Bamako
Podíamos haber llegado a Bamako, malquiera de los 365 días del año, pero lo fuimos a hacer –para refrendar nuestra forma de coincidir con todas las celebraciones y fiestas-, el día de los Mártires. Todo está cerrado. No sólo las tiendas o los puestos callejeros, sino también servicios tan esenciales, como el transporte, las gasolineras o las farmacias. Nunca habíamos visto semejante escena en el tercer mundo: gente renunciando a un día de trabajo e ingresos, a cambio de ocio ninguno, porque sencillamente o no lo hay o no se lo pueden permitir.
Podíamos haber llegado a Bamako, malquiera de los 365 días del año, pero lo fuimos a hacer –para refrendar nuestra forma de coincidir con todas las celebraciones y fiestas-, el día de los Mártires. Todo está cerrado. No sólo las tiendas o los puestos callejeros, sino también servicios tan esenciales, como el transporte, las gasolineras o las farmacias. Nunca habíamos visto semejante escena en el tercer mundo: gente renunciando a un día de trabajo e ingresos, a cambio de ocio ninguno, porque sencillamente o no lo hay o no se lo pueden permitir.
La opción
más festiva del día es, contemplar como los militares pasan a toda leche, en
moto, coche o vehículos específicos, pegando tiros al aire, con sus armas
reglamentarias, mientras son vitoreados por los lugareños. Se nos encoge el
corazón, al ver como un alocado militar, carga aceleradamente, su arma de
repetición, a dos metros de nosotros, apuntando para todas partes, como si
fuera Rambo.
Por lo
demás, Bamako es una ciudad agradable y muy africana, que nos libera del polvo
de los días anteriores. El centro está muy agrupado, con unos cuantos
atractivos históricos y mercados, que se entrelazan entre si. Abundan las motos
y las bicis, más que en los países anteriores. El calor es severo, a pesar de
ese sol, que nunca termina de mostrarse del todo, debido a la neblina.
Bamako
De momento,
Mali está superando lo esperado, sobre todo en materia alimenticia. Además de
tortillas francesas y arroces con salsa, hemos comido carne y pescado, a
precios muy razonables. La primera, más barata que en Senegal, aunque los
precios de casi todo, son idénticos, en ambos países.
En esta ciudad –que no es ciudad,
al abandonar el centro-, se encuentra la sede del Banco Central de África
Occidental. Es el único edificio alto de Bamako, junto a un mastodóntico hotel.
Pero mientras el segundo, está bien acondicionado, los accesos del primero son penosos,
con basura a montones, llena de moscas, murallas de chapa, puestezujos y un par
de distraídos vigilantes –con uniforme de seguridad, tipo africano-, oteando el
panorama.
Bamako
A lo largo del día, no hemos
visto, ni un solo blanco. Despedimos la jornada contemplando, como niños y
niñas, juegan botando sobre aros neumáticos, con canicas o con cualquier cosa,
que encuentren en la calle. Los pedigüeños y los pelmas, son menos, que en el
vecino Senegal, pero aún debemos de corroborar hechos y sensaciones, a lo largo
del resto del país. Si no hay contratiempos, mañana partimos para Mopti.
Queríamos habernos largado hoy, pero todo el transporte público, está
paralizado.
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