Llegas por la mañana pronto, a una ciudad nueva –de cuyo nombre no
quiero acordarme- y consigues bajar del taxi siete plazas –increíblemente-, de
una sola pieza y con todas las articulaciones gritando y protestando, al mismo
tiempo. Enseguida, te rodea un montón de gente: “taxi, taxi madame,
taxi…”Cuando consigues que entiendan, que no necesitas ninguno, te rodean los
vendedores y comisionistas de los demás vehículos compartidos, ofreciéndote
toda la variedad de destinos posibles, incluido, por supuesto, aquel del que
acabas de llegar.
Personajes cotidianos de la vida de Mauritania y Senegal, tanto arriba, como debajo
Otra vez, a
decir que no y a esquivarles para conseguir llegar a la tiendecita de la
esquina, donde venden bolsitas de agua de 500 mililitros y así aplacar la sed,
pues aunque es pronto, el calor ya aprieta de lo lindo. Curioso lo de estas
bolsas: yo nunca he sabido beber de la bota o el porrón y ahora si no quieres
chupar todo el plástico –incluidos los gérmenes- tienes que lanzar a chorro, el
líquido elemento. La otra solución es comprar botellas de litro y medio, pero
son como cuatro veces más caras y a lo largo del día puedes, llegar a consumir,
5 ó 6 litros de agua por persona.
Después de
saciarte, comienza la búsqueda del hotel. No es fácil. En esta zona no abundan
y como las ciudades están construidas a lo ancho, debes caminar varios
kilómetros bajo el sol y por calles arenosas, hasta que encuentras uno.
Todo esto
es cotidiano en muchos viajes, pero lo que ya no lo es tanto, son las hordas de
niños –de entre cinco y diez años-, que te rodean en manadas de 15 ó 20, para
pedirte dinero o un regalo. A tu alrededor solo ves cabezas rapadas y pies
descalzos. Y tan solo, escuchas: “donnez-moi un cadeau, donnez-moi un cadeau”.
Les dices
repetidas veces, que no, pero ellos insisten. Vuelves a negarte y ellos, a lo
suyo. Al final tienes que enfadarte y dar cuatro gritos, para que se alejen un
poco. La forma más efectiva de que se vayan corriendo, es mandarles a estudiar
al colegio. Se les abren los ojos, ponen cara de susto y huyen.
Colegios,
claro que existen y a la puerta de todos ellos, hay dibujos y carteles
informativos, en los que colabora Unicef y España, diciendo textualmente: “Yo
quiero ir al colegio y quedarme en él”.
No sé si los intentos de otros
gobiernos y de algunas organizaciones, caen en el saco roto de las autoridades
locales, pero la realidad es que centenares de niños –sólo varones- llenan las
calles desde las siete de la mañana, ataviados con su raído uniforme,
consistente en: pantalón corto, camiseta futbolera y bote de tomate o de Nocilla,
colgado a la espalda, donde recogen los restos de comida, que les ofrecen y
diciendo a todo el que se cruza con ellos: ¡“donnez-moi un cadeau”! (¡Dame un
regalo!).
Nota: Este fenómeno, es endémico
en Senegal y muco más esporádico, en Mali y en el sur de Mauritania.
2 comentarios:
Los tres últimos posts publicados, fueron escritos originariamente, entre el 10 y el 15 de marzo, de 2.012.
Saludos.
Gracias, Gracias y Gracias.
El blog es excelente.
Natalia
Publicar un comentario