Retornados a Bali, después de nuestras aventuras isleñas por Flores, Sumbawa y Lombock, nos trasladamos a través de una hora y media de ferry a las islas Penidas. Son tres y acabamos en la más grande y en concreto, desembarcamos en Batununggul, que es donde llega el ferry público ( hay otras muchas formas de transporte privado)
El municipio tiene una calle larguísima y relativamente caótica, que ofrece todos los servicios necesarios para el viajero: hoteles o bungalows bastante competitivos, minimarkets, oficinas de cambio, restaurantes y bares y hasta un bien abastecido mercado nocturno de comidas variadas.
En la parte izquierda se suceden un sin fin de playas, aunque están más adaptadas a la explotación de la pesca y de otras actividades por parte de los lugareños que al turismo. No obstante sus verdosas aguas cristalinas incitan al baño, en cualquier parte. Lo más famoso de esta isla y de forma merecida son las espectaculares playas del sur, como la Diamante, Cristal Bay o Broken Athu.
Se encuentran lejos de los núcleos de población, por lo que si se quieren ver, no basta con andar. Alquilar una moto o tomar un taxi son las mejores opciones. Caminar da de sí lo que da, porque el calor es asfixiante y no hay una sola sombra, al tratarse de edificaciones bajas. Pero, si sirve -y nadie lo menciona, para contemplar los numerosos templos de la zona, de piedra y en diferente estado de conservación y que nadie visita. Son diferentes a los de Bali, aunque mantienen unos rasgos comunes. ¡No saben lo que se pierden!
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