Por la mañana, al llegar a Junagadh, la elección de hotel, nos pareció bastante adecuada. Habitación grande, limpia y luminosa, con baño impecable y con un potente ventilador, además de buen wifi. Pero, no tuvimos en cuenta, que estábamos en el último piso y que el sol caía de plano todo el día sobre el tejado y en los amplios ventanales. Cuando llegamos por la tarde, -con 36 grados en la calle -, la sensación de asfixia era devastadora y así siguió -mientras el ventilador removía a lo loco el ardiente aire- durante toda la noche. De madrugada y llevando dos horas dormido, me comenzaron a picar los brazos, las manos y las piernas, en forma de una reacción alérgica virulenta, que me acabó de amargar la madrugada. ¿Bichos en el colchón o reacción brutal al calor y a la humedad excesivos?
A pesar de tener más de ciento cincuenta mil habitantes, Junagadh es una ciudad cacharro, polvorienta -como ninguna de las anteriores-, con muchas calles sin asfaltar y plagada de basura y escombros.
Las temperaturas extremas y la pobreza gastronómica logran , hacen que la estancia sea aún mas desagradable. Al menos, no pululan demasiados pelmas.
Al margen de esta dura realidad cotidiana tres son los motivos para venir hasta aquí.
Primero.El Mausoleo Mahabat Maqbara, deslumbra, al ver su colosal puerta, situada enfrente de la estación de trenes y tú, te dices: "por dentro será maravilloso". Y cruzas el umbral y llega el chasco, porque te topas con decenas de desordenadas chabolas con los pobres niños trajinando, sin rumbo, con el edificio abandonado de un antiguo mercado, con otras viviendas de aluvión, con cuatro tiendas cutres y vacas y gallinas, comiendo del inmenso basural , que rodea el complejo del mausoleo. Además de la tumba, tiene una mezquita y otros edificios religiosos, impecables.
Segundo. El fuerte Uperkot, que en su interior tiene una mezquita, unas cuevas budistas y unos pozos típicos, de Gujarat. El camino hasta llegar es frenético y peligroso, pero merece la pena hacerlo andando, porque se contemplan templos musulmanes e hindúes, iglesias con arcos góticos, tumbas, estupas y edificios tan bellos como decadentes. El disparatado precio de entrada son 500 rupias -25 los indios- por lo que sin dudar, decidimos, no entrar. No parece sensato pagar por una visita, lo mismo, que nos cuesta la habitación de hotel. No solo nos ahorramos el timo, sino que al regresar, mi pareja se encontró 300 rupias tiradas en el suelo.
Tercero. Templos hinduistas y jainitas, que están a las afueras y a los que se llega subiendo diez mil escaleras. Nosotros, ya tuvimos bastante con los tres mil de Palitana y además, habíamos leído alguna opinión que rebaja las expectativas de esta esforzada excursión.
Mañana y en autobús, regresamos a Vapi. Matheran y otros puntos de Maharastra nos esperan, antes de poner punto final al viaje, durante la Semana Santa
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