La segunda noche en el alojamiento de Junagadh volvieron los picores en brazos, piernas y manos, aunque menos intensos. Como medidas de emergencia y a las seis de la mañana, dimos la vuelta al colchón y empapamos las sábanas, pero con el ventilador a tope, salía frío del colchón y debimos apagarlo. Fue entonces, cuando aparecieron los mosquitos, a los que no habíamos invitado a la fiesta.
Por la mañana, entre el polvo y un calor insoportable, tratamos de hacer el último intento de reservar plazas, a la costera Ratnagiri. Es el tercero, que llevamos a cabo en los últimos días (dos desde Vapi y este, desde Bombay). El primero era un tren especial por el cercano Holly - no lo pillaremos esta festividad por tan solo 24 horas y nos da pena- y el el segundo, nos mandaron a la posición 66 de la lista de espera. Hoy, a la 200 y eso, que faltan cuatro días para la fecha de salida. Desistimos y buscamos el plan b de nuestro recorrido -más cómodo, incluso -, que consiste en dedicar la última semana del viaje a los alrededores de Bombay, disfrutando de laen naturaleza, despues de tanto estres acumulado. En concreto, a los extensos extrarradios de Lonevala -donde ya visitamos hace año y medio las cuevas de Karla- y en Matheran, excursión fallida en ese mismo viaje por coincidir con un sábado, cuando el tren de juguete, que lleva hasta allí, estaba colapsado por los viajeros nacionales. Hemos aprendido e iremos en jornada de diario.
Casi quince horas duró el regreso desde Junagadh hasta Vapi, pero sobre ese asunto, se escribe una entrada posterior.
Al llegar a este destino, tomamos el hotel de la otra vez y el check in, fue más sencillo y corto. La tarde la pasamos vagueando, pero por la mañana, estuvimos a punto de tener un disgusto. Nos fuimos a Daman, a cambiar dinero -en una agencia de viajes con productos de bazar en todas sus estanterías, en una bocacalle de la principal, con excelente tasa y llamada Abhi Fly y Fly Travels-, a comprar comida -más rica, que la de Vapi- y a adquirir cerveza y alcohol, estando con la despensa vacía.
Al llegar al arco -que hace de simbólica frontera-, subió un policía, pero está vez, empezó a palpar equipajes, de indios jóvenes. Afortunadamente, el nuestro se lo saltó -y el de una chica -, porque con cuatro botellas de cristal, no tendría, que haber investigado mucho. Creemos que con los extranjeros hacen la visita gorda, pero en realidad, no sabemos que puede pasar , si te pillan con la mercancía. ¿Simple requisamiento o acusación de delito y consecuencias inciertas? . Esperemos que la duda siga, porque aún nos queda otro viajecito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario