En diversos relatos de internet se asegura -en la oficina de turismo de Gdanks, también -, que no existe tren directo entre Gdanks y Hel, debiéndose hacer cambio, en Gdynia. Esa información es absolutamente falsa y la prueba es, que nosotros hemos llevado a cabo, in person, ese recorrido de forma directa.
A ver. A nosotros Hel nos ha decepcionado un poco, pero tiene sus atractivos y sobre todo es muy apreciado por los polacos, que lo han convertido en un lugar de masas y es precisamente eso, lo que a nosotros no nos gusta, pero cada uno puede y tiene derecho a ir, donde le de la gana.
Lo más afamado de Hel es su santuario de focas, que en realidad es, un acuario público. Tiene dos playas: la de las afueras es salvaje y bonita, aunque sin demasiadas olas. La del centro tampoco está mal, pero la han llenado de grandes y antiestéticas pasarelas de madera, que la afean.
De camino a la primera, se pueden contemplar las fortificaciones y los búnkeres que sirvieron de entrenamiento a los soldados, durante la segunda guerra mundial. Son algo cutres .
Además, se puede visitar el faro, algo lejano y unas céntricas y curiosas esculturas alineadas formando un banco de quince metros de largo que consiguieron ganar un récord de los Güines.
Pero, en Hel hay demasiados puestos y tenderetes de todo, con precios, que duplican o triplican a los del resto de Polonia, especialmente, en lo que se refiere a la comida.
La ciudad está además, invadida de esos molestos, alargados, insípidos y modernos tuck tucks, que ahora están de moda en todas partes y que posibilitan, que los miles de culos gordos del lugar no tengan, que caminar a de diez metros seguidos. Si a ello añadimos, el caos y bullicio en la estación de trenes, de forma constante e incluso en dia de diario, el panorama es poco amistoso.
En Hel, todo lo que se ve o se oye suena a rancio,a playa española de los años setenta o a albanesa de los primeros dos mil.
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