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miércoles, 16 de septiembre de 2020

El aeropuerto de Barajas da miedo, sobre todo de noche

 
       Cuándo planificamos los viajes de este verano, incluido el europeo, una de las cuestiones, que más curiosidad nos despertaba, es como iba a ser el funcionamiento pandemico de los aeropuertos, especialmente, el de Barajas.

          Como volabamos a Atenas, sobre las seis de la mañana, decidimos pasar la noche en la terminal aérea, sin saber a priori, si estaríamos dentro o fuera. Tomamos el autobús 200, como siempre, en avenida de América, con total normalidad. Al llegar a la terminal 1, solo había una puerta abierta, custodiada por un par de vigilantes de seguridad.

        Como a esto ya estamos acostumbrados en muchos aerodromos del mundo, nos limitamos a preguntar, si era condición, entrar un número mínimo de horas antes de tu vuelo, ante lo que se encogieron de hombros.

          Por tanto y siendo sobre las once de la noche, mostramos nuestras tarjetas de embarque en la pantalla del móvil y nos permitieron  el acceso al hall de salidas, casi vacío y más parecido a un cementerio, que a un aeropuerto. Aunque dentro tienes libertad de movimientos y nadie -aparentemente- te vigila, lo que puedes hacer va poco más allá, que sentarte en una silla. Eso sí y aunque seas conviviente, dejando una libre en el medio, porque han pegado pegatinas cada dos con un símbolo de prohibido. Pero bueno, te puedes tomar una cerveza o dos y nadie te molesta.

        A fecha 14 de agosto, las terminales 2 y 3 estaban clausuradas, todos los negocios y servicios de la uno cerrados, no habiendo abierto ni un triste bar, salvo uno en la entrada y varias máquinas automáticas. Cada cinco minutos -cuando el reloj corre por el tres y por el ocho-, te machacan con un mensaje sobre distancias de seguridad y mascarillas. Es decir: doce cada hora. Como estuvimos siete, escuchamos la misma cansina cantinela 84 veces. Ya no emiten el de que vigiles tus equipajes, porque evidentemente, a Barajas no quieren ir, ni los ladrones.

          Dos ventajas, para no ponerlo todo negativo: los baños funcionan normalmente y si te bajas la mascarilla no pasa nada. Salvo tu acompañante, el viajero más cercano está a 200 metros.

          Pasamos los controles de bultos con normalidad antigua. Incluso, con más manga ancha, porque con el virus han aflojado sobre el tema de los líquidos. Bueno, aunque yo para variar, tuve que someterme al control de explosivos, pero eso ya venía de antes. 

        El avión de Ryanair, con menos de la mitad del aforo y con un azafato muy pesado, que nos comentó más de diez veces, que nos despertaría, si nos bajabamos la mascarilla. A bordo, ya solo se puede pagar con tarjeta de crédito.

          Días antes, habíamos tenido que rellenar por internet un formulario griego, llamado PLF -formulario de localización de pasajeros-, que te genera un código QR y una autorización, que te van a escanear o vas a tener, que mostrar, en el aeropuerto de Grecia. Tuvimos suerte, porque tres días más tarde, se iba a implementar la obligación para los españoles de mostrar una prueba PCR negativa, hecha durante las 72 horas anteriores.

        En ese momento, solo se hacían pruebas aleatorias y vaya por Dios, a mi pareja le tocó. "Grita con la garganta", le dijeron, sobre una especie de bastoncillo, como los de los oídos. En teoría, deberíamos habernos confinado, durante un día, pero no lo hicimos. Si nos llamaban, es que había salido positivo y deberíamos encerrarnos, durante dos semanas. Nada nuevo, ¡sabíamos el riesgo antes de salir! Todo fue bien y al margen de varios SMS automáticos al movil, nadie nos llamó. 


        Al  ir y volver de Creta y al regresar, a Madrid comprobamos, que los aeropuertos griegos funcionan con toda normalidad, sin paranoias. Pero, al volver a España, más de lo mismo: un solo acceso para salir del aeropuerto, largo, en fila y pasando por delante de las puertas de salida. Imposible salir del redil, porque las flechas y los vigilantes son claros. Además y por internet -otro código QR-  o la llegada a boli, debes rellenar otro formulario, aunque seas español

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