Algún viajero suelto, que si ha recorrido la isla, lo ha hecho en la burbuja que supone un coche con conductor, pagando un pastizal y total para no relacionarse con los lugareños -más allá, de las tribus folclóricas de exposición - o para ver cascadas o arrozales en forma de telaraña. ¿No está de psiquiátrico, el que solo se desplaza para ver caídas de agua, más de trece mil kilómetros?. Pues, yo diría, que no, porque si no, casi todos estaríamos locos.
Estas reflexiones y con la injusticia, que esto acarrea, me lanzan a agrupar a los viajeros, en varias categorías, teniendo en cuenta, que viajar es, simplemente, desplazarse.
1.- Viajeros. Solemos hacer los periplos de forma independiente, distinguiendo dos subgrupos. Los que vamos a nuestra bola, tomando decisiones cada día y los que se adaptan más a la oferta local existente, que encuentran en el destino o en la Lonely Planet: masaje, donde toque; tatuajes, donde abundan; ropa jostelera en Khaosan; comer insectos cocinados; ponerse un faldamento típico en un templo local ..
2.- Turistas. Son, tal vez, los menos exigentes. Se conforman con casi lo que sea, para pasar el rato y les gusta relacionarse con gente de su grupo, con los que comparten afinidades y fanfarronean de sus cosas.
3.- Pringajeros. Personas pretenciosas, con escasa experiencia por libre, que solo pretenden hacer cosas excepcionales, para poner fotos en Instagram o presumir ante los amigos. Tiran de chequera para suplir otras muchas carencias. Normalmente, ni se decepcionan hasta con lo más deprimente. Son el objetivo preferido de casi todas las agencias, al asalto.
4.- Babojeros -mezcla entre babosos y viajeros -, que son capaces de gastarse un dineral y pegarse trece horas de avión, para tocarle el culo a una jovencita y después, tirarsela hasta la saciedad y hasta, que los huevos, no le den más de si.
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