Nuestro objetivo inicial siempre, fue retornar por esta isla y no deshacer el camino por Albania y/o Montenegro. Pero, como no llevábamos billete de vuelta, la intriga duró hasta casi el final. Corfu resulta bastante interesante, aunque no cumplió plenamente nuestras expectativas, que eran elevadísimas. Vinimos más contentos hace dos años, tras visitar Chania, en Creta. También, porque en aquella época en plena pandemia, no había casi visitantes.
En el aspecto logístico indicar, que existen dos líneas de ferries, que conectan Sarande, con Corfu:. Finikas Lines y Ionian Seaways . Ambas, disponen de barcos rápidos y lentos -una hora y cuarto y media respectivamente - y los precios oscilan entre los 20 y 25 euros, dependiendo la agencia, donde los compréis.
Desde el puerto, hasta el centro hay una media hora, caminando. Los hoteles en la ciudad son escasos y muy caros. En concreto, nosotros preguntamos en cuatro y todos estaban llenos. No habíamos preparado nada y al consultar en Booking -por fin, después de unos cuantos días, teníamos roaming - nos dimos cuenta, de que la mayoría de la oferta está entre 10 kilómetros y treinta.
Nos pusimos las pilas y constatamos, que las zonas más recurrentes para pasar la noche eran Gouvia y Kavos. A la primera, más cercana, llevan los autobuses azules, que parten del centro y a la segunda - a unos 35 kilómetros -, los verdes, que tienen su estación propia, camino del aeropuerto. Por cierto, que a este se puede ir andando en unos tres cuartos de hora.
En Kavos hay alojamientos más baratos, pero el precio casi se compensa, porque, a Gouvia, cuesta menos el autobús -4,40 euros, por 1,50- e incluso, se puede ir andando en unas dos horas. Nos quedamos con la segunda opción y por 53 euros conseguimos una extraordinaria y enorme habitación con baño, aire acondicionado, terraza, excelente piscina -el único baño del viaje- y copioso y variado desayuno buffet.
La playa de Gouvia es pedregosa y algo fea. Para mi, que son mucho mejores los arenales de Kavos, pero lo digo sólo por las fotos.
El centro de Corfu tiene agradables callejuelas, llenas de tiendas y restaurantes, aunque algunos edificios en las calles más aisladas están en ruinas o casi para caerse. Las hordas turísticas toman la ciudad, especialmente por la mañana, cuando desembarcan los cruceros. No son un buen negocio, porque los barcos contaminan donde atracan y los turistas gastan poco, porque tienen todo incluido a bordo.
Corfu tiene dos impresionantes fortalezas -una de pago y otra gratuita y de horario muy reducido- y decenas de iglesias, que decepcionan un poco, porque no tienen nada de especial y muchas de ellas, están incrustadas en los edificios colindantes, por lo que resaltan poco. También existen bellos edificios civiles.
Los precios de todo en Corfu -también de la comida y todas las bebidas alcohólicas sean de los grados que sean - son estratosféricos. El agua, mejor embotellada, porque sabe mal. La oficina de turismo funciona bien, aunque la chica, que nos tocó, eran tan guapa, como borde y desagradable.
¿Es Corfu una isla del tercer mundo? Si hubiéramos llegado desde España, diríamos que si. Pero, procediendo de Albania, la vamos a dejar en el segundo y medio.
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