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viernes, 7 de junio de 2024

Stavanger y caminatas por los alrededores del aeropuerto

           Con absoluta puntualidad, partimos desde Gdanks y llegamos a Stavanger, a un aeropuerto algo pequeño, aunque no tanto, como el de Alesund. Resulta bastante confortable para el viajero, como pudimos comprobar las dos noches siguientes.

          Para llegar al centro de la ciudad, se deben combinar dos autobuses: el 42 y el 4 y se emplean unos cuarenta minutos, pero nosotros nos enrolamos, en una gran caraja y tardamos casi dos horas, a salto de mata ( o de bus en bus, a la desesperada).

          Pasado el amargo momento, nos encontramos con otro: la catedral está completamente tapada,por lo que nos quedamos sin verla (por dentro y por fuera). Para colmo, algo de frío, nuboso y con mucho aire.

         Después de pasear por su lago, remontamos y obtuvimos recompensa, visitando el puerto, enclavado en una soberbia bahía. A un lado, las maravillosas casas blancas de madera y al otro, el animado barrio cercano a la catedral , con calles de estilo nórdico, bares y restaurantes, un torreón y la famosa calle Holmegate con las casas pintadas de colores.

          Aquí, son menos muermos, que en otros lugares de Noruega. Era sábado y contemplamos tres escenarios activos. Dos con bandas musicales y uno con espectáculos para niños. Stavanger es una ciudad petrolera -pais noveno productor de crudo del mundo - y eso se nota en diversos lugares de esta urbe. 

          Era media tarde, cuando decidimos poner punto y final a la visita, pero como en esta época anochece a media noche, decidimos abordar la vuelta al aeropuerto, andando, tirando del GPS, porque si no, es imposible. Son 16 kilómetros y salvo dos tramos de medio, cada uno,se transita por carriles peatonales/bici.

          Gracias a ello descubrimos, que hay un Rema 1000, no muy lejos de la terminal aérea y un sendero para hacer una caminata al día siguiente.

          Se trata de unos diez kilómetros -ida y vuelta -, en los que se va bordeando el mar, aunque también se camina por zonas de vegetación salvaje. Atraviesa los pueblos de Ormen Lange y Austerheimvegen. Este último tiene preciosas esculturas modeladas en troncos de árboles y extraordinarias vistas marinas.

          El el aeropuerto -abierto las 24 horas- hay cómodos sofás para dormir, comida varía y gratuita sin empezar y ni una sola molestia.

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