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viernes, 25 de mayo de 2012

África es el continente, que más me hace pensar

                                                                                        Mopti
Efectivamente –como se titulaba en el post anterior-, Tambacounda es lo más parecido al infierno, con sus veredas polvorientas –ysu tierra rojiza, penetra hasta en la ropa interior- y su calor asfixiante, que recalienta, tanto lo que está al sol, como lo que se encuentra, a la sombra. Por lo demás, es un lugar tranquilo, para ser un cruce de carreteras, hacia Mali, Guinea, Gambia, el interior de Senegal y la costa.

            Destaca su decrépita –pero bonita- estación de trenes, que ya no presta servicio y su colorido y abarrotado mercado, en dos niveles de altura. Por una parte, está cubierto y por otra, no. Por la mañana, cuando paseas, te envisten las descuidadas vendedoras, con sus sacos y bidones, a cuestas. Ya a mediodía, la mercancía es escasa y la basura se amontona en el suelo, para regocijo de las cabras, que inician su festín.
                                                                                                  San Louis
Las avenidas son anchísimas, pero la mayoría de los edificios –salvo algunos bancos-, no sobrepasan una planta de altura. Ambas cosas a la vez, provocan en el viandante, una sensación extraña

Preguntando a un tendero, si hay cerveza, contesta abruptamente, que no se vende alcohol en la ciudad. Hemos debido topar con el musulmán más radical del lugar, dado que en un radio cercano, hay cuatro bares y un enorme depósito de bebidas espirituosas. Este último, con gran actividad, está regentado por blancos.

La mayor molestia de la ciudad, la constituyen los niños pedigüeños, que campan a sus anchas por todas partes (especialmente en las estaciones de transporte). Algunos ya están bastante creciditos. Dependiendo de nuestro estado de ánimo, tratamos de disuadirlos, ignorándolos, reprendiéndolos, mandándolos a la escuela o les pedimos dinero, nosotros a ellos. Normalmente y en este último caso, huyen o muestran su negativa.

                                                                                 Kaolack
Pero hoy, un niño de unos seis o siete años, ha descuadrado nuestros esquemas. Al pedirle dinero, ha puesto cara de comprensión y nos entrega, una moneda de 25 francos, de su escaso botín, que consiste en otras dos, de 50 y 100. Si algo me gusta de África subsahariana, es que me hace pensar, casi constantemente y además, siempre me termina, sorprendiendo

Entretenidos en estos pensamientos, nos topamos con una publicidad callejera, con un agresivo mensaje de la electra local: “la electricidad es un derecho. Pagarla, es un deber”. También esta aseveración, da mucho para reflexionar

            Nuestro primer intento de acceder a la frontera de Mali, ha fracasado. Es domingo y no sale un solo cacharro, después de esperar tres horas y media, divididas por un largo intervalo, en el que nos vamos a tomar cervezas.

El ambiente de esta estación es ameno. Mientras esperamos nuestro thieboudienne, bajo un insufrible tejado de chapa, una joven de quince años, se despelota  ante nosotros y sin ningún tapujo, mientras la propietaria, trata –y consigue, por un intervalo corto de tiempo- hacer funcionar el ventilador del techo, con un riel de las cortinas. Debe de ser, de las que no cumple su compromiso con la referida electra. En la calle, una chica destrenza a otra todos sus postizos del pelo, mientras escuchan decenas de veces, la misma canción en el móvil.

            Mañana haremos un nuevo intento, de lograr nuestro objetivo: Mali nos espera. 

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