La mañana comenzó con una escena cotidiana india: un joven orinando en el recinto de la estación de autobuses, un conductor, que da el chivatazo y un policía, que aparece corriendo con una gruesa vara y le da dos buenos palos en las piernas y uno por encima del culo, sin que este se inmute. Nada, que ver, cuando en 2014 y en Bhubaneswar, varios adultos ataron a un adolescente a un árbol y le propinaron una paliza de espanto, sin que nadie hiciera nada.
Cogimos el autobús 208 -también sirve el 210- y en poco más de media hora, nos plantamos en los ghats de Ganga, de Nashik. Se accede a ellos por una calle ancha y descendente, que a veces, deben cortar al tráfico. Se trata de una especie de varios estanques, que por ambos lados están conectados con el río Godavari. Custodiandolos alrededor numerosos templos y otros edificios decadentes de épocas y estilos variados.
La mañana es muy calurosa y el ambiente resulta colosal, con centenares de bañistas de todas las edades y de ambos sexos, cumpliendo con sus liturgias religiosas en unas aguas llenas de basura y contaminación diversa. Además, cientos de vendedores de ofrendas y snacks, shadus de edad avanzada, pedigüeños -desde la infancia hasta la vejez -, buscavidas, gentes ociosas... y hasta un guiri, el primero en los últimos cuatro días.
Y todo, empapado en vida cotidiana, con grupos comiendo o durmiendo en el suelo, rezando o disfrutando de ceremonias con músicas que inspiran paz. Dedicamos un par de horas al lugar y quedamos fascinados.
A nuestro modo de ver -esto puede resultar polémico -, los ghats de Haridwar o incluso, de Varanasi no superan ampliamente a este. Es verdad, que carece de la mística de la muerte de este último, pero a su favor cuenta, con que aquí nada está montado para el turista. No digo, que Nashik sea imprescindible en un primer viaje a India, pero si ser tenido en cuenta, por quién transite por Maharastra.
Algunos nos decís que qué bonitos quedan los vídeos o los post y que suerte tenemos por estar aquí. Es verdad, pero es, que en ellos no contamos, por ejemplo, que hemos hecho la visita con 36 grados y que hemos caminado más de media hora por calles congestionadas y horribles, buscando una coca cola con la que saciar la sed aguda. O el día de Calcuta, cuando desesperados, nos tiramos más de dos horas buscando alojamiento. O cuando no podemos llevarnos algo decente a la boca, porque en Maharastra la oferta culinaria es escasa, repetitiva y poco carnívora.
Mañana, si no hay contratiempos, partimos para Vapi, con el objetivo en la cercana y alcohólica Daman, antigua y playera ex-colonia portuguesa.
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