Y os preguntaréis -o no-, ¿qué os costó más dinero: ir en avión de Bali a Flores o volver por tierra? Como preveíamos, el gasto fue muy similar y rondó en ambos casos, los 35 euros.
No me gustaría dejar está parte del viaje, antes de volver a Bali, sin hacer un pequeño resumen, porque nos ha costado mucho realidad sar este periplo de vuelta, por dos motivos fundamentales: las dificultades de relación con los lugareños por su no costumbre de tratar con extranjeros y la escasa información, que existe en internet sobre esta zona.
Flores es una isla con cierta infraestructura turística, especialmente, en Labuan Bajo, desde donde se pueden contratar caras excursiones a unos cuantos sitios: la turistada de los dragones de Komodo, hacer snorkel y buceo, ver los arrozales en forma de telaraña.... El camino al este de la isla es caro y los atractivos son dudosos salvo algunas playas en el extremo oriental. El alcohol es caro, pero accesible y la comida resulta rica, como en eelql resto del recorrido.
Sumbawa es la pura y dura travesía del desierto, aunque sale barato, porque no encuentran a quien clavarsela, dada la casi ausencia de pringados/turistas/viajeros. Los transportes son precarios, pero al menos, no te tratan de engañar en el precio. Las travesías son largas y caprichosas, dependiendo del omnipoderoso conductor que te toque. Los hoteles son muy básicos. Las relaciones con la gente son muy difíciles, incluso con los traductores digitales. Muchas personas, porque no entienden de otro idioma que no sea el suyo y otras te vacilan para divertirse, rayando lo salvaje.
Aparte de la agresividad de la gente y el intenso calor, que nunca cesa, uno de los problemas principales, si te gusta tomarte algo todos los días o de vez en cuando es, la obligada abstinencia alcohólica -de cerveza incluso-, que se dilata desde la entrada, en Sumbawa, hasta Mataran, en Lombock, donde al menos, hay un par de supermercados, donde la venden.
La mezcla de experiencias vitales, de incomunicación, de supervivencia constante, acaban llevando a cabo un cóctel muy sufrido, pero a la vez, excitante.
Y, entre penas y glorias, hemos comido mejor esta vez, que nunca en Indonesia, con las deliciosas especialidades del Nasi -arroz- Kampur -a tu bola, échale, lo que te decía gana, sin dar ninguna explicación - y normalmente son bastante creativos.
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