Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

miércoles, 19 de junio de 2024

El ecologismo en los países nórdicos y Alemania

           Desde tiempos inmemoriales, los países nórdicos y Alemania han tenido fama de estar más preocupados por la ecología, que los del sur de Europa. En general, puede ser así, pero cuando mezclas ese sentimiento con el factor cultural, pueden darse resultados extraños que a nosotros, no nos convencen.

          -. Esa obsesión por el tranvía: es un medio, efectivamente, no contaminante, aunque molestamente ruidoso, -los nuevos, algo menos - y funcionan con una cierta estructura de cables, que afean la estética del lugar. Además, para el peatón, resulta un medio intimidatorio, psicológicamente y muy incómodo al andar, cruzando las numerosas vías.

          -. Sobresaturación de bicicletas. Sí. Está muy bien eso de ir a trabajar en bici, pero en muchos lugares -la mayoría -, este carril está sobre la acera, simplemente delimitado con una raya blanca. En ciudades planas -Bremen, Hamburgo, Gdanks...- se circula a mucha velocidad y con maniobras muy peligrosas, porque los ciclistas de todo el mundo tienen la facilidad de olvidarse -a veces, simultáneamente -, de las normas de tráfico. A eso, hay que añadir la irrupción de los malditos patinetes.

          Así las cosas, el que sale más penalizado es el caminante, al que se pone en riesgo, constantemente, siendo el que menos contamina, el menos agresivo y el más vulnerable.

          -. No darte el ticket de la compra, para ahorrar papel, que es muy típico, en Noruega: estaría muy bien, sino fuera porque en todos sus aeropuertos no hay un solo secador de manos eléctrico y sí dispensadores de gruesas servilletas tamaño casi de tabloide de papel no reciclado. La imagen de cubos llenos de este desperdicio resulta patético y preocupante.

          -. Reciclaje de botellas de plástico y latas varias. Lejos de quitar está práctica típica de los nórdicos, ahora se ha implementado en Alemania. Es un atraso, habiendo contenedores y una guarreria, porque te llenas de líquidos -sobre todo con las latas de cerveza y de refrescos-, cuando vas a canjearlas por dinero a las máquinas. Hay mendigos, que viven de esto, lo cual no sé, si es buena o mala nota.

          -. Los gilitapones, con ese añadido de plástico, que van unidos a la botella, una práctica que también se ha estrenado en España: resulta un sinsentido, porque para beber más cómodo o rellenarla de otra cosa, mucha gente lo arrancamos y ese micro plástico acaba en el suelo.

        Con esta entrada se pone punto final a nuestro tercer "interair": es altamente probable, que a primeros de julio comencemos nuestro undécimo viaje largo.

lunes, 17 de junio de 2024

Los aeropuertos nuevos de nuestro tercer "interair"

           Dieciocho días con sus diecisiete noches, ha durado este tercer "interair" europeo. De ellas, solo tres las hemos pasado en un hotel: dos en Gdansk -no seguidas- y una en Bremen. Doce, han transcurrido en aeropuertos: una en Madrid, dos en Billund, tres en Gdansk, dos en Stavanger, una en Hamburgo, otra en Málaga y dos en Burdeos. Una más dormimos en la estación de tren de Gdynia y la del sol de medianoche la pasamos en blanco, descansando por la mañana en el aeropuerto de Tromso.

          En total, hemos cogido diez vuelos -6 con Ryanair y 4 con Wizzair-, siguiendo este itinerario: Madrid -Billund -Gdanks -Stavanger -Gdanks -Tromso -Gdanks -Hamburgo -Malaga -Burdeos -Madrid. Cuatro aeropuertos nuevos, a sumar, a los ya casi ciento cincuenta, que conocemos y de los que os hablamos, dado que han sido nuestra casa durante algunos días.

          Stavanger: muy confortable, como todos los de Noruega. Muy tranquilo, buena temperatura, wifi estupendo y sofás para dormir, sin ser molestados. Abre durante las 24 horas y tiene un supermercado Rema 1000, a cincuenta minutos de paseo. Se puede ir al centro andando -solo un par de cortos tramos de carretera conllevan peligro -, aunque son catorce kilómetros .

          Tromso: actualmente está en obras, pero dispone de una plataforma lateral elevada, donde dormir a cualquier hora del día, salvo de 1:00 a 4:30, que cierra. Hay un Rema 1000 a unos veinte minutos y al centro solo cinco kilómetros, con una exigente subida y la correspondiente bajada.

          Hamburgo: aeropuerto muy sobrio y sin un solo guiño a la felicidad. Cierra de 1:00 a 4:00, pero te puedes quedar dentro de un pequeño reducto en la zona de llegadas. Te piden tarjeta de embarque para el día siguiente, pero luego, no te molestan más. Hay un supermercado Edeka en la propia terminal, mucho más caro, que Rewe. La mejor forma de ir al centro, es la línea S1 de cercanías.

          Burdeos; ¡Fantástico! Abre las 24 horas y no te molesta nadie, ni te piden nada. Hileras de sillas sin reposabrazos para tumbarte a cualquier hora. Hay un Aldi a tres cuartos de hora, caminando. Al centro son 11 kilómetros, siempre por acera, pero el tranvía sale muy barato.

          Decir, que apenas hemos tenido percances en los controles de seguridad y que tuvimos dos retrasos significativos: Tromso -Gdanks, una hora y Hamburgo -Malaga, cien minutos.

          Se nos olvidó en el post anterior, comentar algo más sobre los alemanes. La mayoría domina el inglés, pero son muy reticentes a usarlo, como diciendo::" tú a mí, me hablas en mi idioma". Muy desagradable, la verdad.

domingo, 16 de junio de 2024

Felices de recalar en Burdeos, porque no nos gusta nada el carácter de los alemanes

         Nos pasó  desapercibido, cuando organizábamos el viaje, pero al aterrizar en Hamburgo, nos dimos cuenta, de que llevábamos dos décadas sin visitar ni Alemania ni Francia. Es decir: hemos estado seis veces en India o más de diez, en Tailandia, desde que recalamos por última vez en el país teutón o en el de los gabachos.

          Proveniamos de los sosos países nórdicos y de la afable y dicharachera Polonia y al llegar a Alemania nos sentimos algo cohibidos e incómodos, sufriendo unas formas de ser y de actuar, que no van nada con las nuestras. Los alemanes son, en general, todo lo que los tópicos dicen de ellos: cabezabuque, rectos, exigentes, desconfiados, escasamente creativos, unidireccionales, malhumorados a la mínima... Tan solo se les pasa el enfado permanente, cuando acuden a esas numerosas ferias de mesas y bancos corridos, donde se desbordan a sus anchas los ríos de cerveza y las salchichas.

          La primera bronca, apenas habíamos pisado Hamburgo, nos la llevamos en el supermercado, cuando la cajera nos riñó por pagar una compra de 2,50€ con un billete de 50. A la señora de delante le había caído otra, por dejar un par de productos en la cinta, al no llegarle el dinero.

          Francamente y después de dos días y medio germánicos, nos sentimos muy aliviados al aterrizar en Burdeos. No volamos de forma directa desde Hamburgo, sino con escala en Málaga, al salir más barato.

          Los franceses son muy suyos y no lo esconden, pero el trato y la convivencia con ellos resulta más llevadera y apacible.

          Nosotros de Alemania, teníamos el recuerdo de un país confiado de sus propios ciudadanos, donde era muy sencillo colarse en el transporte público pero nadie lo hacía. Ahora y en los billetes pone bien claro y en grande -para que lo vean hasta los miopes y los tuertos-, la fecha y hora de validez del ticket. Y en las cajas de autopago de los supermercados han colocado un torniquete -tipo estación de cercanías -, donde si no pasas el QR correcto de la compra, no sales. No lo habíamos visto nunca.

          Desde el aeropuerto de Burdeos fuimos al centro en el barato tranvía (1,80€). Pero, la vuelta la hicimos andando. Son diez kilómetros, pero siempre hay acera. En Hamburgo hay un caro supermercado entre las dos terminales. Aquí, para llegar a un Aldi se debe caminar unos tres cuartos de hora. Por cierto, el super más recomendable en Germanía es el Rewe y en Francia optamos por el Lidl.

          Burdeos es una ciudad muy agradable, donde todo está traducido al español. Tiene un compacto y extraordinario casco histórico con su imponente catedral, el campanario, varias iglesias de relumbrón, calles elegantes de estilo parisino y sus atractivas puertas, además de su famosa plaza de la Bolsa.

Amistades peligrosas , en las fiestas de San Antonio de la Florida


 

Amistades peligrosas, en Madrid


 

Amistades peligrosas, en el parque 🛝 de la Bombilla 💡 de Madrid


 

Amistades peligrosas, en las fiestas de San Antonio de la Florida


 

viernes, 14 de junio de 2024

Bremen y Hamburgo

           Lo mejor para trasladarse desde el aeropuerto al centro de Hamburgo es el tren de cercanías -S en el código de transportes-, porque es rápido, cómodo y cuesta menos de cuatro euros. Aunque para un latino, el transporte público alemán siempre resulta complicado y puedes acabar, donde no quieres. Nos ocurrió hace 35 años, cuando éramos inexpertos y nos ha vuelto a pasar ahora, al abandonar el país.

          Habíamos decidido pasar medio día en Hamburgo y el otro medio en Bremen y a la jornada siguiente, hacerlo a la inversa. La razón no era otra, que a pesar de salir caro, el alojamiento resultaba menos gravoso en esta ciudad (50 euros, por 68). La habitación en nuestro piso turístico es muy discreta para ese precio y con el baño compartido. Pero, al menos, contamos con una cocina bien equipada para poder cenar caliente. 

          El tiempo fue empeorando paulatinamente, a lo largo de nuestra estancia en Alemania.

          Ambas ciudades son bastante chulas, aunque nos ha gustado más Bremen, con su bello casco histórico, con sus bonitas iglesias y sus calles elegantes y la barriada de Schnoor -antiguo barrio rojo- con su ambiente relajado y bohemio. El largo paseo junto al río resulta muy animado y al menos, la sábados por la mañana se llena de puestos, donde se vende de todo y donde se disfruta de actuaciones musicales.

          Hamburgo centra su actividad comercial, lúdica y de tránsito, en torno a las numerosas calles, que rodean a la enorme y vital plaza del ayuntamiento. Tiene hermosas iglesias, aquí y al otro lado de las estaciones, la de trenes y la de autobuses.

          Hay un par de canales en esta zona y el resto, se ubican en el área del puerto, una vez dejas atrás las impresionantes ruinas de la iglesia de San Nicolás.

          El barrio rojo de Saint Pauli ya no debe ser lo que era, pero siendo sábado por la tarde, estaba repleto de gente. En la calle central predominan los restaurantes y en las interiores la garitos de beber. Hay varios sex shops y tiendas eróticas y muchos pequeños hoteles, donde suponemos, trabajan las chicas. Una estrecha arteria, a la que no entramos -solo permiten el acceso a hombres y ya habíamos visto algo similar , en Amsterdam, en 1991-, es en la que se encuentran los escaparates con las prostitutas.

          Para movernos entre Hamburgo y Bremen utilizamos Flixbus, por poco más de 10 euros, ida y vuelta. Fuimos en bus y volvimos en tren, dado que está compañía opera varios recorridos a través de railes en el país.


jueves, 13 de junio de 2024

Este viaje está siendo la hostia

           En Tromso, como en septiembre pasado en Bergen, probamos los embutidos de ballena, alce y reno y nos causaron la misma sensación, que entonces : fortísimos de sabor y muy poco jugosos. ¡Así, que esotismos culinarios noruegos fuera!

          Volvimos por última vez -al menos de momento -, a Gdanks y como nos tiene algo saturados, decidimos pasar nuestro último día en Polonia, en la playa de Sopot. Es una vergüenza, que cobren por visitar su muelle de madera -el más grande del mundo -, pero en este país todo se cobra. Orinar en una estación -para que os hagáis una idea -, cuesta lo mismo , que dos litros de leche, en un súper.

          De todas formas, este viaje está siendo el -susodicho- producto lácteo o por aquello de ser más exaltados: la puta hostia. En los primeros diez días del mismo hemos vivido tres momentos super orgásmicos: el ascenso a primera, del Valladolid, en la capital de España; la decimoquinta del Madrid, en Stavanger y el maravilloso y ya descrito sol de medianoche.

          Aunque los mejores momentos de este periplo parecían ya haber sido vividos, aún nos quedaba la visita de tres ciudades europeas de relumbrón,: Hamburgo, Bremen y Burdeos. De ellas os hablamos en los próximos post, además del trato con alemanes y franceses, los aeropuertos nuevos del viaje y la forma de entender -inadecuada para nosotros -, la ecología en el norte de Europa.

sábado, 8 de junio de 2024

Concierto en Bremen


 

El sol de medianoche nos llenó de felicidad

           Aterrizamos en Tronso el día 4 de junio a las 22:50. Desde el aeropuerto y hasta el centro son cinco kilómetros, que pretendemos cubrir andando. El camino es seguro - por carriles peatonales y calles-, aunque a la ida Google Maps se vuelve loco y nos lleva por un sendero altamente rural e inverosímil, aunque bueno.

          Lo primero que nos topamos, al salir de la terminal es el mar azul y al fondo espectaculares montañas llenas de nieve.

          El horario del sol de medianoche, en Tronso es, aproximadamente, entre las diez de la noche y las dos de la madrugada. El astro rey permanece anclado en la línea del horizonte -como si le hubieran puesto una chincheta-, aunque se mueve hacia los lados. Su tonalidad es anaranjada y su circunferencia es pequeña y nítida.

          Hay un periodo -entre 23:45 y 0:30-, en el que se genera cierto crepúsculo y se encienden las luces de las calles, pero la luminosidad diurna es perfecta, aunque suave.

          En esos momentos se genera magia, con muchas personas haciendo fotos con una lumínica incomparable y un ambiente en los numerosos bares y pubs, que nos dice, que no estamos en Noruega . Mientras, las gaviotas -animal non grato-, aprovechan para desmenuzar con el pico y las patas las bolsas de basura en busca de alimento y lo dejan todo hecho un asco.

          Hay, que decir, que desde el puerto de Tromso y en el periodo crucial, no se ve el sol de medianoche, porque está en un valle rodeado de montañas nevadas 

          A partir de las dos de la madrugada todo termina y parecen las doce del mediodía, con un sol grande y difuso. Solo pasamos algo de frío en las manos y durante poco tiempo. Después de siete horas, regresamos al aeropuerto a las cinco de la mañana, media hora después, de que hubiera abierto. Nos tumbamos en unos sofás y nadie nos molestó, hasta que nos despertamos al mediodía.

          Tromso está en obras en su aeropuerto, en el entorno del Rema 1000 y en la propia ciudad.

          Sus principales atractivos son las dos catedrales -una de ellas, llamada ártica -, Polaria, el barco MS Polstjerna ,el Museo Polar, su calle principal y el maravilloso entorno del puerto.

          Después de levantarnos volvimos a la ciudad, pero ya nada era igual, ni siquiera parecido. Regresamos a Gdanks con retraso, por culpa de una huelga de los controladores polacos y nos percatamos, de que el sol de medianoche lo iba a tener hoy mucho más difícil, por culpa de las nubes.

Sol de medianoche: un plan de alto riesgo

           El plan estrella de este tercer "interair" era, acudir al espectáculo del sol de medianoche, en Tromso, donde no anochece desde el 20 de mayo de cada año, hasta el 22 de julio (paralelo 70). Pero este ansiado empeño, paso a ser, a la vez, el de mayor riesgo del viaje y con muy altas posibilidades de fracaso. Os vamos a explicar, por qué:

          -Vuelos difíciles de cuadrar. Queríamos pasar dos o tres noches, en el círculo polar ártico -la primera vez-, pero resultó imposible cuadrarlo, por la frecuencia de vuelos y por el distinto precio, segun el día, Wizzair vuela  a Tromso, desde Gdanks, martes, miércoles y sábados. Finalmente, solo pudimos encajar un plan de 23 horas en el destino, yendo el cuatro de junio y volviendo, el 5.

          Horario diabólico : el vuelo de ida, salía de Polonia a las 19 horas y llegaba a Noruega a las 21:50. Dado que volveríamos la jornada siguiente, a las 21, cualquier retraso nos impediría contemplar el sol de medianoche y regresar a Gdanks, hechos polvo.

          -Meteorologia: cagados íbamos, porque las previsiones eran muy malas, tan solo una semana antes de partir. Lluvia, viento y temperaturas bajas. Y nosotros, con solo una bala en la recámara.

          -Ropa: lo más de abrigo, que hemos traído es un jersey, porque para el resto de destinos se preveía tiempo primaveral.

          Para que generar suspense, innecesariamente. Todo ha salido de puta madre: el avión llegó puntual, con 15 grados de temperatura -al día siguiente, llegaron a 22-, ni una sola nube en el cielo y viento cero.

          Deciros, que nuestras expectativas se han visto altamente superadas y que hemos disfrutado de uno de los espectáculos más maravillosos de nuestras vidas.

viernes, 7 de junio de 2024

Stavanger y caminatas por los alrededores del aeropuerto

           Con absoluta puntualidad, partimos desde Gdanks y llegamos a Stavanger, a un aeropuerto algo pequeño, aunque no tanto, como el de Alesund. Resulta bastante confortable para el viajero, como pudimos comprobar las dos noches siguientes.

          Para llegar al centro de la ciudad, se deben combinar dos autobuses: el 42 y el 4 y se emplean unos cuarenta minutos, pero nosotros nos enrolamos, en una gran caraja y tardamos casi dos horas, a salto de mata ( o de bus en bus, a la desesperada).

          Pasado el amargo momento, nos encontramos con otro: la catedral está completamente tapada,por lo que nos quedamos sin verla (por dentro y por fuera). Para colmo, algo de frío, nuboso y con mucho aire.

         Después de pasear por su lago, remontamos y obtuvimos recompensa, visitando el puerto, enclavado en una soberbia bahía. A un lado, las maravillosas casas blancas de madera y al otro, el animado barrio cercano a la catedral , con calles de estilo nórdico, bares y restaurantes, un torreón y la famosa calle Holmegate con las casas pintadas de colores.

          Aquí, son menos muermos, que en otros lugares de Noruega. Era sábado y contemplamos tres escenarios activos. Dos con bandas musicales y uno con espectáculos para niños. Stavanger es una ciudad petrolera -pais noveno productor de crudo del mundo - y eso se nota en diversos lugares de esta urbe. 

          Era media tarde, cuando decidimos poner punto y final a la visita, pero como en esta época anochece a media noche, decidimos abordar la vuelta al aeropuerto, andando, tirando del GPS, porque si no, es imposible. Son 16 kilómetros y salvo dos tramos de medio, cada uno,se transita por carriles peatonales/bici.

          Gracias a ello descubrimos, que hay un Rema 1000, no muy lejos de la terminal aérea y un sendero para hacer una caminata al día siguiente.

          Se trata de unos diez kilómetros -ida y vuelta -, en los que se va bordeando el mar, aunque también se camina por zonas de vegetación salvaje. Atraviesa los pueblos de Ormen Lange y Austerheimvegen. Este último tiene preciosas esculturas modeladas en troncos de árboles y extraordinarias vistas marinas.

          El el aeropuerto -abierto las 24 horas- hay cómodos sofás para dormir, comida varía y gratuita sin empezar y ni una sola molestia.

🍬 Carameleria en Bremen


 

Plaza del ayuntamiento de Bremen


 

Una plaza de Bremen


 

Plaza del ayuntamiento de Hamburgo


 

Otra iglesia de Hamburgo


 

Iglesia de Hamburgo


 

jueves, 6 de junio de 2024

miércoles, 5 de junio de 2024

Sztutowo

           Después de las recientes visitas de Sopot, Gdynia, Malbork y Hel, ya solo nos quedaba descubrir el Museo de Sztutowo, para completar los alrededores, de Gdanks.

          Para llegar hasta allí, se debe tomar el autobús local 870, en la terminal, que se halla junto a la estación central de trenes. Tarda hora y cuarto y es algo caro para 50 kilómetros (20 zlotys).    

          Para empezar, decir, que no esperéis encontrar en Sztutowo, una copia literal, ni siquiera aproximada de Auschwitz. Primero, porque en este lugar murieron más de un millón de personas, por sesenta y cinco mil de Sztutowo.

          Pero es, que además, Auschwitz es un escenario real, donde se vive el sufrimiento y la tragedia que allí ocurrió, en directo y en tiempo real, mientras Sztutowo es una reconstrucción amable, de lo que pasó de ser un falso centro de readaptación para el trabajo -formacion para currar para la industria armamentística alemana-a un campo de exterminio en los tiempos finales.

          Desconozco, si la puerta y la alambrada de acceso son las originales -no encuentro la información, pero todo lo demás está reconstruido y se ve, que es moderno y no ha sufrido el gasto del uso, a pesar del horrible olor y calor, en el interior de los barracones.

          En la parte exterior se encuentran la casa del comandante, los pabellones de los vigilantes y los edificios administrativos. En el interior, varios barracones -incluido el de las mujeres -, con las camas -parecen compradas hoy-, los baños -de alicatado moderno- y los diferentes utensilios de la vida cotidiana.

          Todo el terreno está muy verde, debido al abundante césped y trasmite más paz, que angustia.

          Al final de este espacio, se encuentran la cámara de gas, el crematorio, las vías y los vagones donde trasportaban a los presos, una cruz y una estrella de seis puntas, además de un tosco y enorme monumento a las víctimas.

          Cerca de este lugar, se halla Stegna, una agradable localidad con muchas zonas verdes y una extraordinaria iglesia, donde el cura da la misa de espaldas.

Hel

           En diversos relatos de internet se asegura -en la oficina de turismo de Gdanks, también -, que no existe tren directo entre Gdanks y Hel, debiéndose hacer cambio, en Gdynia. Esa información es absolutamente falsa y la prueba es, que nosotros hemos llevado a cabo, in person, ese recorrido de forma directa.

          A ver. A nosotros Hel nos ha decepcionado un poco, pero tiene sus atractivos y sobre todo es muy apreciado por los polacos, que lo han convertido en un lugar de masas y es precisamente eso, lo que a nosotros no nos gusta, pero cada uno puede y tiene derecho a ir, donde le de la gana.

          Lo más afamado de Hel es su santuario de focas, que en realidad es, un acuario público. Tiene dos playas: la de las afueras es salvaje y bonita, aunque sin demasiadas olas. La del centro tampoco está mal, pero la han llenado de grandes y antiestéticas pasarelas de madera, que la afean.

          De camino a la primera, se pueden contemplar las fortificaciones y los búnkeres que sirvieron de entrenamiento a los soldados, durante la segunda guerra mundial. Son algo cutres . 

          Además, se puede visitar el faro, algo lejano y unas céntricas y curiosas esculturas alineadas formando un banco de quince metros de largo que consiguieron ganar un récord de los Güines.

          Pero, en Hel hay demasiados puestos y tenderetes de todo, con precios, que duplican o triplican a los del resto de Polonia, especialmente, en lo que se refiere a la comida.

          La ciudad está además, invadida de esos molestos, alargados, insípidos y modernos tuck tucks, que ahora están de moda en todas partes y que posibilitan, que los miles de culos gordos del lugar no tengan, que caminar a de diez metros seguidos. Si a ello añadimos, el caos y bullicio en la estación de trenes, de forma constante e incluso en dia de diario, el panorama es poco amistoso.

          En Hel, todo lo que se ve o se oye suena a rancio,a playa española de los años setenta o a albanesa de los primeros dos mil.

Los puñeteros días festivos de Polonia

           Y menos de un mes después de haber arribado a Billund por primera vez en nuestras vidas, volvimos a esta peculiar y pequeña ciudad danesa. No fue, porque nos hayamos enamorado del lugar o por una promesa. La razón resultó mucho más mundana: se trata de la forma más barata de llegar a Gdanks -centro de vuelos, a Noruega-, desde Madrid.

          Realmente, Billund, puede llegar a ser el paraíso terrenal para las familias con niños de corta edad. Pero, eso sí, hay que llevar la cartera bien llena de billetes. Y cuando esto digo, me refiero, a repleta.

          Todo cuesta un pastizal: la entrada del Legoland, los dos hoteles relacionados con el parque, las tirolinas, la pista de hielo, el parque acuático, el museo de los osos de peluche y el WoW Park (parque de los árboles).

          Además de respirar o de dar un paseo por el parque de las esculturas, solo hay una cosa, que resulta gratis, en Billund: las terrazas de la casa de LEGO, que representan diferentes escenarios temáticos de juegos, que a los críos -y a los no tanto -, les encantan 

          Bueno. Tampoco cuesta dinero, recorrer los distintos carriles bici/peatonales de los alrededores y por eso, nosotros los controlamos casi todos, después de dos visitas.

          Desde Billund, llegamos, a Gdanks y nos pusimos de morros. Teníamos la sospecha, de que el jueves iba a ser festivo, provocando un macro puente, al haber tratado de reservar hotel para ese día. Y, efectivamente, al consultar en internet, descubrimos, que en Polonia es sagrada la celebración del Corpus Cristi. ¡Menuda puñeta! Resulta que en Gdansk, vamos a estar seis días en dos periodos distintos y tres de ellos, coinciden con festivos (los otros dos, el 1 y el 3 de mayo pasados, fechas del día del trabajo y de la constitución).

          Y os preguntaréis, seguro: ¿por qué os molesta tanto, que haya días de descanso general? Tres son las razones poderosas, solo aplicables en el primer mundo: los precios de los alojamientos se disparan, el transporte interurbano reduce drásticamente su frecuencia -o desaparece - y debes comprar los alimentos y bebidas por duplicado en los supermercados, aumentando el peso del equipaje. Naturalmente, esto no te afecta, si comes en restaurantes y bebes en bares, pero desde hace mucho tiempo, ese no es nuestro caso.

La belleza de Tromso, a medianoche


 

Tromso, a medianoche


 

Catedral de Tromso, a medianoche


 

¡Es medianoche, en Tromso!


 

Bahía de Tromso, con sol 🫡 de medianoche


 

Sol 😎 de medianoche, en Tromso


 

lunes, 3 de junio de 2024

De Roma a Gijón. Y fin del noveno viaje largo

           Fiumicino y en la rebusca de año nuevo, nos entregó, como recompensa, unas hamburguesas de pescado del MacDonalds, unos bizcochos y unos palitos de pan, como única y agradecida cena. La verdad es, que dormimos genial, sin la música de Atenas y tirados en el suelo, alegremente. Lastima, que el vuelo a Asturias era muy tempranero y nos quitó las legañas de los ojos, abruptamente.

          Los controles fueron condescendientes y la puntualidad del vuelo, también. Es una sinvergonzonería, que ALSA cobre, nueve euros, por 45 kilómetros, entre el aeropuerto y Gijón. Pero nosotros, lo esquivamos y pagamos solo hasta Avilés, on line, la mitad de tarifa. ¡Quién roba a un ladrón...! ¡Y subidón!.

          Día agradable -medianamente lluvioso, en Gijón -, con mar baja y muchos surfistas y con la compra de las primeras cervezas baratas en meses.

          Todavía nos quedaban algunos cabreos y el principal fue, en la estación de trenes. Tras solicitar el abono gratuito de media distancia, no nos permitieron pagarlo con tarjeta, solo efectivo, por no sabemos, que causa. Y, mientras tanto a pobres jubilados indefensos y persistentes con su amabilidad, no les permiten pagar en efectivo -solo tarjeta -, alegando que la máquina de los trenes de cercanías no lo permite. Gente indefensa y ellos, sin ninguna empatía, pasando de todo.

          Con este artículo finalizan los 67 que han compuesto nuestro noveno viaje largo.

Desangelados Nochevieja y Año Nuevo

           Tocó entretener mucho tiempo y darnos a la cerveza y al vino en las largas horas de estancia en el aeropuerto griego, pero el vuelo para Bolonia, desde Atenas y en la tarde de Nochevieja, partió, tan puntual, como aterrizó. El aeropuerto italiano, que abre las 24 horas -de sillas rojas, como la propia ciudad -, resultó mucho más acogedor. Puedes dormir en el suelo, cosa, que hicimos, tras nuestra temprana cena de Nochevieja, consistente en patatas fritas de chili y lima -de un Carrefour abierto a deshora -, galletas, arad y vino, que acabó esparcido por el suelo por una mala maniobra. Frío moderado y Nochevieja sin petardos, aunque con algún pasajero, ligeramente, emocionado.

          Y llegó el Año Nuevo, sin víveres, aunque con alcohol, todavía. Todo cerrado. Nuestro objetivo - y no barato - es llegar con Flix Bus, desde Bolonia, a Roma Fiumicino. Viaje sin sobresaltos, pero lleno de incertidumbre. Primero, porque lo que nos vendieron, no era lo real: ni wifi, ni carga en el asiento, ni Flix Bus. Se trató de una subcontrata cutre de bus de estrechos asientos, donde no puedes ir a mear, más que en una parada, cercana a Bolonia, en un emporio de comidas y bebidas, reino de la usura. Además, al cándido conductor, le costó Dios y ayuda leer nuestros billetes.

          Viaje pesado, no más, que los jóvenes y maleducados pasajeros de atrás. Y, llegada con mucha incertidumbre, con numerosas paradas en las afueras de Roma, con averías incluidas y con un lento transcurrir, a Fiumicino, sin explicación alguna.

          Al llegar, nos sentimos aliviados, aunque hambrientos, porque no habíamos comido nada en todo el día. Menos mal, que hay mucha gente, que se desprende con alegría de sus víveres y bebidas, entre ellas una botella entera de 200 centilitros de ginebra Bombay Shapire.

domingo, 2 de junio de 2024

Recibimiento en el aeropuerto de Stavanger


 

Los cuatro alojamientos de Atenas

           En Atenas tuvimos cuatro alojamientos y no nos sentimos decepcionados -salvo el  último -, porque estábamos en Navidad y los precios tiraban al alza. 

          El primero, fue el Sparta, lugar decadente -como el barrio en general -, donde ya estuvimos en 2020. Al menos, la calefacción funcionó mejor, que el aire acondicionado de entonces. Los baños, seguían igual de asquerosos y además, necesitas tarjeta para dar la luz. El dinero, que se ahorran en electricidad no lo invierten en mantenimiento.

          El segundo fue una joya increíble y más, reservando el mismo día. Un apartamento en una zona residencial, con dos habitaciones, salón, cocina, wifi y calefacción, donde nos hicimos nuestra cenita y todo.

          El tercero estuvo muy bien, aunque pagamos 25€ y no 21 como en el anterior. Calorcito, baño propio y buen desayuno.

          El cuarto y por ser sábado -los precios se disparan como un cohete-, fue el propio aeropuerto de Atenas. El de Bali ha sido, el peor del viaje, indiscutiblemente. Obtiene la medalla de oro. El de Kuwait, consigue la de plata. Y Atenas, muy desagradable merece la medalla de bronce. Todos ellos en la categoría de hostilidad con el viajero.

          Ya habíamos dormido dos noches en 2020, de forma grata, porque fue en verano y en los bancos del exterior. Está vez y en el interior, dos carteles amenazantes rezan: "No se puede dormir tumbado en el suelo,ni tampoco, en las sillas" (es un decir, porque todos tienen reposabrazos). Para conciliar el sueño, no queda otra, que esforzados ejercicios de contorsionismo, además, de escuchar la insoportable música ambiental por la megafonía, que directamente, suben de volumen para molestarte y hacerte la estancia hostil.

En Atenas, tres años después

           Y, sin más novedad, llegamos a Atenas dejando atrás el sofocante calor de los dos últimos meses y medio, aunque tampoco ingresando, directamente, en el duro invierno. En la primera hora de estancia en Grecia, tuvimos, que enfrentarnos, a dos super gilipollas: el del control de pasaportes y el conductor del autobús al centro. Sus madres y parejas deben estar encantadas con ellos. Afortunadamente, la inercia no siguió y empezamos a disfrutar de la estancia.

          Pocas cosas han cambiado desde nuestra última visita a la ciudad, hace tres años y medio. Encontramos más turistas y viajeros, pero es que en aquella época y tras nuestra entrada, obligaron a presentar PCR negativo a todo el mundo y sus costes, frenaron el ingreso de muchos extranjeros. Tanto, que desde la mayoría de los restaurantes, nos suplicaban, que nos sentáramos a comer o beber algo.

          El alojamiento en esta ciudad, sigue sin ser demasiado caro, pero en estas fechas el problema es, que es casi imposible juntar dos fechas consecutivas en el mismo hotel, por lo que cada día hay que llevar a cabo un check in y un checkout, con las molestias, que conlleva.

          Nos ha sorprendido, la poca Navidad, que hay en Grecia y los escasos -y cutres- motivos, que vagamente, adornan sus plazas principales. En las calles, nada y en las tiendas, poca cosa. Cierto es, que los ortodoxos celebran la Navidad, el 7 de enero, pero teníamos entendido, que la iglesia griega si lo hace el 25 de diciembre. Seguiremos investigando.

          Grecia es, más o menos, el eslabón perdido entre el tercer y el primer mundo,por lo que no  nos ha costado casi nada adaptarnos, salvo por los precios. En cierta cosas -y no son pocas-, Malasia en concreto -no Tailandia, Vietnam o Indonesia -, es más evolucionada y menos salvaje, que la Hélade.

          Ha resultado más chocante, en apenas doce horas, haber pasado del aire acondicionado a tope, a la imprescindible calefacción. No nos quedaban apenas sitios nuevos, que visitar en la ciudad, aunque sí, el acceso a su colina, más elevada, la Licabeto, desde donde contemplas bonitas vistas, un campanario y una iglesia. No fuimos en el verano del 2020, debido al tremendo calor e hicimos bien, porque la sudada a finales de diciembre ha sido bestial.

          En Nochevieja, volaremos, a Bolonia. En Año Nuevo, Flix Bus a Roma. El día 2, Fiumicino- Asturias y Oviedo - Valladolid. La extrema movilidad durante las fiestas y el disparatado precio de los vuelos europeos nos ha deparado una vuelta diabólica y rocambolesca.

Iglesia en ruinas de Sola


Bahía de Ormen Lange


 

Esculturas en Austerheimvegen


 

Sendero marítimo y forestal de Ormen Lange y Austerheimvegen


 

Con Scoot, hacia Atenas

          Malasia  nos derritió hasta el último minuto y creo que dada la pequeñez y la austeridad de la habitación, aún no hemos sido capaces de estar contentos y asumir, que su aire acondicionado nos ha facilitado mucho la vida durante cuatro noches, en una ciudad, donde por naturaleza, el alojamiento económico es hostil 

          No perdimos el tiempo, ni siquiera el último día, en el que visitamos el bonito templo chino de Thean Hou. No viene en ninguna parte, ni en guías, ni en internet. Nos sirvió para compensarnos de la visita a la Mezquita Nacional de Malasia, del día anterior, fea de narices y de escaso gusto.

          No hubo problemas con los vuelos de Scoot. Obtuvimos las tarjetas de embarque con amabilidad y rapidez. Los controles si fueron algo más pesados. En Kuala Lumpur, liviano, el de la aduana y el habitual de equipajes más contundente, en el que me registraron a fondo, no se bien, en busca de que, aunque fueron amables.

          En Singapur, un control en la zona de tránsito y otro más exigente, en la propia puerta de acceso (cosa que cada vez, está más de moda en el mundo, para desgracia de los pasajeros). Allí había una cola tremenda, para coger agua de una fuente industrial. Al subirse a vuelos de bajo coste de duración tan larga, se hace necesario entrar con una botella vacía y llenarla para mitigar la sed del camino.

          El de hoy, se ha convertido en nuestro vuelo de bajo coste de más larga duración, 12 horas, cuatro más, que los trayectos, que en 2018, llevamos a cabo entre Kuala Lumpur y Gold Coast y entre Sidney y Singapur. Organizarnos nuestra alimentación a bordo no ha supuesto ningún problema. Más bien todo lo contrario, porque comes cuando te da la gana, duermes cuando quieres y no cuando te dicen. Y vas hidratado organizándote las bebidas tú mismo, porque en muchos vuelos de aerolíneas de bandera te regatean el café, la cerveza y hasta el agua.

          Estamos encantados, con que nos hayan cobrado ciento cincuenta euros por casi diez mil kilómetros de vuelo y más de que ni siquiera nos hayan entregado un mendrugo de pan. Es otra forma de hacer negocio: buena para ellos y mejor para nosotros, para tener acceso a más viajes transcontinentales y encima con puntualidad y cómodos asientos.