Según un artículo, que publicó El País, el mismo día, que arribamos a Noja, este pueblo cántabro cuenta con 3.000 habitantes en invierno, que se transforman en 100.000, en verano. No obstante, salvo los domingos y festivos -los domingueros, especialmente las familias, causan muy molestos estragos -, resulta un lugar relativamente tranquilo en sus playas, calles, bares o restaurantes y caminatas cercanas.
Noja no es lugar, ni para jóvenes -salvo, los que van con sus padres-, ni para pobres. El sábado 11 de agosto y según Booking, la habitación más barata costaba 251 euros y distaba diez kilómetros del centro o de las playas, en un lugar alejado del mar. Como podéis entender y hasta cuándo pudimos - no hay demasiada animación nocturna, aunque os pueda sorprender-, pasamos la noche tomando algo y después, dormimos sobre la arena de Trengandin ,(nos picaron insectos desconocidos en las manos y los pies).
Noja se vértebra en torno a su enorme plaza principal -donde se ubica la oficina de turismo, de amplio horario -, aunque resulta enormemente dispersa y desigual, en cuanto a sus construcciones. Los veraneantes de más posibles y los de más edad, ocupan los no muy numerosos hoteles y los masivos apartamentos, mientras un público más popular, abarrota los numerosos campings cercanos. Su atractivo turístico principal es el bello palacio del Albaicin, con un cuidado jardín, plagado de creativas esculturas, mejor o peor elaboradas.
Además de sus dos espectaculares y bravías playas, Noja tiene unos cuantos senderos o circuitos para deleite de senderistas y paseantes, ninguno de excesiva dificultad. A unos diez kilómetros, se encuentra la localidad de Bareyo, desde donde parten otras cuantas rutas a pie, a lugares diversos. Por lo que estar una o dos semanas en la zona, si se dispone de músculo financiero, claro -los bares y restaurantes tienen precios imposibles, aunque no tanto, como en Menorca y hasta los supermercados son un 20% mas caros, que en Santander -, no resulta ningún disparate quedarse en la zona, durante una o dos semanas, sin faltar actividades.
Bajando desde la plaza principal, hacia el mar, se encuentra la impresionante y extensa playa de Trengandin. Hacia la derecha y si se va por la arena, se transita a través de las marismas y pequeñas dunas Victoria, durante largo rato, hasta que los recovecos del agua te impiden seguir. Si vas por fuera, siguiendo la carretera, se llega hasta un puente romano, después de dejar atrás un enorme parque y unos garitos vintage -no en el precio -, que funcionan por la noche con musicas ochenteras y con estética norteamericana de los cincuenta o sesenta.
Hacia la izquierda, se encuentra la inigualable y salvaje playa de Ris. Se puede llegar a ella, callejeando o mejor, por un sendero natural -treinta o cuarenta minutos de caminata, dependiendo de las paradas o del ritmo -, desde donde se contemplan escarpados y elevados acantilados agitados por las impetuosas olas y calas solitarias, a veces, cubiertas por la marea. No es un recorrido peligroso , ni esforzado, pero ojo los que vayáis con niños o perros.
Siguiendo el curso de la playa de Ris, se llega a las dunas -mas altas, que las otras- y a las marismas de Joyel, para acabar desembocando en el municipio de Soano. Con paciencia, se pueden contemplar decenas de especies de pájaros.
Es en esta zona, donde se ubican los tres campings principales: el Joyel -caro y pretencioso, no permite la acampada-, el más económico y modesto Suances y Los Molinos, que sin exagerar, parece una enorme y caótica ciudad abarrotada con todos los servicios imaginables, incluido karaoke.
Debemos decir, que este viaje superó por mucho nuestras expectativas iniciales. Pero, desde el minuto uno, tres cosas nos sorprendieron y nos hicieron pensar, como era posible, que aquí recalara tanto veraneante.
- Las playas, aunque bien adaptadas, no son lo que esperan la mayoría de los turistas de tipo medio.
-No existe paseo marítimo al uso, donde atiborrarse a calamares o cerveza, porque lo que se define, como tal, en la playa de Ris, parece más bien, un cutre carril bici.
-En general, la climatología no es la más adecuada para el tándem, vuelta y vuelta al sol y bañito. Llovió largo rato por intervalos y nosotros, apenas, nos quitamos el jersey. Por la noche, no había ni una sola ventana abierta en los edificios.
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