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martes, 28 de mayo de 2024

Surabaya, para poner fin a un mes en Indonesia

         El ferry entre Gilimanuk y Ketapang -ya lo cogimos en 2008, ida y vuelta - tarda poco más de una hora, en la que aparte de en el espacio breve del canal de Java, pareces trasladarte en el tiempo, entre la alegre y serena Bali y la estricta, conservadora y seria Java. Si Gilimanuk es un lugar básico, aunque amable, Ketapang es todo lo contrario: abrumador y hostil. Así, que nada mejor, que esperar las horas restantes para tomar el tren nocturno a Surabaya, en la sala del aire acondicionado de la estación.

          El tren ha doblado su precio, desde 2008, pero ha mejorado ampliamente la calidad: aire y comodidad en la clase económica. A la 1:30 a.m. estamos en el destino, después de seis horas. Lo bueno de musulmania es, que te puedes tirar en el suelo a dormir, sin que nadie te diga nada (ellos lo hacen en las mezquitas).

          Surabaya sigue siendo la misma ciudad beligerante y cacharro, que hace quince años y no cambiará en cientos de ellos. Siguen destacando por su belleza y autenticidad, el barrio de la mezquita y la cercana Chinatow, además de sus mercados. Nos dimos nuestra penúltima ración de agobio en Indonesia, al caminar por sus peligrosísimas y alocadas calles, donde las aceras sirven para todo, lo que no sea generar movilidad entre los ciudadanos.

          La última dosis de frustración e ira fue, cuando al día siguiente y en el aeropuerto -al echarnos fuera y como en Bali,  por la noche, ya que volábamos de madrugada, nos machacaron los mosquitos, en los brazos y en la espalda. Pagas enormes tasas aéreas y te dejan tirado como una colilla y sin ningún remordimiento.

          Los hoteles de Surabaya siguen siendo tan lamentables, como hace una década y un lustro. Pero esta vez, tomamos una buena decisión y nos alejamos del centro para dormir, en un hotel cápsula, bien gestionado, con gente amable y con un buen desayuno. Está cerca de los centros comerciales de las afueras, donde por primera vez, vimos ambiente de Navidad, desde que salimos de casa. También pudimos comprar cerveza (algo de más graduación, imposible).

          En una tarde estresante, en la que no sabíamos  si fallaban nuestras tarjetas de crédito, el wifi, nosotros o Wizzair -era esta última -, conseguimos cerrar la ventana que queda: Kuala Lumpur - Singapur - Atenas (26 diciembre). Atenas - Bolonia (31 diciembre). Roma - Asturias (2 enero). Poco más de 250 € cada uno en total, aunque como a la ida, mucha paliza.

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