Nos marchamos de Nashik con gran pereza, después de tres días, en los que estuvimos narcotizados, sin tener, que resolver un solo problema. Las previsiones para el futuro no son tan halagüeñas, en Gujarat, porque ya estuvimos allí en 2011 y sabemos, las dos dificultades fundamentales, que nos vamos a encontrar: alojamientos caros o donde no nos aceptan y problemas de comunicación por ausencia del inglés más básico (mucha gente no sabe ni los números).
Tomamos el autobús local 207, hacia la estación Mumbai Naka, sita a 8 kilómetros. Gracias eternas le daremos a un pasajero, que sin pedírselo nos dijo donde bajarnos, porque esta parada, ni es final de línea, ni se ve desde el vehículo. La terminal es un cacharro de manual, donde no tropezarse y partirse una pierna, es un milagro.
Tuvimos suerte y el desvencijado bus, a Vapi, salió inmediatamente. La carretera interestatal es la peor, que hemos recorrido, en India, durante mucho tiempo: baches eternos, muchos tramos sin asfaltar, curvas inverosímiles y cientos y cientos de camiones. A ratos insoportable, a ratos, cruel, a ratos, letal. Hay cinco situaciones, que se repiten, absolutamente, en todos los autobuses, de India. Pueden ser provocados por una sola o por varias personas, pero nunca fallan: el niño llorón, quien se pasa todo el viaje hablando por teléfono, el/la que abre y cierra la ventanilla, quien te castiga -constantemente- con la ramplona música de voces agudas, gritonas y femeninas y el que pone sus vídeos para todo el autobús, sin usar cascos.
Vapi es una ciudad absolutamente lamentable, cacharrosa, maloliente, llena de basura, caótica...y eso, solo viéndola desde el autobús, aunque a 35 grados.
Llegamos a una estación desastrosa y nadie nos entendió, para decirnos, si había desde allí o desde otra parte, un autobús, a Daman
Negociamos con los del tuck tuck. Con la mayoría de los escasos conductores -de cierta edad-, era imposible comunicarse ni para el destino, ni para el precio. Los más avispados, nos pedían 500rupias, que es el triple, de lo que estábamos dispuestos a pagar y no se bajaban del burro. Creemos -no es seguro -, por lo que hemos visto, que no todos los autoricksaw están autorizados para entrar, en Daman. Paseo arriba, paseo abajo, entre el insoportable calor y el peligroso tránsito. A cada rato, íbamos asumiendo, que nuestro margen negociador era escaso.
Y un tucktuckero, entonces, que nos había ofrecido sus servicios y viendo que no los íbamos a coger, nos explicó en un casi perfecto inglés, que desde aquí, no hay buses a nuestro destino, pero que desde la estación vieja -esta es la nueva, aunque lo parece la otra-, circulan cada diez minutos y a continuación, nos ofreció los servicios de un veterano compañero, que nos llevaría hasta allí, por solo 80 rupias.
Estamos acostumbrados a esto y a más, pero el trayecto fue absolutamente delirante, con un atasco tremendo y el cacharro, buscando los recovecos, casi inexistentes, para evitarlos. Estuvimos a punto de darnos contra un árbol y atropellar a una ronda señora de vestido verde. Fue tan honrado nuestro driver, que no se excusó de no tener cambio, para devolvernos las 20 rupias.
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