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sábado, 6 de abril de 2024

Clara mejoría de nuestras vidas, en Flores

           Si el día de ayer fue el del sufrimiento y la supervivencia, el de hoy ha sido el de la felicidad y las recompensas. Lo teníamos merecido, sin duda. Pero antes deciros, que se me olvidó un importe suceso de ayer. Como no tenemos tarjeta de móvil local y estábamos desesperados por el tema de los alojamientos, entramos en unas oficinas, a ver si nos conectaban al wifi. Fueron muy amables. Descubrimos un homestay 150.000 rupias más barato, que la mejor oferta que teníamos. Con la bolita azul de Google, para allí nos fuimos, por un camino difícil, que primero perdió el asfalto, luego se llenó de cacharros, basuras e interminables obras, que desembocó en un canal inaccesible. Con la colaboración de los lugareños y saltando numerosos obstáculos, de toda índole como troncos, gallinas, pedruscos y ovejas. Al final, al llegar a la puerta, los dueños no estaban. Menos mal, que no habíamos reservado en Booking, porque cobraban por adelantado.

          Volvamos al día de hoy. La noche fue muy calurosa y dormimos a trompicones. Al levantarnos, una buena sorpresa: espléndido desayuno gratis con arroz, verduras y blanda carne. Aún así, ya habíamos decidido cambiar de hotel, previamente y más cuando encontramos una oferta flash, 75.000 rupias más barata.

          Volvimos al aire acondicionado, a una mejor habitación y a una ducha y lavabo normales. No teníamos muchas exigencias para el día, más allá de cambiar una cantidad grande de dinero, para gastar en la desconocida Sumbawa. 

          Hoy comenzó oficialmente el monzón y cayeron dos trombas de agua, que inundaron la ciudad. Los que dicen que Labuan Bajo es un sitio feo e inhóspito, no es que mientan, si no que ni siquiera se detuvieron aquí para comprobarlo, porque estaban poseídos por la estafa de los dragones de Komodo. Una vergonzante experiencia -ya me explicaré, cuando toque-, que encima conlleva frustraciones personales y maltrato animal.

          Nosotros, a lo nuestro, a descubrir el paseo marítimo vacío, con varias pasarelas, que penetran en el mar y ofrecen extraordinarias vistas de la bahía. Llegamos a una cercana playa, tan llena de mierda y de trastos, como de cotidianidad. Cayó una tromba de agua tremenda, pero el sol permaneció brillante, nítido, sin inmutarse y sin arcoiris. Terminamos la jornada en un mercado nocturno de pescado, con acceso a otro paseo marítimo, lleno de mesas para yantar hasta desfallecer.

          Tuvimos tiempo, incluso, para disfrutar de extraordinaria y barata fritanga local, con una especie de croquetas de tofu, vegetales y patata.

          Mañana volvemos a la incierta guerra de Sumbawa.

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