Con la nueva situación, nos hemos ahorrado veinte euros de las visas y tener, que llevar a cabo ingeniería financiera para hacernos con una cantidad de moneda local suficiente. A cambio, nos tocará aburrirnos otras dieciocho horas más en este aeropuerto. Ya hemos visto, a dos viajeros -chico y chica-, que están en nuestra misma situación.
Y todos hacemos lo mismo: dormitar, pasear, beber agua como tontos -hay fuentes, que la dispensan bastante fría -, comer de las viandas enteras abandonadas por los caprichosos y desaboridos y fundamentalmente, trastear con el móvil, que aquí, hay buenos y accesibles puntos de recarga (no, como en otros aeródromos, donde debes colgarte de una lámpara o hacer el pino).
A las doce menos cuarto de la noche probamos, obtener las cuatro tarjetas de embarque de Turkish. Hay un follón tremendo con un vuelo de Pegasus anterior al nuestro, así, que el empleado nos toma nota de los pasaportes y nos indica, que volvamos en una hora.
A lo largo de la tarde, se nos ha ido cimentando esa idea/obsesión, de que nos multen o impidan volar por estar más de 24 horas aquí. Bastaría, con que nos pidieran la tarjeta del vuelo, de Bombay, aunque alegariamos, haberla tirado. De todas formas, creo, que tendrían otras vías para descubrirlo.
Cerca de la una de la madrugada volvemos al mostrador de NAS. Ahora ya, podemos, hablar de caos. Una chica rubia está llorando a moco tendido -desconocemos la causa- y varias personas más están muy nerviosa. A la mujer, que va delante de nosotros, le piden la boarding pas anterior y entramos en pánico. Pero, al ser atendidos, nos entregan toda la documentación, sin más preguntas o gestiones. Empezamos a fantasear, con que si la cena tendrá pescado o cordero.
Como ya explicamos, este mismo tramo Kuwait -Estambul -Bergamo, salía más barato con Pegasus: 66 euros, por los 95 de Turkish. Nosotros había volado con esta compañía a lugares como Seul i Biskek y habíamos quedado encantados con sus asientos infinitos y la excepcional comida y por eso decidimos gastarnos algo más
Embarcamos a través de finger y en la cabina, ningún distintivo de nada, cosa, que nos extraña. Ya teníamos alguna sospecha de que algo no iba bien, cuando al comprar los billetes vimos, que el destino final era Bérgamo y no Malpensa o Linate.
Finalmente, los indicios se convierten en pruebas, cuando observamos, que los asientos son estrechísimos -los peores de nuestras vidas y hemos volado más de 250 veces- y que la copiosa comida va a consistir en un minúsculo bocata de pan rancio, queso invisible y pepino duro (como la cara de estos sinvergüenzas, que nos han estafado). Y, para beber solo zumo de naranja o café, sin posibilidad de tomar las dos cosas.
Al descender de la aeronave comprobamos, que habíamos volado con Anadolu, una apestosa filial de Turkish, que es la low cost más rastrera, en la que nos hemos transportado nunca.
Lo de ESTAFA -con todas las letras-, lo explicamos en el próximo post.
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