El thieboudienne –que ya conocimos en Mauritania- es el
plato nacional y casi diario en Senegal. Se trata de arroz –de muy pequeño
grano- rehogado con verduras y algún trozo de pescado. Existen otras variantes
más pobres y con otros nombres, en las que el plato sólo es un arroz con
salpicaduras de salsa (Caldou).
Joal (Senegal)
Cansados de la repetitiva dieta y
animados por el excelente pan de Cap Skiring –el de casi todo el país, lo es-,
nos decidimos a almorzar bocadillos de sardinas, única conserva, que nos
permitía nuestro bolsillo y malamente. Por increíble que parezca, siete fueron
los pasos que tuvimos que dar y más de una hora de espera, para alcanzar
nuestro objetivo.
1º.-
Tratamos de comprar cuatro latas, pero la vendedora sólo dispone de dos. Primer
contratiempo, pero no nos venimos abajo.
2º.-
Aceptamos su ofrecimiento, pero ahora se niega a vendérnoslas, por no disponer
de cambio.
4º.- Sólo
un guiri blanquito, sentado a la puerta de un comercio, se apiada de nosotros y
nos da dos billetes de 5.000 CFA
Oussouye (Casamance)
5º.-Ahora toca esperar, a que
Western Union reabra su oficina, después de la pausa del almuerzo. Tras un
cuarto de hora, conseguimos este pequeño, pero celebrado objetivo
6º.- La
vendedora de las latas de sardinas, se ha ausentado temporalmente y ha cerrado
su negocio, bloqueándolo con unas sillas delante de la entrada. Ni la más
mínima sospecha, de cuando retornará.
7.- Finalmente y tras localizar
otra tienda, obtenemos nuestro preciado tesoro, de origen marroquí.
Por lo
demás, Cap Skiring es un feo y desordenado pueblo, que trata de vivir de los
resorts –casi vacíos-, de la artesanía –abundante y bonita, pero de escasa
venta-, de los restaurantes –que venden lo mismo, que en otras partes, al doble
de precio- y de la venta al turista de bebidas de importación.
En realidad, es otro de esos
experimentos lamentables del tercer mundo, para atraer europeos y tratar de
vaciarles los bolsillos, a cambio de muy pocos servicios y muchas carencias en
cuanto a la oferta de entretenimiento. Y todo ello aderezado con un gran número
de pelmas irrespetuosos, que te dan la barrila, sin escrúpulos, hasta cuando te
estás bañando o reposando sobre la arena.
Así, lo
sufrimos nosotros y cabría pensar, que hasta las decenas de vacas, que
constituyen casi los únicos bañistas de esta bonita playa. En lugar de la lata
de refresco y el envoltorio de snacks, dejan sobre la arena sus olorosas boñigas
y al atardecer, regresan a sus alojamientos, ellas solas y sin vaquero que las
conduzca. De esta forma pasan sus vacaciones, un día y otro más. Estoy pensando
montar una industria local, de bronceadores para rumiantes.
Si todo va
bien, en breve abandonaremos la maravillosa Casamance.
1 comentario:
Parece increible. Hacía tiempo que no leía algo tan divertido. Aunque supongo, que cuando se vive no lo es tanto.
Ciao.
Marta
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