Todas las fotos de este post son, de Queenstown (Nueva Zelanda)
La isla sur es la más grande de las dos y su superficie sería razonable, sino fuera por lo alargada, que es. De Christchurch a Queenstown, hay unos 480 kilómetros. La carretera siempre es verde, pero no demasiado interesante, hasta que llegas a Omarama, ya avanzada la travesía. Desde aquí sí, las montañas se cierran y los ríos y riachuelos empiezan a ser protagonistas, hasta culminar en el maravilloso y ostentoso lago, de Queenstown.
Pero hasta entonces, las montañas lejanas, las vacas y las ovejas, son las autenticas protagonistas. Se cruza, Geraldine y el lago Tekapo -donde algunos deciden pasar unos días- y el lago Pukaki -en jornadas soleadas, contrasta el azul de sus aguas con los picos nevados- y otras poblaciones, sin mayor interés.
Puede ser, que Queenstown este algo sobrevalorada -quitando un par de edificios sobresalientes, los demás no valen nada-, pero su lago y las actividades, que se pueden llevar a cabo aquí, enganchan, si el tiempo y el viento acompañan.
Después de un rato subiendo, descartamos ascender hasta el teleférico, porque el camino no es fácil y además está embarrado. Mejores vistas del lago se obtienen -al haber menos vegetación-, desde un pueblo cercano. Para ello, hay que llevar a cabo un largo y bonito paseo por la parte derecha, que culmina en una ascendente carretera.
Por el lado izquierdo y tras unos ocho kilómetros por una senda peatonal de extraordinarias vistas, se accede, a Frakton.
Los guiris, en general, hacen poco senderismo y se limitan a subir al teleférico, comer hamburguesas en un local, que tiene largas colas a todas horas del día o zambullirse en el Ice Bar. Es seguro, que este tipo de negocio llegará a España en un par de años. Se trata de una propuesta ridícula, pero en un mundo donde predominan las modas y los imbéciles, puede tener su chance.
La cosa consiste en gestionar un local con una temperatura programada de cinco bajo cero y la gracia -ademas de tomar algo, claro- está en alquilar polares, pantalones térmicos, abrigos y guantes para protegerte del frío mientras tomas un chupito congelado. Hay, que ser idiota profesional y cualificado, en una ciudad, donde durante la mayor parte del año, hace una rasca tremenda y temperaturas nocturnas, de casi 0° (a la sombra y al sol) ¡Que se lo planteará un nativo, de Bangkok, que nunca ha bajado de 20°, tendría su emoción...! En fin.
Otro negocio en auge, son las tiendas de cookies, que venden decenas de clases de ellas, de las cuales, muchas, las tienes también en el supermercado, tal cual. La gracia en este caso es, pagarlas cuatro veces más caras, aunque debo reconocer, que algún local de estos, está muy bien ambientado.
Para los menos pomposos y escasos de dinero -no os recomiendo venir a Oceanía en este plan-, os recomiendo el supermercado 4 Four, atendiendo por empleadas sudamericanas. A las 12:30 y las 20:30 rebajan los platos cocinados, que están a punto de caducar, hasta un 75%, hasta cobrarlos a un dólar: bollos rellenos de carne y queso, ricas pizzas de chorizo y bacon, puré de patatas, perritos calientes...¡Resulta una gozada meter el diente, a fondo!
La isla sur es la más grande de las dos y su superficie sería razonable, sino fuera por lo alargada, que es. De Christchurch a Queenstown, hay unos 480 kilómetros. La carretera siempre es verde, pero no demasiado interesante, hasta que llegas a Omarama, ya avanzada la travesía. Desde aquí sí, las montañas se cierran y los ríos y riachuelos empiezan a ser protagonistas, hasta culminar en el maravilloso y ostentoso lago, de Queenstown.
Puede ser, que Queenstown este algo sobrevalorada -quitando un par de edificios sobresalientes, los demás no valen nada-, pero su lago y las actividades, que se pueden llevar a cabo aquí, enganchan, si el tiempo y el viento acompañan.
Por el lado izquierdo y tras unos ocho kilómetros por una senda peatonal de extraordinarias vistas, se accede, a Frakton.
Los guiris, en general, hacen poco senderismo y se limitan a subir al teleférico, comer hamburguesas en un local, que tiene largas colas a todas horas del día o zambullirse en el Ice Bar. Es seguro, que este tipo de negocio llegará a España en un par de años. Se trata de una propuesta ridícula, pero en un mundo donde predominan las modas y los imbéciles, puede tener su chance.
Otro negocio en auge, son las tiendas de cookies, que venden decenas de clases de ellas, de las cuales, muchas, las tienes también en el supermercado, tal cual. La gracia en este caso es, pagarlas cuatro veces más caras, aunque debo reconocer, que algún local de estos, está muy bien ambientado.
Para los menos pomposos y escasos de dinero -no os recomiendo venir a Oceanía en este plan-, os recomiendo el supermercado 4 Four, atendiendo por empleadas sudamericanas. A las 12:30 y las 20:30 rebajan los platos cocinados, que están a punto de caducar, hasta un 75%, hasta cobrarlos a un dólar: bollos rellenos de carne y queso, ricas pizzas de chorizo y bacon, puré de patatas, perritos calientes...¡Resulta una gozada meter el diente, a fondo!
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