Somos amantes de músicas diversas, aunque no expertos y tal
vez, para un entendido, lo que voy a decir sea una auténtica barbaridad. Pero,
en Bulgaria, Georgia, Armenia, Macedonia y Turquía, tenemos la sensación de
venir escuchando los mismos ritmos: mucha percusión y voces contundentes, salvo
cuando la melodía –en menos ocasiones-, se torna en melancólica y se acerca más
a la música árabe. Hablaríamos de un género turco-griego-albano-macedonio-armenio,
que a nosotros nos encanta.
El conductor, que nos ha llevado
esta mañana, a Naum , se ha emocionado demasiado y ha puesto este tipo de
música, a todo trapo, algo infrecuente, en este periplo, que hoy llega a su día
32.
Naum es un
lugar agradable. Apenas hay pueblo, pero el transporte público, llega hasta
aquí, en este punto colindante con la frontera, de Albania. A diferencia, de
Ohrid, el lago aclara sus oscuras aguas –aquí se convierten en un color azul
turquesa-, las montañas disipan la neblina y el paisaje se tiñe de verde.
Una
pequeña, aunque cuidada y coqueta iglesia y un monasterio con varios edificios,
además de unos manantiales y un río, son sus interesantes atractivos. Los
religiosos no pierden el tiempo. Cobran el café de máquina, al triple que en
cualquier otro lugar. Y las habitaciones, que alquilan, a 74€ la doble, con
vistas a la montaña, se convierten en 126 €, con panorámica hacia el lago. No
sabemos -o no debe tener-, lo que cuestan las alcobas con vistas a nada.
Hasta ahora,
es este hecho, lo que nos ha resultado más extraño, después de dos días en este
tranquilo país y sin ir aún, a Skopje. Los macedonios son, casi tan amables
como los esmerados búlgaros, todo es más barato de lo esperado, los
supermercados están muy bien abastecidos y hay transporte público a cualquier
parte. La única nota discordante, fácil de repeler, son los pesados y agresivos
taxistas, que pululan por aquello lugares, por donde pueda haber algún guiri (y
eso, que en esta época del año, somos muy pocos).
En menos
medida inquieta, el exacerbado nacionalismo –típico de esta zona-, que nos hace
ver constantemente, en cualquier parte y situación, la bandera de Macedonia
(rojigualda, como la nuestra, pero más chula). Skopje tiene pinta de ser, la
ciudad del mundo con más estatuas por metro cuadrado y sería la de más vallas
oxidadas y retorcidas, tapando obras y otras carencias, sino estuviera en el
primer puesto, Tbilisi.
Podríamos
decir, que hay dos Skopjes distintas, en la actualidad. Una se articula en
torno al río, con el teatro nacional en una de sus riberas. Sería un entorno
más bello, si fuera peatonal, más ajardinado, sin obras perennes, zanjas y
escombros acumulados y nunca retirados. Al estilo de la cercana y antigua
estación de trenes, afectada por el terremoto de 1963 y nunca más rehecha. Su
reloj permanece parado a las cinco y diecisiete horas y su entorno, en un
estado sucio, lleno de cascotes y basura acumulada. ¡Lamentable!
Por el
contrario, cruzando el agradable puente de piedra, llegamos a Carsija, el
barrio histórico. Bonito, aunque de estructura desigual, con calles empedradas,
mezquitas, iglesias –conviviendo en armonía-, hammanes y un fuerte medio en
ruinas. Una calle ascendente, concentra la mayoría de los bares. Otras dos o
tres, constituyen el bazar, no muy animado. Tan sólo algunas tiendas de
recuerdos, donde curiosean los escasos turistas, que visitan la ciudad. Otros
establecimientos permanecen cerrados, no sabemos muy bien, si de forma
permanente o por ser el segundo día, del Eid Al Adha (celebrada fiesta
musulmana).
Es posible,
que una vez más y visitando los Balcanes, afortunadamente, nos vayamos sin
probar, el desaconsejable, borek
1 comentario:
Sin lugar a dudas, la mejor anécdota del viaje, nos la contaron, Romualdo y Patricio. Hace dos años, un 7 de octubre, conocieron a un ucraniano, con el que compartieron la tarde, en una ciudad, de Kazajistan. Esa misma fecha y un año después, volvieron a coincidir, esta vez, en Skopje, sin haber tenido contacto, desde entonces. No soy especialista en la ley de las probabilidades, pero me imagino, que te ocurra esto, es más improbable, a que te toque la lotería.
Este siete de octubre, lo pasaron con nosotros, en Yerevan. Todos permanecimos expectantes ese día, pero el ucraniano, esta vez, no apareció
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