Varanasi para mañana, pero la respuesta fue sencillamente, wait list. Creemos, que no nos los quisieron vender, porque fueron muy poco amables.

          Sobre las doce tomamos un tren y en poco más de cuarto de hora estábamos en Kamakhya. Lo primero al bajar fue ver dos enormes carteles con los caretos de ladrones, que roban móviles en los trenes o material ferroviario. 

          Habíamos leído, que para ir al templo, había que coger un autobús verde, pero no vimos ninguno. Azuzados por el ayudante de otro, nos subimos, pero fue un error, porque nos dejó lejísimos.

          De todas formas y disponiendo de hora y media para subir y otro tanto para bajar, se puede ir andando. Se camina un par de kilómetros por la cómoda calle principal y después se gira a la izquierda -está indicado - y se acometen otros tres y medio de serpenteante ascenso por la carretera. Existe una forma de acortar, subiendo escaleras, pero no la recomendamos, porque están en muy mal estado y es más esforzado.

          Como de costumbre en estos lugares, el templo estaba lleno de gente. Menos mal, que no nos coincidió con los tres días, que está cerrado mientras la diosa tiene su menstruación, ya que aquí se encuentra su útero.

          Está rodeado de un extraordinario y animado mercado. Tiene un gopuram principal de piedra labrada, que parece antiguo y varios tejados abovedados y de colores.

          Las protagonistas principales son las cabras, a las que de la mano, les dan de comer plátanos, que engullen con la propia piel.

          Por lo demás, Kamakhya es una ciudad con aceras y una pequeña zona de mercado, por la que resulta agradable dar un paseo, sin desesperarse.

          El tren partió a la hora señalada, pero llegamos al destino con hora y media de retraso. Había unas cuantas plazas libres, por lo que no entendemos muy bien, como nos había costado tanto obtener los billetes. Dormimos poco y mal y cuando descendimos del vagón a las cinco de la madrugada, estaba amaneciendo.

¿Conocéis los nombres de todas estas 🍅🍆 verduras?


 

Mercado en torno al templo de Kamakhya


 

Kamakhya Temple


 


Templo de Kamakhya


 

viernes, 23 de agosto de 2024

Empieza la travesía del desierto, hacia Varanasi

           El día comienza con buenas noticias: ha dejado de llover y según la app, hay billetes en cuota Takhal, entre Guwahati y Gorakhpur para mañana por la noche.

          Dejamos el equipaje en el hotel y raudos, nos encaminamos a la ventanilla de reservas de la estación de trenes. El taquillero nos indica, que necesita fotocopias de nuestros pasaportes. Salimos a hacerlas y nos cobran diez veces más que de costumbre. ¡Eso nos pasa por no preguntar!. Y todo, para llevarnos un chasco y un cabreo, porque asegura, que el no puede gestionar ese billete y que debemos hacerlo mañana en Guwahati . ¿No es posible o no le da la gana? Ahí quedará la duda, pero el problema es, que el día siguiente ya no existe esa tarifa.

          Día dando repetitivos paseos y sentados en la estación hasta las siete, hora de la partida de nuestro tren, que resultó, el más vacío, que hayamos cogido nunca en seis viajes por este país. De las ochenta plazas de un vagón de slepeer no llegaban a veinte las ocupadas.

          Partimos en punto, pero a las tres de la mañana, ya íbamos con cuatro horas de retraso, tras dos largas paradas. Tuvimos un amago de problema con un buscavidas. No es seguro viajar en trenes con tan poca gente.

          Empleamos dos horas y media para los últimos cincuenta kilómetros y llegamos cinco horas tarde. Consultamos en las ventanillas, aún sabiendo por la aplicación, que no había Takhal para ninguno de nuestros destinos (New Japalguri, Patna, Gorakhpur y Varanasi)

          Acabamos en el hotel de la última vez aquí, después de que nos tomaran el pelo por duplicado. Nos cobraron cien rupias más y nos querían despachar con una habitación individual, con una cama de no más de medio metro de ancho. Protestamos y nos devolvieron a la del otro día. Echamos de menos nuestro alojamiento de Agartala.

          Con el wifi descubrimos, que hay plazas de litera para mañana, a New Japalguri. Otra vez a la estación y resulta, que en realidad no existen y nos mandan a la wait list, elección, que nunca aceptamos.  Ya os lo explicaremos en un próximo post.

          Vuelta al alojamiento desesperados y deprimidos. Hay buses a Siliguri, pero no nos apetece volver allí y además, cuestan el doble.

          Comprobamos ahora, que han salido billetes Takhal para todos los trenes a New Japalguri para mañana. Y corre, que te corre, de vuelta a la terminal. Eso nos pasa, por no haber comprado a la llegada una SIM india en el aeropuerto de Bombay (después no las hemos visto).

          A otra ventanilla -ya nos conocen en casi todas- y la chica, nos manda otra vez a la lista de espera. Debemos enseñarle la foto de la Takhal en el móvil, para que caiga en la cuenta. In extremis, ¡tenemos los boletos para New Japalguri! para las seis de la tarde de mañana.

          Ahora queda el asunto del cambio. No habíamos tenido problemas en Shillong a una muy buena tasa en una tienda de electrodomésticos y aquí, el único sitio de canje de moneda, que hemos encontrado, nos ofrece 84 rupias por euro, cuando está a 94. ¡Para robos así no estamos!. Así que mañana y por primera vez en este viaje, tiraremos de cajero. Hay, que elegir bien el banco, porque algunos cobran elevadísimas comisiones.

miércoles, 21 de agosto de 2024

Cuatro semanas en India, mes y medio del undécimo viaje largo

         Mañana, cumplimos cuatro semanas en India, después de otros diecisiete días por Italia, Albania, Grecia, Emiratos y Omán. En total, ya, mes y medio.

          La primera parte en el subcontinente indio fue trepidante. Aterrizamos en Bombay, volvimos a Daman y nos pegamos auténticos chutes de felicidad en Madya Pradesh, con las imprescindibles visitas de Mandu y Maheswar, que debimos haber hecho bastante antes.

          Llegamos con esfuerzo a Utar Pradesh y Lucknow, otras veces ignorada, nos sorprendió, muy positivamente.

          Con esfuerzo, arribamos a Gorakhpur, que no aportó ninguna visita interesante, pero si, un par de situaciones límites, que porque salieron bien, recordamos con cariño. A partir de ahí, se inició la semana ominosa, con la dificultad para llegar a Siliguri y New Japalguri y el escape extraño a Darjeeling.

          Fueron tiempos vacíos y de bajón, que nos metieron en un remake calamitoso de nuestras propias vidas de hace seis meses. 

          Conseguimos huir, aunque costó y Guwahati fue nuestro purgatorio, con reencuentros buenos y otros  repetitivos, que nos frustraron algo.

          Reemergirmos con el tránsito a Megalaya y la visita de Shillong, una de nuestras ciudades favoritas del viaje por su vitalidad, convivencia afable y vibrante mercado de casi todo.

          Acabamos en Agartala, en Tripura, con mucha pereza, porque el viaje es largo y había que volver por el mismo camino. ¿Ha merecido la pena? Para nosotros sí, porque somos más de movernos y de experiencias, que de monumentos.

          Pero, hay que reconocer, que hacer más de mil kilómetros -ida y vuelta - para ver un solo palacio y un templo, suponen un esfuerzo hasta para el más activo. Porque en Agartala, volvió la India sórdida, la de la basura, los barros, los charcos, las zanjas, los baches... Y ni un atisbo de un bazar, más allá de los multicentros (embrión de centro comercial de ropajes).

          Llegamos al punto más lejano de India e iniciamos la vuelta, con la misma incertidumbre,  que al venir. 

         Nos hubiera gustado llegar a Impal, en Manipur, pero son más de 400 kilómetros en bus, si lo hay -no sabemos , ni donde está la terminal -y no tenemos ya él cuerpo para eso.

El rugir del monzón

           Hoy ha sido el día más lluvioso del viaje y tenía muy difícil conseguir ese record, porque menos ayer, ha sido una semana fatal en este sentido. Estamos teniendo suerte, porque las mayores trombas nos han pillado de viaje, durmiendo o en una jornada con escasos objetivos, como hoy.

          Comenzó el intenso jarreo a las cinco de la mañana y así estuvo sin parar, durante nueve horas, para retornar después de otras cuatro. El ruido del agua era tal, que apagaba el del ventilador de la alcoba. La riada por las calles era intensa e imparable, con el agua a toda velocidad, llevándose por medio objetos ligeros. Los charcos y los barros son rojizos, por causa del polvo de las cercanas fábricas de ladrillos.

          Debido a la intensidad del monzón muchos de los negocios, cercanos al hotel ni abrieron -incluso, dentro de la estación - y los restaurantes cerraron pronto. El chico de la fritanga, de las croquetas, de la pakora y el pollo crujiente, ni siquiera montó su puesto. Por lo que nos ha tocado cenar snacks y galletas, con la poca variedad con la que cuentan aquí.

          Es nuestro séptimo monzón en Asia y nunca habíamos visto algo parecido. No tanto por la intensidad de las trombas, que siempre han sido bestiales, sino por el gran aumento de la duración de cada una y de la frecuencia. 

          La jornada la habíamos comenzado regresando a la estación de tren. Es tranquila en tiempos de paz, pero se vuelve caótica con las lluvias, con gente tirada, que no dispone de otro sitio donde refugiarse.

          Se había ido la luz de todo el edificio y la pantalla -con generador autónomo - anunciaba la cancelación del próximo tren de la mañana. Menos mal, que no es en dirección Guwahati, adonde regresamos mañana. Dos viajeros de ese convoy estaban furiosos y asediaban la ventanilla, por lo que preguntar por nuestros trenes resultó heroico. El resultado, el que esperábamos, así, que tendremos que esperar a mañana o pasado, a la cuota Takal (inmediato, en hindi)

          Nos fuimos al hotel y con mucho tiempo por delante, nos pusimos a enredar y para nuestro regocijo, dimos con una aplicación , que te da los asientos libres en cada clase. Se llama Confirmtkt y así, ya no tendríamos, que depender, de los casi nunca amables emplead@s de las taquillas.

          De momento, solo nos ha servido para trazar cuatro planes y los dos primeros siguen dependiendo de la cuota Takhal, porque van los trenes abarrotados, durante días. Es ridículo, que para gestionar el viaje por India, tengas, que manejar, mínimo, cuatro apps diferentes.

          Cada día y sobre las ocho y media de la tarde, el dueño del hotel nos trae un par de botellitas de agua mineral. Esperamos, que mañana no lo regalen, porque significaría, que habrían cancelado nuestro tren.

martes, 20 de agosto de 2024

Agartala

           Renovamos la fantástica habitación de hotel por una noche y nos fuimos a la cercana estación de tren, a por un nuevo intento de reservar billetes, desde Guwahati, a Patna o New Japalguri. Teníamos pocas esperanzas y las previsiones se cumplieron. Habrá que esperar, al día de antes y a la cuota Takal. Y si no, la infernal clase general o los autobuses. En cualquier caso, la vuelta va a ser complicada y lenta.

          Iniciamos el camino hacia la tienda del alcohol, situada a unos tres kilómetros andando. La habíamos localizado en el Maps y está de camino al palacio, el atractivo más importante, de Agartala. Había caído un tormentón dos horas antes y las calles estaban impracticables y anegadas, chapoteando en los charcos y resbalando con los omnipresentes barros 

          Llegamos en unos treinta y cinco minutos, siendo las 10:10 y estaba cerrada. Preguntamos y nos dijeron, que abría a las 11:00. Así, que a esperar, porque las reservas de güisqui de Shillong están casi agotadas. Nos quedamos de pie, porque en India hay pocos sitios para sentarse y menos, durante la época de lluvias. Al lado una gasolinera para tuck tuck -los coches van por otro lado -con una hilera de cacharros verdes y amarillos, esperando para repostar. Bastantes conductores venían empujando su vehículo, sin una gota de gasolina en el depósito.

          Al final, la wine Shop abrió a las 11:30. El alcohol, al doble de precio, que en Shillong. El vendedor se hizo unas cuantas selfies con mi pareja. Aprovechamos para preguntarle, cuanto valía el autoricksaw, desde allí, al palacio. Nos dijo, que cien rupias, que fue lo que pagamos, porque coincidió, con lo que nos pidió el driver. Por ese trayecto, los indios pagan menos de la mitad, pero para que discutir por cincuenta céntimos, si no hay otra forma de abordar el objetivo (ni buses públicos, ni privados, ni trastos compartidos).

          El palacio es hoy un museo, que podríamos habernos saltado, pero es, que el edificio no se ve desde fuera, por lo que pagamos a regañadientes -primera y última, en este viaje-, las 250 rupias, que piden. Ya sabemos, que son 2,50 euros por persona, pero eso supone las 2/3 partes, de lo que cuesta la habitación cada noche o tres veces, lo que nos vale comer y cenar.

          El palacio es muy bonito por fuera y del interior del museo no se pueden hacer fotos ni vídeos. Resulta interesante, porque en un rato, te empapas -y nunca mejor dicho, en esta época- de la historia, cultura, tradiciones y demás, de este estado donde conviven tanta diversidad de tribus.

          La verdad es, que en un radio de cincuenta kilómetros de aquí hay unas cuantas cosas interesantes, pero esa distancia, aquí en India, te lleva dos horas y no todo se encuentra en la misma dirección. Tampoco hay una infraestructura de tours de un día organizados, que te puedan facilitar las cosas. 

          Entre los atractivos, unos grabados de dioses en una pared de roca con su río y sus canoas locales, varios sitios arqueológicos, una catedral, un palacio enclavado en un lago ...

         A la vuelta y como no llovía, ni hacía sol, nos hicimos en dos horas los siete kilómetros de regreso, caminando, sin excesivas tensiones, pasando la tarde paseando por el entorno absolutamente rural de los alrededores del hotel. Un perro sarnoso, nos quiso disputar la comida.

        Mañana esperamos un día tranquilo -mucho decir - y el jueves por la tarde regresaremos a Guwahati.

Templo en Agartala (Tripura)


 

Otro del palacio de Agartala


 

Palacio de Agartala


 

Palacio de Agartala, en Tripura


 

lunes, 19 de agosto de 2024

Día redondo, de camino a Agartala

           A las dos de la madrugada ya estábamos en pie, preveyendo un día duro, por el largo viaje hasta Agartala y por la incertidumbre a la llegada, a una hora de hacerse de noche, en el mejor de los casos. Por la calle se anda mejor a esas horas, que durante las del día, porque apenas hay tráfico y cacharro alguno sobre las aceras. Pero la luz es escasa y esconde los peligros y las trampas.

          La primera pelea del día es con una señora gorda, que se niega a moverse de la litera de abajo, para que podamos montar la del medio. Con esta mujer y su amiga, de idénticas dimensiones, tendríamos varios problemas a lo largo de las horas, debido a su actitud salvaje e intransigente. De hecho, también los tuvo la policía, que a falta de unos cien kilómetros para el destino, les registro su pesado equipaje, a fondo, sin encontrar nada.

          Salimos puntuales y costó dormirse, porque estábamos desvelados y por el intenso calor, pero finalmente lo logramos, para despertar sobre las nueve, observando un bonito y verde paisaje de montaña y constantes y largos túneles. Más adelante y para no desaparecer, llegaron los campos de arroz y finalmente, las fábricas de ladrillos. Ambas escenas son típicas de Bangladesh, país, que estamos bordeando .

          A las diez empezó a llover de forma intensa y cuando esto escribo, todavía no lo ha dejado. Cada tormenta va dejando en ridículo la del día anterior. No habíamos visto un monzón parecido en nuestra vida, ni en India, ni en el sudeste asiático.

          Nos volvemos a dormir hasta la una de la tarde, a pesar de las gordas y de los gritos de los vendedores. El resto  del pasaje va bastante tranquilo y es de agradecer. A ratos, vamos por delante de la hora y para nuestra inmensa felicidad, llegamos puntuales, por primera vez, desde hace mucho tiempo. 

          Queda una hora de luz y debemos aprovecharla, porque el deteriorado firme está encharcado y lleno de barros y de noche, podría ser terrible. En las inmensas balsas de agua, vemos y oímos a ranas y/o sapos, sin llegar a distinguirlos. La tromba sigue cayendo sobre nuestras cabezas, pero no queremos perder tiempo.

          Llegamos al primer hotel, que habíamos visto, en Maps. La sorpresa es mayúscula, porque no nos ponen ninguna pega, tienen wifi y nos piden 600 rupias, que después reajustan, a 800. El tío no habla ni papa de inglés y el registro nos lo hace un cliente.

          Más sorpresas: la habitación es nueva, muy luminosa y amplia. ¡De las mejores de este viaje!.

          La estación de Agartala se encuentra muy a las afueras y salvo hoteles, apenas hay ningún servicio, excepto un puesto de fritanga, donde cenamos a base de soberbias croquetas de pollo, huevo duro y patatas, fritas a nuestra vista. Lastima, para redondear, que la tienda de la cerveza mas cercana, se halle a dos kilómetros.

          En India, tu planificas, te haces tus ideas y después la realidad te da un baño de: "esto es lo que hay" 

          En Tripura, cristianos e hindúes son mayoría (40% de cada uno). En Megalaya, también cristiana, nos cogían en todos los alojamientos y aquí, al primero. Pensamos, que el asunto religioso y la legislación estatal tienen bastante, que ver con este hecho. 

El monzón tras la mosquitera, en la noche de Agartala


 

domingo, 18 de agosto de 2024

Un día tonto en India da para escribir un libro

           Es domingo y nos toca madrugar, porque queremos comprar billetes de tren en la estación de Guwahati y al ser festivo, la oficina de reservas cierra a las dos de la tarde.

          No tarda demasiado en completarse el jeep de vuelta y como estoy en mejor posición, que a la ida, me duermo casi todo el viaje. Me despierto en la frontera entre Megalaya y Assam, para comprobar, que la casi perfecta carretera por donde transitamos, se ha llenado de baches y deformaciones. También, han vuelto los charcos, los barros, los malos olores y la basura. A las doce estamos en Guwahati, para pasar la hora más horrible de este periplo (y ha habido unas cuantas)

          Mi pareja se pone en la ventanilla, barajando cuatro posibles opciones para dentro de seis días: Guwahati -Patna, Guwahati -Palitputra, Kamakyia-Patna y Kamakyia-Palitputra. Hemos descubierto, que Kamakya es un suburbio de Guwahati y Palitputra, otro de Patna y así aumentamos las posibilidades de encontrar plaza.

          El taquillero no sabe inglés y se pone nervioso, aunque asegura, que todos los trenes elegidos tienen wait list. No obstante, nos manda a otro mostrador. La que atiende es tan o más maleducada, que la de New Japalguri. Nos pide el pasaporte - por primera vez en este viaje- y obligatoriamente, un número de teléfono indio (por primera ocasión en la vida). Mi pareja trata de que los novios de atrás le den su número. La chica dice, que no, porque incurriría en grave irresponsabilidad, pero ante nuestra desesperación, el chico nos escribe el suyo.

          Y yo esperando, con todavía algunos amagos de retortijones de la diarrea leve, pero frustrante. Y al final, para que la taquillera gilipollas le dijera lo mismo, que el primer cobrador. Todos los trenes a la wait list o a la cuota takal del día antes.

          Pero, yo de eso no me enteré, porque estaba discutiendo con una policía imbécil, que me incordiaba sin intenciones claras y sin haber hecho nada más, que estar esperando. Ante la pregunta de cual era el problema, la respuesta fue pasaporte, visa, billete hacia algún sitio... Nosotros pareceríamos ser un peligro y no los cientos de niños mendigos -no es habitual en casi ningún sitio - y adultos, que viven, molestan y duermen en esta estación.

          No contenta con eso y con la ayuda de un compañero, nos hicieron pasar los bultos por un escáner y me hicieron un severo cacheo, atribuyendo mi defecto visual congénito, al alcohol.

          Aún quedaban catorce horas para el tren, a Agartala, que no queríamos pasar,ni en la calle y menos , en la estación. Tratamos en el hotel del otro día, que nos cobrarán solo media jornada, a mitad de precio, pero no. En el de al lado, si nos hicieron un descuento aceptable.

          El premio del día fue volver al puesto de una señora mayor -el día de la fiesta no estaba-, que tiene la mejor fritanga de toda India. Especialmente, las bolas de huevo y patata con rebozado crujiente.

sábado, 17 de agosto de 2024

A pesar de todo, encantados con Shillong

           Hoy hemos dormido con el ventilador apagado y tapados con una manta hasta las orejas. Ha llovido parte de la noche y me da mucha pereza levantarme, salir a la calle y cambiar de hotel. Tal vez, me esté empezando a pasar factura psicológica esa casi dura semana en Siliguri y New Japalguri -mejor dicho, "Jail Palguri"-, en la que nuestro día a día fue una pesadilla de remake de nuestras propias vidas de hace medio año.

          Ha sido todo un soplo de aire fresco arribar a Shillong, después del purgatorio de Guwahati.

          Shillong no es una caótica ciudad cacharro, aunque echamos de menos el día de la Independencia en que todo se paraliza. ¡Podían haberse emancipado las 365 jornadas del año!

          El cambio de hotel no salió, como esperábamos. Donde nos ofrecieron ayer por 800, hoy nos pidieron 1500, así, que los mandamos a freír espárragos. Acabamos en otro cercano, bastante básico, pagando 1000, pero al menos, nos duchamos con agua caliente. Estamos hartos -como en este caso - de los establecimientos, que aseguran tener wifi y cuando te han atrapado el dinero añaden: "pero solo en recepción".

          Afortunadamente, Shillong no es la típica ciudad de India: está relativamente limpia, carece de barros y malolientes charcos eternos y tiene bastantes aceras, al "India style", como en Darjeeling y Gangtok. Las hacen elevadas -estilo pasarelas- y con rejas, para que no se suban las bestias con sus motos y otros cacharros. El problema es, que te pasas la vida subiendo y bajando escaleras en cada cruce o entrada y que en las aglomeraciones, el tope de la verja genera situaciones peligrosas.

          Observando el parque móvil -muchos coches de gama media y muy pocas motos-, se comprueba, que el nivel de vida es más alto, que en los ocho estados visitados, anteriormente. Por las calles hay muchos menos mendigos, no circulan vacas y cabras y los escasos tuck tuck tienen puerta.

          Los pocos turistas -hoy vimos al segundo guiri - que llegan hasta aquí, lo hacen, fundamentalmente, por las cascadas del elefante. Está a doce kilómetros y solo se puede ir a dedo o en un caro taxi, pero ni siquiera los taxistas nos la han ofrecido. No existen agencias que las trabajen, ni tampoco el resto de los alrededores de Shillong.

          Así, que no hemos ido, porque ya hemos visto muchas en nuestra vida. Costaba 20 rupias en 2019, pero hoy en día debe ser mucho más, porque para entrar al lago del centro, piden 80.¡En Megalaya cobran por todo!

          Además de este lago, son accesibles andando, las catedrales, otro par de iglesias, el Museo Don Bosco y la agradable, animada y descendente, calle Jail.

          Mañana regresamos a Guwahati y al calor; para por la madrugada largarnos en tren, a Agartala.

Una 🕐 de las dos 🕑 catedrales de Shillong


 

viernes, 16 de agosto de 2024

Un atasco infernal y hoteles de precio prohibitivo, dan la bienvenida a Shillong

           Sobre las nueve de la mañana dejamos el hotel más caluroso del viaje, donde del grifo del agua fría sale el líquido elemento casi hirviendo durante el día, dado que el depósito está en el tejado.

          No tardamos mucho tiempo en acomodarnos en el Jeep, único medio de transporte, -es un decir, porque es el más incómodo hasta la fecha, de este viaje-, aunque no sin discutir, porque para cuadrar sus planes, nos querían colocar en vehículos diferentes. 

          La primera hora fue un infierno, dentro del atasco más monumental vivido nunca en este país y ya es decir. El techo ardiendo y fuego solar entrando por las ventanillas -nada de aire acondicionado, a pesar del alto precio del pasaje-, nos daban la sensación de estar sentados en el interior de un radiador incandescente.

          Y soportando este panorama, sin ni siquiera poder beber agua, por temor a realimentar la diarrea de ayer. Al final, contemplamos la causa del colapso: un camión enorme de sacos de maíz había volcado en mitad de la carretera.

          Tres horas y media para noventa y siete kilómetros, porque el chófer paró para comer. No se entiende una cosa así para ese corto margen de tiempo, porque en las quince horas, que duró el viaje del otro día, a Siliguri, solo detuvieron el bus una vez para todo (comer, mear,lo siguiente).

          Al llegar a Shillong, se presentó el problema de los hoteles, que ya preveíamos. Nos pedían tres veces más, de lo que venimos pagando. Al final hemos encontrado uno por la mitad -1500 rupias - y otro para mañana por 800, muy básico, pero el de hoy también lo es, porque no tenemos ni agua caliente, estando a 20 grados (diez menos que ayer).

          De momento, estamos encantados con esta ciudad y su Police Bazar -vaya nombrecito-, lleno de actividad comercial y de vida, a pesar de que por la calle principal pasen molestas motos y coches. Aunque la gente es más educada -igual de brutos, eso sí, que en otras partes - y tienes serias opciones, si te decides a cruzar, de no morir en los pasos de cebra.

          Megalaya es un estado de mayoría cristiana, por lo que abundan las carnicerías y las tiendas de alcohol, con el güisqui a mitad de precio, que de donde venimos.

Shillong , en Megalaya


 



Police Bazar, en Shillong


 

jueves, 15 de agosto de 2024

Cajón de sastre del viaje (parte II)

           -Autobuses o la segunda clase del tren para viajes de menos de 200 kilómetros, en India. ¿Que es lo más conveniente?: es complicado y puede depender del trayecto, del día y de la hora.

          Las ventajas del ferrocarril son el precio -a veces, la tercera parte del bus-, la velocidad media -salen de la ciudad sin parar docenas de veces-, la ausencia de baches y resaltos y los servicios de comida y bebida a bordo. Los inconvenientes: masificación absoluta y falta de intimidad -alguna gente no se corta y te molesta de todas las formas posibles-, la falta de asientos -a veces- y los frecuentes retrasos. Las estaciones de tren suelen estar más céntricas que las de bus.

          Ventajas de ir por carretera: menos pasajeros, más intimidad si consigues sentarte con tu acompañante, más comodidad -no siempre - y mayor puntualidad. Desventajas: velocidad media baja, interminables paradas antes de salir de la ciudad y durante el recorrido, baches y resaltos, tráfico denso y el poco competitivo precio.

          - Historia de una escalera: en la estación de Bhopal y al salir del tren, estuvimos atrapados y aplastados en tres tramos de escalera, agitados hacia todas partes, por quienes subían y bajaban sin ningún orden. Nunca habíamos vivido algo semejante. En el tumulto mi pareja perdió -o le quitaron -, la cartera con los billetes pequeños (de menos de cien rupias)

          -¡Hala Madrid!: nuestro equipo de toda la vida. Pero, no nos engañemos a los indios el fútbol les importa un pimiento. Unos días antes de partir, encontramos una camiseta conmemorativa de la liga y de las copas de Europa y decidí llevármela, porque al ser blanca y de buen tejido, penetra menos el calor. En Italia, Albania y Grecia y hasta en Emiratos y Omán, mucha gente nos paraba en la calle, incluso para fotos. Llevamos tres semanas en India y la prenda pasa totalmente desapercibida.

          -La vista desde un tuck tuck: siempre había viajado en la parte de atrás de estos vehículos y no al lado del conductor. Cómo éramos varios pasajeros, para tomar el bus a Siliguri, en plena carretera, nos montaron en uno - a otros los llevaron en moto- y me toco en esa posición. Comprendí, que la perspectiva era totalmente diferente, a cuando caminas por la calle. Te das cuenta, que hasta los movimientos más agresivos del driver, están relativamente controlados 

          -Una India en constante cambio: sobre todo, en materia de alojamiento. Sitios donde no nos cogían y ahora si o viceversa hace seis meses, además de que alguno nos han pedido entre un 25 y un 50% más por la habitación. Por el contrario y en determinados aspectos, permanece el inmovilismo. La mayoría, hoy en día disponen de ordenador, pero siguen duplicando el registro con esos pesados e ingobernables libros del check -in.

Otro templo de Guwahati


 

Templo en Guwahati


 

Celebración 🎂 religiosa en New Japailguri


 

Dieciséis horas y media de retraso

           Y el tren llegó a New Japalguri con dieciséis horas y media de retraso (nuestra anterior marca estaba en dos menos). Así, en vez de a las 4;30 a.m, partimos a más de las 9 de la noche, por lo que hubo que entretener todo el día por las calles de esta ciudad, como hace seis meses. Nuestro cansino transitar, comenzó a ser un remake malo de nuestras propias vidas.

          Sí dos cosas buenas tenía New Japalguri eran, el acogedor hotel ubicado casi enfrente de la tienda de la cerveza y el alcohol y el puesto donde comimos las mejores samosas en el viaje anterior. Se han quedado en una, porque este último está situado junto a la enorme zanja, que ha provocado la rotura de una tubería y se encuentra de capa caída.

          Sobre las tres de la tarde, intentamos obtener los billetes del tren de vuelta, entre Agartala y New  Japalguri para el día 22, con ocho jornadas de adelanto. Nos tocó una tía muy maleducada y gritona. Tras confundirnos varias veces nos dijo que no había nada en ninguna clase, hasta el 26. ¡Habrá que buscarse la vida de otra manera!

          Ya entrada la tarde, nos cayó la clásica tormenta de cada día, aunque no fue antológica. Cuando salimos sentimos el airecito del movimiento del tren y el alivio de salir de una vez, de este penal de alta seguridad, de New Japalguri.

          Nuestras previsiones para el retorno, a Guwahati, no eran demasiado optimistas, después de un viaje tranquilo, aunque con algún alborotado. Pero también, en esto fallamos: en menos de quince minutos y gracias a la cuota Takal, después de ser atendidos por un encanto de chica, teníamos los billetes de regreso, a Guwahati, para el 22. Desde aquí trataremos de llegar, a Varanasi.

          La otra vez y con el ya clásico "is full, no rooms", tardamos casi tres horas en encontrar alojamiento. En esta ocasión, en menos de media, teníamos habitación,mucho más adecuada y al mismo precio. Mejor así, porque desde esta mañana, arrastro la primera cagalera en seis viajes, a India.

          Hoy es el maldito día de la Independencia. Hasta los abundantes niños mendigo de aquí, llevan la banderita patria. Casi todo está cerrado, incluidos la mayor parte de restaurantes. E incluso, los puestos de inservibles achiperres diversos.

          Si no hay contratiempos, mañana viajamos, a Shillong, en Megalaya.

martes, 13 de agosto de 2024

Cajón de sastre del viaje (parte I)

          En esta entrada -y alguna otra posterior -, vamos a contar algunas opiniones o anécdotas, que no caben en los post de nuestro día a día. Son, fundamentalmente, sobre India, aunque no todos.

          -¿Cuándo es la mejor época para venir, a India?: nosotros hemos estado aquí, todos los meses, salvo abril y diciembre, así que podemos dar una opinión fiable. Para empezar y salvo los sitios con determinada altitud y en verano, ningún momento es perfecto para venir a este país. Para continuar y hasta hace unos días, teníamos la respuesta muy clara, a pesar de que este monzón está siendo más virulento y lluvioso que los otros cuatro, que hemos vivido aquí. 
 
          No obstante, nos seguimos quedando con esta estación, porque India está más verde que nunca; no hay polvo por ninguna parte -no se te ponen las uñas negras-; no pasas el calor del resto del año y  no llevas el sol todo el día clavado en la cabeza. El monzón echa para atrás a muchos viajeros y no le veo el sentido. Los únicos problemas son, que las lluvias te hacen perder algo de tiempo y que todos los santos días tengas los pies mojados 

          -12345678: No os podéis ni imaginar la cantidad de wifis, que tienen esa clave tan básica, ya sean hoteles, comercios, bares y hasta bancos. Esto nos ha salvado la vida digital, en  multitud de ocasiones.

          -El indio feliz y emocionado: en la estación de Ujjain, desenvolví un caramelo y tiré el envoltorio a la papelera. Un hombre sentado en un banco se puso contentísimo y al grito de "good"empezó hacer gestos con los pulgares hacia arriba.

          -El botín del aeropuerto de Abu Dhabi: hay una zona, donde la gente recoloca y pesa sus equipajes y donde dejan abandonadas,  además de comida y bebida sin empezar, todo tipo de cosas. Entre otras y no es la primera vez, que actuamos, nos llevamos seis enormes pastillas de jabón del bueno y más de dos kilos de bombones.

          -El teléfono loco: caminando por la Corniche de Mascate, el día del cambio de hotel, con un sol aplastante y 48; grados, con sensación térmica de 53, el  móvil se rebeló y empezó a actuar por su cuenta, sin mi intervención, abriendo y cerrando aplicaciones. Incluso, encendió la linterna y hasta pasado un buen rato, no me dejó apagarlo 

Otra vez, presos en New Japalguri

         Hoy hemos  tenido  un día bastante tranquilo, pero eso no significa, que no se hayan producido cambios significativos. Estamos en un hotel de New Japalguri -el mismo, que en febrero pasado-, cuando deberíamos encontrarnos en la estación de trenes, esperando a viajar, a Guwahati de madrugada.

          El convoy salió ayer tarde de Secunderabad -a 2100 kilómetros de aquí - con tres horas de retraso y en la actualidad ya acumula doce. Lo sabemos, porque hay una aplicación muy útil, que se llama "where is muy train", que al instante y en vivo, te actualiza donde está el tren,que solicitas. Resulta imposible saber, cuando saldremos de aquí, lo cual es inquietante.

          Por lo demás, nuestro único movimiento hoy ha sido recorrer en cacharro, la seis kilómetros, que separan Siliguri de New Japalguri. Al llegar, hemos comprado sin problemas en la oficina de reservas, los billetes entre Guwahati y Agartala, para la madrugada del próximo lunes.

          La ciudad ha mejorado algo desde hace seis meses, porque han avanzado bastante las obras de entonces, aunque se encuentra encharcada, debido al monzón y a la rotura de una gruesa tubería y llena de basura. Al menos, hoy no ha llovido ni una gota.

Estancados en New Japailguri, otra vez


 

lunes, 12 de agosto de 2024

Cambio de planes de ultima hora: solo ciudades en Megalaya y Tripura

           Sin desayunar siquiera, nos encaminamos a la estación de trenes para intentar adquirir los billetes a Guwahati, para la madrugada del miércoles. En el primer convoy elegido, a la lista de espera. El segundo, a wait list. Y al tercero, aunque algo separados en el vagón, objetivo conseguido.

          Nos hubiera gustado pasar el día de hoy, también, en Darjeeling, pero el alojamiento, la cerveza y el güisqui son muchos más baratos en la infernal Siliguri, donde sin embargo, se come mucho peor, que aquí.

          Aunque ayer, nos sentimos extraños en Darjeeling, porque no esperábamos volver tan pronto. Y vimos -quizás por ser domingo - mucho menos ambiente, que en febrero. El templo principal estaba vacío, sin fieles, monos ni vendedores de ofrendas y comida y el bazar se encontraba escasamente animado y sin la habitual y variada oferta gastronómica.

          El regreso a Siliguri fue tranquilo y ocupamos habitación en el mismo hotel. Estando en la calle, nos cayó la tormenta del milenio. No hay cosa peor que un indio con los brazos en jarra ocupando la calle -les encanta- y aún es más dramático, ver a un indio manejando un paraguas en la vía pública.

          A pesar del timo del autobús a Gangtok, que es más grave, porque se trata de una compañía estatal, nos hemos dado cuenta, de que nuestra decisión de ir a Sikkim en esta época no era acertada. Es un destino de naturaleza, básicamente -la capital ya la conocemos -, muy complicado, durante el monzón, por las eternas lluvias y nieblas.

          Y en el fondo, lo mismo nos va a pasar con Megalaya Megacara, que es la región más lluviosa del mundo y cuyo atractivo reside en cascadas, trekkings y puentes vivos de raíces. Pero, como nosotros no somos de preparar los viajes, hasta que llegamos al destino anterior, pues haremos lo que podamos.

          Después de escribir lo anterior, ha habido un CAMBIO DE PLANES. Hemos descubierto, que hay tren , a Agartala, en Tripura. Así, que haremos solo ciudades. En Megalaya, iremos a Shillong, eliminando Cherrapungie y Dawki.

domingo, 11 de agosto de 2024

Momento de tomar decisiones

          Decidimos volver a Darjeeling, a pesar de haber estado hace seis meses, por tres razones: ver si era más barato llegar hasta Sikkim, tener acceso a una oficina física de reservas de tren, por si el primer plan fallaba y huir de la inhóspita Siliguri, donde solo pisas la calle para resolver la rutina logística de cada día.

          A la ocho y cuarto de la mañana ya estábamos en la ventanilla de la estación de autobuses, con veinte personas delante. Una hora en la cola, hasta que nos vendieron los boletos, veinte minutos de espera y tres cuarenta y cinco de recorrido, llegando a la una y media horas, para apenas sesenta kilómetros. Pero eso ya lo sabíamos y por eso madrugamos.
          
       Dormí en el inhabitable bus casi todo el viaje, gracias a tener como almohada una manta de avión doblada. Y tuve un despertar abrupto: un fuerte frenazo y el pasaje entero corriendo en pánico hacia la puerta del vehículo con sus bultos. Pensamos que el bus había perdido el control en un barranco y tenía parte de la ruedas fuera. Pero, no. Dos chicos en una moto, que venían de frente, habían caído por el precipicio.  

          Los de la parte delantera, que lo habían visto, se pusieron a gritar y todos salimos despavoridos. Decenas de vehículos parados y todos sus ocupantes, mirando. Pero nadie se acercó a ellos para ofrecerles ayuda, aunque no parecía que sus vidas peligraran.

          Al llegar a Darjeeling diluviaba y nos empapamos enteros. Pero recabamos información sobre el transporte, como primer objetivo. Desde aquí, solo hay buses, a Siliguri. Lo demás son todoterrenos, que llegan hasta Gangtok -400 rupias - y a ningún sitio más de Sikkim. No nos gustó, ni el precio, ni el destino, ya que queríamos ir a Namchi o Pelling.

          Descartado Sikkim, nos acercamos a la estación de trenes, para reservar para Guwahati -punto de conexión con Megalaya, pero al ser domingo, la oficina estaba cerrada, por lo que había que dejarlo para mañana.

          Nueva contrariedad: el hotel reservado por Booking ha cerrado hace algún tiempo y es la segunda vez, que nos pasa algo similar en esta ciudad. Pero los hijos de puta nos habían mandado un correo automático, en el que nos mandaban un número de cuenta para ingresar la totalidad de la reserva. Encontramos otro, sin problemas.

          Aún nos quedó tiempo para pasear por esta fantástica ciudad. Hemos perdido doce grados, con respecto a ayer, pero buena parte del día hemos sido atrapados por la densa niebla.

          Diecisiete días en India y a las 18 horas, ventidos minutos y once segundos hemos visto nuestro primer guiri occidental, cuando ya anochecía y estábamos casi en la puerta del hotel.

sábado, 10 de agosto de 2024

La machupizacion de Sikkim

           El día 33 de viaje, además de con la habitual lluvia torrencial, iba a comenzar con una muy desagradable sorpresa 

          Cuando fuimos a comprar los billetes del vetusto bus a Gangtok, nos pidieron la friolera de 910 rupias por persona, para un trayecto de 112 kilómetros, cuando hace poco más de 6 meses, habíamos pagado menos de 200 por cada boleto. Para que os hagáis una idea, esos 10 euros fue  lo que pagamos por el tren , que cubre los 1700 kilómetros, que separan Calcuta de Nasik y que el último trayecto en autobús, desde Ghopalgang hasta Siliguri -491 kilómetros - nos costó 800 rupias.

          Nos había extrañado que hubieran quitado los horarios de salida y el cartel con los precios, que antes había y en su lugar han colocado otro indicando, que no se devuelve el importe de los billetes. Habíamos dejado mil rupias sobre el mostrador y se negaban a devolvernos las y nos exigían el resto. Mi pareja, ni corta, ni perezosa, abrió la puerta de la oficina y le arrebató el dinero de las manos, tirándole los boletos a la cara.   

          Cómo los permisos son gratis y no se atreven  a cobrar visado interno, han ideado está forma de estafa "made in Machupichu"y como allí con los trenes, ni siquiera de han molestado en mejorar las condiciones de los paupérrimos vehículos.

          Cambio de planes: otro día en Siliguri, con cambio de hotel, a uno mejor y más barato y mañana intentaremos acceder a Sikkim, desde Darjeeling, aunque no somos optimistas.

          Por lo demás, hemos pasado el día tomando cervezas en la habitación y reorganizando el viaje, sin contar con el estado norteño.

          Iremos a tres destinos de Megalaya y trataremos de llegar hasta Tripura y Manipur, aunque lo vemos difícil por la distancia y la escasez de comunicaciones en transporte público.

          La vuelta, a Delhi la haremos en tres partes: New Japalguri - Varanasi para visitar Sarnath, Varanasi - Agra, para llegar a Vrindavan  y desde ahí, a Delhi

          A medida, que nos hemos ido alejando del Ganges, van desapareciendo esos peregrinos de naranja, que con sus cantimploras y varas atronan, gritando: " Bol Bam" (di Shiva).

viernes, 9 de agosto de 2024

El Kanwar Yatra llega a nuestras vidas

           Dejamos el hotel de Gorakhpur, solo una hora después, de que se escacharrara el aire acondicionado. El wifi no funcionaba en la habitación -solo en la recepción - y la estúpida excusa , que nos dieron fue, que era por culpa del monzón y no de la falta de un repetidor en el tercer piso y en todos los demás.

          Podíamos haber optado por comprar un billete de autobús directo, a Siliguri, pero optamos por hacer el recorrido en tres tramos, por dos razones: salíamos antes y pensamos, que seria más barato. Nos equivocamos.

          Un autobús destartalado nos llevó en dos horas, a, Tamkuhi Raj, todavía en Utar Pradesh y otro algo menos chungo, a Ghopal Ganj, ya en Bihar. Este, nos abandonó en mitad de la nada, debajo de un puente elevado, como otras tantas veces. Toca buscarse la vida para llegar a la terrorífica estación, llena de escombros y de toneladas de fango, mientras el estrés y el calor nos comían las escasas fuerzas.

          Sorprendentemente -nos lo habían asegurado, pero parecía imposible -, hay desde aquí, bus directo a nuestro destino y partía en dos horas. El ahorro, en relación a haberlo tomado en Gorakhpur, cien miserables rupias por persona.

          Bus no muy nuevo, pero correcto, con slepeer y asientos -nosotros preferimos estos- y con potente aire acondicionado.

          Las casi tres primeras horas fueron de cine, hasta llegar a Muzaffarpur, con una media soberbia de 55 kilómetros a la hora 

          A partir de ahí, comenzaron los problemas mecánicos, que nos pararon varias veces , durante ciento cincuenta minutos. No supuso ninguna contrariedad, porque en vez de a las cinco de la madrugada, llegamos a las siete y cuarto.

          Siliguri sigue igual de caótica y desastrosa, que hace seis meses, pero con la situación agravada por las lluvias torrenciales de las últimas horas. A las once, teníamos ya el permiso para Sikkim sacado y un nuevo hotel -algo cutre-, porque el último de la otra vez ya subido un 25%.

          Estamos a pocas jornadas del día de la República -15 de agosto -, en el que todo se paraliza menos el transporte que se colapsa. Esa es una de las razones, que nos ha impedido reservar en los trenes, los últimos días.

          La otra es una peregrinación, que se produce durante el monzón y que se llama Kanwar Yatra. Los devotos van con un cántaro y una vara para coger agua del Ganges y depositarla en diversos templos del país en honor a Shiva. Van vestidos de naranja y la mayoría van andando y duermen en las estaciones, pero el resto sobreocupa los trenes. Dicen las malas lenguas y en India son fiables, que van hasta arriba  de alcohol y marihuana.

miércoles, 7 de agosto de 2024

Al borde del colapso y con la policía de pormedio

          El día comenzó fracasando, en el nuevo intento de comprar billetes para   New Japalguri. Tampoco había slepeer para Gorakhpur, localidad, que nos iría acercando. Entonces solicitamos, que nos vendieran cualquier tipo de boleto para este destino y nuestra sorpresa fue mayúscula: ¡Existe una clase llamada D! que es segunda con asiento reservado, que no habíamos visto nunca en los cinco viajes anteriores, a India.
          
          Con los deberes hechos y las caóticas calles invitando poco al paseo, además del insoportable y húmedo calor, nos decidimos a pasar la mañana completa tomando cervezas en un céntrico bar, sin dar demasiada importancia a, que llegaremos algo tarde al destino.

          Desde luego, está clase -la hay en pocos trenes- es bastante confortable para lo que pagas. Llegamos a Gorakhpur, sobre las diez y cuarto de la noche, tres cuartos de hora tarde.

          Preguntamos en más de veinticinco hoteles y en casi todos, las mismas mentiras de siempre: "no rooms, is full". Tan solo en tres nos aceptaban, pero eran extraordinariamente caros y más, para la hora que era. Llovía y el suelo con sus barros volvía a estar hecho un asco.

          Nos mentalizamos, de que dormiríamos en la estación, como otros tantos lugareños o peregrinos vestidos de naranja, que estos días recorren el país. Y más, al constatar, que las habitaciones de la propia terminal, eran más caras, que los propios hoteles.

Entonces, apareció el "buen samaritano". Luego caímos en la cuenta, que nos había ido siguiendo por los hoteles. Al vernos pasar, se ofreció a un policía para gestionarnos un chollo irrechazable: dormiríamos los dos por 150 rupias (1,15 euros) . Y donde nos llevó -junto al madero - fue a las mismas alcobas de la estación, donde habíamos estado antes.

          Cuando el poli se fue -desconocemos, si estaba compinchado-, las cosas y la amabilidad empezaron a cambiar. De 150 los dos, pasaron a cada uno y poco después a 500 para ambos. La habitación era pequeña, aunque suficiente y con aire acondicionado,por lo que ya con desconfianza, aceptamos las nuevas condiciones. Y entonces llegó la encerrona, ya sin testigos y nos solicitó mil rupias. Evidentemnte y gritándole, le mandamos a la mierda y recogimos los bultos.

          No quedó otra, que tirarnos al suelo y dormir en la zona menos calurosa de los andenes.

          La mañana no empezó de mejor manera. Volvimos a intentar reservar para New Japalguri y lo que nos ofrecieron fue para dentro de dos días, en AC2 -la segunda clase más cara- y con cuota Takal.

          En el desconcierto y en la búsqueda de nuevos planes, perdimos una de las dos mochilas. Desesperados y deshaciendo el camino, alguien se la había entregado a la policía, que nos la devolvió, después de hacernos una foto conjunta.

          En Gorakhpur hay unas cuantas agencias, que trabajan Nepal y que cuentan con bus directo, a Siliguri, pero sale caro.

          Cuando ya no sabíamos que hacer, apareció de la nada un hotel asequible y con aire acondicionado.

          Gorakhpur nos ha decepcionado. Después de caminar largo rato hasta la zona del lago, con incesante calor, ha resultado un fiasco.

La decepcionante Gorakhpur


 

lunes, 5 de agosto de 2024

Desde Ujjain, a Lucknow

           Para no aburriros, no os vamos  a contar cuáles fueron todos nuestros planes para salir de Ujjain, hacia el este. La cuestión es, que al contrario, que otras veces, la mayoría de los trenes en slepeer van llenos para varios días. Finalmente y gracias a la cuota takal -reserva de billetes para el mismo día, aunque más caros-conseguimos literas, desde Bhopal, a Lucknow. Y para llegar al primer punto, subimos a un abarrotado y sufrido tren local, que cuando le faltaban cinco kilómetros para llegar, se detuvo casi una hora y nos puso de los nervios, aunque el enlace nunca llegó a peligrar.

          La estación de Ujjain tiene una peculiaridad, muy al molesto Indian style. Para los billetes con reserva debes meter tu número de teléfono en una máquina, que te envía un SMS con la ventanilla asignada. El problema es, que solo acepta teléfonos indios y ahí tuvimos un pequeño rifi rafe, cuando nos empezaron a poner pegas.

          En Bhopal, ya habíamos estado hace diez años y no hicimos ninguna intención de llegar hasta las bonitas y lejanas mezquitas. Sin embargo, si nos tomamos una fresquísima cerveza -la mejor del viaje -, donde unos borrachos aquella vez, nos amenazaron con darnos una paliza.

          Por primera vez en este undécimo viaje largo, salimos puntuales, aunque llegamos una hora tarde. Tren muy tranquilo, para lo que suele ser otras veces.

          Al abrir las ventanillas, tratamos sin éxito alguno de reservar billetes para el día siguiente, bien para New Japalguri, bien para Varanasi. ¡De ninguna de las maneras!  encuentras para una semana.

          Encontrar hotel barato, cercano y con wifi, resultó mucho más fácil de lo esperado y fue de agradecer, porque de los 24 grados de ayer y lluvioso, hemos pasado a los 33 y más soleado.

          Once días en India y ha sido el primero, en casi morir de calor.

          Buscamos transporte para ir a visitar la zona de interés de la ciudad y los de los tuck tuck nos pedían tres veces, lo que vale este recorrido. Hay buses rojos y una especie de micros compartidos pero no van hacia allí. Cuando estábamos desesperados, encontramos el metro, del que no teníamos noticias. Nos vendieron un billete para la línea roja y la taquillera insistió, que nos bajáramos en la estación del estadio. Cuando llegamos allí y preguntamos a un policía resultó, que estábamos a cinco kilómetros de nuestro objetivo ¡Cabreo monumental! y tránsito por una acera variable y llena de trampas, caminando entre puestos de cocos, primero y después de mangos y maíces.

          Lucknow nos ha gustado más de lo previsto. Tiene una impresionante mezquita, la Bara Imambara y otra más modesta y de pago ubicada en un atractivo barrio de ambiente iraní. Además, una torre del reloj, un estanque, la puerta Ruwi Darwaza, el palacio residencial , un buda gigante presidiendo un parque y otro templo de cúpulas doradas.

Lucknow


 

Bara Imambara, en Lucknow


 

Mezquita de Bara Imambara, en Lucknow


 

sábado, 3 de agosto de 2024

Un día feo, feo y feo, pero necesario

           Preveíamos un día feo, feo y feo y terminó tal cual. Los hay en todos los viajes largos y son necesarios para cuadrar las cosas y hacer las transiciones de unos sitios a otros de forma ordenada.

          Después de haber descartado llegar hasta Onkaresshawar, solo quedaban las opciones de volver, a Indore o a Ujjain. Ambas nos valían para emprender el rumbo al noreste.

          Cinco eran los objetivos de la jornada: llegar al destino elegido, cambiar dinero sin sacar del cajero, reservar billetes para Varanasi -para no ir de un tirón, a New Japalguri-, encontrar un alojamiento barato y una tienda de bebidas alcohólicas y cerveza, pues las reservas estaban agotadas.

          Lo primero era esencial y condicionaba el resto. Lo segundo y lo tercero era difícil en ambos destinos. Y lo cuarto y lo quinto, solo lo teníamos garantizado, en Ujjain, así, que nos decantamos por dicha opción.

          Eran las nueve de la mañana y caía el diluvio universal, así, que aunque nuestro alojamiento estaba cerca de la estación de autobuses de Maheswar, llegamos empapados (nos vinimos al monzón sin paraguas alguno, asi de chulos). Al menos, recibimos dos buenas noticias: vehículo directo a Indore y llegando a la estación oportuna para no tener que hacer cambios, como a la ida.

          Para volver a Ujjain, está vez no optamos por el tren, sino por el autobús, que es más frecuente y cuesta lo mismo. En un próximo post explicaremos  las ventajas y los inconvenientes de ambos medios para trayectos cortos de calidad y otras cuestiones.

          Llegamos al destino a las tres de la tarde, que ya está bien para 150 kilómetros , pero nos esperaba otra sorpresa: no nos dejaron en la estación del centro, sino a 4 kilómetros. Todo se habría solucionado con un tuck tuck  y , 50 rupias, pero no nos  quedaba ni una, por lo que hicimos el camino andando, entre el caos y la amenaza clara de tromba de agua.

           Acabamos en un hotel, donde preguntamos el otro día, pero distinto a los dos, que habíamos estado. Su amable propietario nos indicó una tienda de electrodomésticos, donde cambiar dinero a una tarifa excelente, cercano, pero por un camino angustioso y lleno de recovecos.

          Afortunadamente, la tienda de la cerveza estaba abierta.

          Solo quedaba lo del tren y resultó un desastre, como ya preveíamos: los dos trenes a Varanasi completos, declinamos la lista de espera. Y todo ello, tras largo rato de andar por una terminal ferroviaria a oscuras y durante largo rato, con la gente tirada por el suelo, porque había anochecido y no habían encendido las luces. Sí hay algo peor que una estación de trenes, en India y ya es difícil, es una estación de trenes en India no iluminada.

          

viernes, 2 de agosto de 2024

Maheswar

         Para entrar  o salir de  Mandu por carretera , se deben franquear cuatro  puertas de la gruesa muralla. Nos ha dado pena abandonar este lugar, ya no solo por su extraordinaria belleza, sino porque hemos tenido toda la logística en un radio de cincuenta metros: el hotel, la comida, el transporte, la tienda de bebidas alcohólicas...

          Efectivamente, para llegar a Maheswar tuvimos, que enlazar tres autobuses diferentes. Pero no fue un problema, porque los transbordos resultaron rápidos y sencillos. La gente -sobre todo, las chicas jovenes-, te ayuda mucho.

          Empezamos en nuestro nuevo destino con buen pie, alojamiento en el mejor hotel calidad- precio de este viaje y además, resultó regateable, aunque por la tarde se fue un buen rato la luz, debido a una furibunda tormenta. ¡Todo el día estamos con los playeros y los calcetines mojados y llenos de barro! Al menos, hoy contemplamos por primera vez vez el sol, aunque por apenas cinco minutos. Lo que no hemos visto todavía es a un solo guiri, desde que salimos de Mascate.  

          Maheswar no tiene la entidad de Mandu, pero si resulta una visita interesante para ocupar media jornada .

          El atractivo principal es su fuerte, que tiene una fachada espectacular junto a los ghats y unos cuantos templos de entidad diversa. En el interior hay una armónica y preciosa plaza y unas cuantas calles escalonadas, que forman una especie de pequeño casco histórico, al que se accede por una puerta arqueada.

          En estos destinos tan poco turísticos, que llevamos recorriendo, durante los últimos días, disfrutamos y padecemos de dos patrones comunes: muchos chicos jóvenes maleducados se dedican  a molestarnos por divertimento, mientras ellas, mucho más amables y cariñosas, no paran de pedirnos fotografiarse con nosotros. 

          Maheswar es un lugar más caótico e intransitable, que Mandu, por lo que cuando terminas las visitas no te queda otra, que recogerte en el hotel, sin opción alguna de paseos. Y cuenta con otra desventaja adicional: es un lugar sagrado y no existen, ni tiendas de bebidas alcohólicas, ni bares. Eso sí, aquí se toca a casi una vaca y un millón de moscas por persona.

          Mañana, pensábamos ir hasta Onkaresshawar, pero después de ver fotos, estudiar sus atractivos y leer algunos comentarios sobre su decadencia, se nos han quitado las ganas de alejarnos otros setenta kilómetros más de Indore o Ujjain donde tendremos, que volver, a coger algún tren hacia West Bengala y Sikkim.

          Cómo en otros viajes anteriores, estamos teniendo muchas dificultades para cambiar dinero en efectivo. Fuera de Calcuta y Delhi -ni siquiera, en Bombay-, existen oficinas de cambio y solo te queda el recurso de los negocios particulares.

Templo junto a los ghats, en Maheswar


 

Coloridos templos, en Maheswar


 

Fuerte de Maheswar por dentro


 

Al corro de la patata 🥔, en Maheswar


 

Bañistas en Maheswar


 

Fuerte de Maheswar


 

Ruinas de caravansar, en Mandu

 


La tumba más importante de Mandu


 

Otra tumba de Mandu


 

Punto 🧶 de puesta 🌇 de sol 😎, en Mandu


 

Lago del palacio de Mandu


 

Tumba, en Mandu


 

Ruinas, en Mandaz


 

Baoli o pozo 🕳️ escalonado, en Mandu


 

Más ruinas en Mandu


 

Ruinas en Mandu


 

Mandu o Mandaz


 

Mandu


 


Mezquita de Mandu