Dakar es una ciudad llena de señales de prohibido aparcar,
que los lugareños mueven alegremente, según les convenga o basándose en
criterios, para nosotros desconocidos. Llegamos de noche y es cuando
descubrimos, el Dakar más maravilloso, callejeando por las arterias laterales,
de la plaza de la independencia.
Dakar
Nos movemos casi a oscuras, solo
iluminados por las luces del tráfico –fundamentalmente, taxistas- y por las de
las tiendas abiertas –fruta, bebidas alcohólicas u otros varios productos- o
las de los bares y clubs nocturnos. Para comprobar lo que ofertan, los
numerosos puestos callejeros, hay que agudizar la vista y tener, tanta
intuición, como suerte. Salvo para los de Nescafé –aquí y a estas horas, apenas
ofrecen café touba-, que huelen a distancia.
De día, la
cosa cambia y la ciudad pierde brillo. Aunque, es apacible y escasamente
caótica, comparada con otras capitales africanas. Hasta hay voluntarios –más o
menos los respetan-, controlando las zonas de tránsito más conflictivas. Los
atractivos turísticos, no son demasiados y algunos incluso, han cambiado su
función, han sufrido el devenir del tiempo o el peor castigo de la dejadez, tan
típicamente subsahariana.
Los dos mercados de la ciudad,
son distintos. En uno –de bello edificio- se vende fresquísimo pescado y
marisco –langostinos, casi como pulpos-, que nos tratan de encasquetar y que
hubiéramos adquirido, de tener como cocinarlos. Del otro, no merece demasiado
hablar, aunque bien valga darse una vuelta.
Dakar
Para los presupuestos ajustados, Dakar se limita –siendo
muy caros los hoteles-, a almorzar thiéboudienne , en auténticos y atractivos
puestos callejeros, que se montan por la mañana y se desmontan por la tarde. Se
ingiere en platos hondos de latón y mejor no ver el proceso de lavado de los
mismos –por falta de agua corriente-, aunque si procuran la mayor higiene
posible. Para los más desahogados, existe la posibilidad de sacarse un abono
mensual de una piscina de hotel, a 120 € o comer latas de sardinas, a 2 € la unidad, pollo a 8 € o un plato de lasaña,
a 10 €, en el supermercado más solvente de la ciudad, dotado de productos
franceses y cuyos clientes son blancos (o chachas negras).
Dakar
Los
borrachitos, campamos a nuestras anchas en esta ciudad. Buena cerveza, a 80
céntimos –medio litro- y botella de ginebra o güisqui, a 2,20 €. Al atardecer,
la ciudad es tomada por corredores y trotadores –lugareños y turistas-, que
recorren la línea costera, desde el punto más occidental de esta ciudad, donde
se observan bellos acantilados y a gente, que –sin tener otro remedio- ha
ocupado el bonito lugar, para tener una mísera forma de vida.
Si todo va
bien, tendremos que volver, al menos, dos veces más a esta ciudad, por lo que
aún tendremos mucho tiempo, de seguirla saboreando y de emitir más opiniones.
3 comentarios:
Los tres posts publicados, fueron escritos entre el 28 de febrero y el 2 de marzo, de 2.012.
Hola.
Me alegro de que estéis de vuelta. Y, sobre todo sanos y salvos,
depués de las aventuras que habéis corrido en Mali. Estoy deseando
leerlo.
Muchos besos
Marisa López
Gracias, Marisa
Ya dentro de poco, publicaré lo de Mali, en el blog.
Saludos
Eva
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