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martes, 9 de abril de 2024

Intento de estafa y humillación, en Labuan Lombock

          Después de dos noches terribles, al fin dormimos al amparo del aire acondicionado y sin ningún ruido. Augurábamos un día largo, como todos aquí, por lo que decidimos ponernos temprano en las calles. Sumbawa Besar no tiene nada de especial. Ni siquiera su playa -llena de basura y casi inaccesible -, resulta interesante.

          El bus, a Poto Tano sale puntual. Tan colorido e incómodo, como siempre. El conductor solo se aturulló al final, cuando tuvo que recoger varios bultos de peso y a unas cuantas pasajeras con churus, que sus maridos habían acercado con la moto 

         Los ferris entre Sumbawa y Lombock son muy frecuentes y la travesía dura dos horas y cuarto, aunque podrían hacerlo en menos tiempo, porque hoy hay muy mala mar. Es mucho más nuevo, que el del otro día, dispone de aire acondicionado y viajan varios guiris.

          No nos desconcertamos, cuando vemos, que al lado del puerto no hay nada más, que algunas agencias de venta de billetes on line y varios garitos, porque lo habíamos estudiado antes. Hay tres kilómetros, hasta la localidad de Labuan Lombock, que hacemos, caminando por una carretera no muy complicada. No sabemos, que ocurrirá después, porque nada hay en internet sobre esta ciudad.

          Y entonces, comenzó una tarde más rara, que dificultosa. Tenemos la suerte de encontrar una agencia de Perama -es cara, pero muy fiable - y preguntamos al empleado si hay transporte público, a Mataran, siendo su respuesta afirmativa, aunque no son ellos los que realizan el servicio. Vamos hacia el lugar indicado, sin preguntar la tarifa y enseguida llega un minibus, que tras darnos el precio real, diez metros más adelante, nos pide el doble. Bajamos y los siguientes servicios nos llegaron a solicitar, hasta cinco veces más. Entonces, todo comienza a ser un espectáculo circense para los aburridos lugareños de un pueblo grande, donde nunca pasa nada y comenzaron a entrometerse. Una tenderá llegó a asegurarnos que las 40.000 rupias reales, eran, 300.000.

          Volvimos a Perama a preguntar la tarifa y efectivamente, era de 40.000, pero ya nadie nos quería llevar a destino por una cifra, que no fuera astronómica. Ya no se conformaban con querernos sacar el dinero, sino que querían humillarnos y reírse de nosotros en nuestras caras, como tantas veces ocurre en Indonesia.

          Vamos a un hotel y nos ofrecen una habitación muy barata, que era lo más parecido a una pocilga oscura y sin ventilador. No la cogemos y la chica nos advierte, de que tengamos cuidado por ahí, pero no sabemos, con que o con quién. Al fin y casi enfrente, encontramos otro establecimiento más adecuado. Está es la primera vez en este país que no tenemos el baño dentro de la habitación.

          Nos da algo de yuyu lo que pueda pasar mañana al intentar salir de este territorio de salvajes.

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