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jueves, 7 de marzo de 2024

El día horrible: de Palitana a Diu (parte III)

           Hoy cumplimos siete semanas de este décimo viaje largo y para celebrarlo, hemos visto amanecer y anochecer en la calle, nos hemos subido y bajado seis mil escaleras y nos hemos pegado seis horas de autobús y unos cincuenta mil pasos. Pero, vayamos por partes.

          Vimos en el móvil, que en Palitana y en esta época, la primera luz es a las 6:35, así, que cinco minutos antes, ya estábamos en la calle, camino de los templos. ¡Qué maravilla es transitar a esas horas por estos lugares cacharro! Todas las infinitas muestras de cosas, que hay de día, desaparecen -hasta las vacas, que hemos visto más aqui, que en todo el resto del viaje -, de noche.

          Al llegar, nos abordan de forma algo agresiva, los dholi, con sus palos, que son los encargados de subir en volandas  -de diferentes maneras,-a los vagos , gordos y demás, que quieren ahorrarse los tres mil peldaños, que por otra parte, están en muy buen estado de conversación y limpieza, en todo el recorrido.

          Al principio y tras pasar la entrada -nos han dejado meter agua y no han dicho nada de mi cinturón de cuero, al contrario de lo que cuentan otros relatos antiguos-, hay varios templos seguidos, pero pronto desaparecen y la larga escalera rutinaria toma el protagonismo, durante casi una hora, alternando con tramos llanos, que sirven para soltar las piernas. Cada cierto tiempo aparecen puertas donde se ofrece agua a los visitantes -supongo del grifo -, pero no hay un solo baño en todo el recinto.

          Llegado un momento, la escalinata se divide y nosotros tiramos hacia la derecha, que es el camino más popular, sin cansancio alguno y con la respiración serena. Ha pasado hora y cuarto y estamos entrando en unos cuantos maravillosos templos jainitas y viendo otros, igual de fantásticos de frente, que deben ser, los del camino de la izquierda.

          Disfrutamos, casi, como enanos de unos monumentos únicos e incluso y a pesar de los pesados vigilantes, conseguimos grabar algún vídeo. Unos cuantos lugareños, porteadores o peregrinos, se hacen fotos con nosotros, los únicos guiris del día.

          Nos hubiera gustado ascender a los santuarios de la izquierda, pero perderíamos nuestro bus y además, parece, que las vistas de frente  son peores, debido a un grueso muro. La bajada y la vuelta se hace larga, porque el sol, empieza a calentar.

          Al llegar a la estación nos llevamos un chasco. Nos habían informado mal del horario y el bus sale una hora después, por lo que podíamos haber completado la visita.

          Toca coger bus a Talaja, a 35 kilómetros, para cambiar, a Diu. Aprovechamos para comer un picante hojaldre de patata, que será nuestro único alimento, hasta la cena.

          El siguiente bus se convierte en la experiencia más frustrante por carretera de todo el viaje y ya es decir. No solo es el precario asfalto y el vehículo insufrible, sino, que como viene de otra parte, la primera hora vamos de pie y el resto, atrapados por los que se agolpan en el pasillo. Nunca he visto tanta gente en un mismo cacharro y me extraña que no volquemos.

          Tras cuatro horas y veinte minutos, contemplando una bonita puesta de sol y con 35 minutos de luz diurna, llegamos, a Diu. Después de preguntar en más de veinte hoteles -en el 60% no nos aceptan y el resto son caros -,  pagamos la habitación más cara de nuestra vida, en India, para llevarnos la sorpresa, de que el wifi no llega a la habitación.

          Todavía, nos toca buscarnos la vida para la cena, con oferta muy cara y escasa.

          Menos mal, que la habitación la hemos pagado con tarjeta, porque el único cajero, que no cobra comisión está averiado. Desde hace quince días en Calcuta, no hemos visto una sola oficina de cambio. 

          Al menos hemos vuelto al mundo de la cerveza y el alcohol legal, aunque son más caros que en Daman.

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