Habíamos estado campando a nuestras anchas toda la mañana del día anterior por los indescriptibles suburbios de Bombay. Y es, que por fin, habíamos conseguido saber, como llegar al aeropuerto en transporte público - estación de cercanías de Ville Parle más bus número 35-, sin necesidad de tuck tuck o taxi. El buen dinero, que nos ahorramos, nos lo gastamos en las tiendas de alcohol de esas barriadas, adquiriendo güisqui y cerveza. La consecuencia más inmediata fue, que me pasé la mayor parte del vuelo durmiendo y continúe haciendolo las cinco primeras horas -de ocho p.m., a una p.m.-, en los cómodos asientos de la pequeña terminal aérea de Kuwait.
No os hablaré de la desagradable zona de embarque de este aeropuerto, porque ya lo hice en un post del noveno viaje largo, en nuestra primera visita aquí y ahí lo podéis leer.
En el interior, sin embargo, tiene muchas peculiaridades y algunas resultan bastante beneficiosas para el viajero. En casi todos los aeródromos del mundo y una vez has aterrizado, debes decidir si desde llegadas, te vas a la zona de tránsito -con los correspondientes controles-, a tomar otro vuelo o gestionas la salida a la calle si tienes todo en regla. En Kuwait City no es necesario decantarse y puedes permanecer en esa especie de limbo o de tierra de nadie, durante horas y es, lo que hemos hecho en nuestras dos estancias aquí.
Otras ventajas de la terminal de este emirato son: excelente wifi gratuito; cómodos asientos sin reposabrazos, donde te puedes tumbar a cualquier hora del día o de la noche, sin que nadie te moleste; baños impecables, aunque encharcados, por esa manía, que tienen de usar el agua para limpiarlo todo; accesibilidad rápida a todos los servicios, fuentes de agua potable fresquísimas...La mayor sorpresa positiva, sin embargo, la dejaré para más adelante.
En cuanto a lo malo, poca cosa: escasa oferta gastronómica y un aire acondicionado asesino -a través de bocas heladas y huracanadas-, que además, no tiene ningún sentido, estando en el exterior a una temperatura de entre 13 y 20 grados.
Nuestro plan era sencillo: pasar la noche dentro, para a la mañana siguiente, bajar a la ciudad -tenia ciertas lagunas, que ya os contaremos - y por la tarde y antes de volver a entrar, llevar a cabo la facturacion con Tuskish. ¡Nada muy original!.
La noche no va a tener nada de especial: mi pareja durmiendo y yo, desvelado ya, paseando arriba y abajo, bebiendo güisqui de forma discreta. Me llama la atención, el gran trasiego nocturno de este aeropuerto y la tranquilidad, a la mañana siguiente. Lo entendimos, fácilmente, al constatar, que estamos en pleno Ramadán ¡Otra vez!.
Reparé varias veces, en un mostrador -siempre atendido - con las siglas NAS, pero no le di mayor importancia, pensando, que se trataría de algún órgano administrativo de este espacio de tránsito.
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