Y llegamos a Trondheim, con algo de retraso, siendo las 10:30 de la noche. Aunque esto es un decir, porque ya avanzada la primavera y desde que se pone el sol, hasta casi media noche, el cielo queda en un limbo de tonalidad blanquecino muy agradable a los ojos.
Hoy dormimos en el aeropuerto, pero, mañana y pasado también, porque los precios de los hoteles aquí no nos dejan más maniobra. Cómo habíamos leído, este aeródromo deja abierta la terminal de llegadas, durante las 24 horas.
Afortunadamente y como en el caso de Alesund y Bergen, este aeropuerto es muy tranquilo y confortable, estando más pensado para las personas, que para los pasajeros, siguiendo el sabio modelo nórdico. Este está basado en sillas de terraza y mesas -en vez de sórdidas hileras de sillas - y en este caso han añadido dos grandes sofás circulares, donde te puedes tumbar a cualquier hora, sin ser molestado. La primera noche vamos a estar solos en toda la terminal y las dos restantes, con un número muy reducido de pasajeros. En las tres dormimos genial.
Eso sí: los escasos negocios para alimentarse cierran pronto, por lo que hay, que llevar encima comida y bebida -agua rica y potable en los baños - suficiente. Se puede consumir alcohol sin problemas, si se hace de forma discreta.
Para mañana, nuestros planes pasan por visitar la ciudad, ubicada a 35 kilómetros. Hay varias formas de llegar hasta allí, aunque la más cómoda y económica es el tren, que te deja cerca del centro, en unos /25 minutos y por unos 3,50€//. Circula uno cada hora y los billetes se compran de forma rápida en la máquina automática. Pasa el revisor, así que, pocas bromas con colarse.
No lo tenemos muy estudiado, pero sabemos, que existen numerosos carriles bici/personas, que son accesibles desde la terminal, por lo que pasado, sábado, recorreremos algunos de ellos, buscando algunas iglesias, el mar y la localidad de Stjordal, la mas poblada de la zona.
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