Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

viernes, 22 de febrero de 2019

Los polis, el negro y el chino. ¡Pánico en nuestro último dia, en Sydney!

                                             Todas las fotos son, de Sydney (Australia)
       
Nunca creímos en lo del martes y trece y en lo del viernes, tampoco. Por eso y tras la experiencia de la salida, de Sydney y a Nueva Zelanda, dos semanas atrás, pensamos, que el último día en Australia, a la vuelta, sería un mero trámite. Nada más lejos de la realidad.

          Por desidia y por ahorrarnos un buen puñado de dólares -despues de la sangría de Nueva Zelanda- decidimos ir a dormir a la confortable estación de tren, como otras veces anteriores. Pero en esta ocasión, a las siete en punto de la mañana se presentan dos policías -como siempre, uno bueno y otro malo-, de aspecto cómico: con pantalones cortos y con camisetas sin mangas.
         
         Tras preguntarnos - al vernos tumbados en el suelo-, si esperamos algún tren y mentirles, diciendo que al del aeropuerto, comienza una conversación trabada, que da tanta risa, como miedo, por su imprevisible final. Nosotros tratando de explicarles nuestros planes de volar, a Singapur y ellos tan sorprendidos -no nos llaman mentirosos- de que con dos bultitos pequeños, llevemos viajando dos meses por el mundo y tres semanas, por Australia. Finalmente, nos dejaron ir y no perdemos ni un segundo en cumplir sus órdenes.

          Lo gordo, sin embargo, nos esperaba en el aeropuerto, unas pocas horas más tarde, donde todos los derechos civiles y humanos, se acaban para los pasajeros. Habíamos comprado varias latas de comida -sardinas, ricas y muy baratas, alubias y un guiso de cordero, beicon, patatas y vegetales-, para cuadrar el dinero sobrante. Tambien vino, pero ya nos lo habíamos bebido, antes de arribar a la terminal aérea. Como siempre y tras la impecable obtención de las tarjetas de embarque, por parte de la compañía Scoot y el tranquilo control de inmigración, no facturamos: todo nuestro equipaje en los bultos de mano.

          Ya habíamos leido, que no se permiten líquidos, aerosoles y geles de más de 100 mililitros, aunque cuando salimos la otra vez, colamos un champú y un gel de medio litro cada uno, aunque esta vez, no llevábamos nada de eso.

         
          Las cosas empiezan mal y son discrimatorias, porque a todas las mujeres, las hacen pasar por una infame máquina de rayos X y las toquetean bastante. Uno de los bultos acaba en las manos de un chino -el malo- y el otro en las de un negro -el bueno, a priori- Siempre me he preguntado, porque hay tanto inmigrante curtido -Barajas incluido- en los controles aeroportuarios. Tengo mi propia y clara respuesta, pero no viene al caso y quedaría demasiado largo.

          El negro sonrie y se apiada de nosotros y nos deja pasar las sardinas, que ya habíamos transportado, de aquí, a Nueva Zelanda. Separa la lata grande.¡Pero si es algo sólido! Le indicamos que no pone nada de eso en ninguna parte. Cada vez, se va poniendo de peor carácter y estalla, cuando le decimos, que vamos a perder el vuelo "eso no es mi problema", no contesta, de muy malas formas.

          Ahora nos enfadamos nosotros, porque destroza todo nuestro equipaje con las manos cubiertas con guantes y sin permitirnos explicarle nada, para dejarlo todo tirado. Mientras tanto, el chino a lo suyo. Con cara de idiota, se ha cargado toda la comida, incluidas las sardinas del otro bulto: ¡eso es unificación de criterios! No ha puesto pegas, sin embargo, a dos enormes magdalenas de chocolate y al paquete de pan de molde. A mí modo de ver, los problemas son varios y muy graves:

           -Cada trabajador de este sector, hace lo que le da la gana, sin potestad de autoridad, sin dar explicaciones a nadie

           -No serán, ni a uno ni a dos, a los que les hayan hecho perder un avión, sin responsabilidad alguna.

           -Te ponen de los nervios con todo tu equipaje desperdigado y los documentos abandonados, mientras tanto, en las bandejas. Por supuesto, no se harán responsables, si pierdes o te roban algo importante.

           -Sin de una arrogancia y una chulería tremenda y desbordante

            -Aplican las normas, según les caigas y la resistencia, que opongas.

           -¿Donde van todos esos productos, que retiran? Los pasajeros deberíamos tener derecho, a saberlo

           -¿Como podemos defender nuestra dignidad, como personas, ante estos procedimientos abusivos e impunes?

          Y lo que casi nadie sabe es -a mí me lo explico un trabajador de Barajas-, que el escáner no distingue si un bote es de 100 mililitros, del de un litro, por lo que registran a boleo o dependiendo, de como tengan el día.

No hay comentarios: