Todas las fotos de esta entrada son, de Prizren (Kosovo)
Como suele ser nuestra costumbre –nos suele dar buenos
resultados, aunque inquietantes-, optamos por el plan de más riesgo: ir a
Jankovic y buscarnos allí la vida, para tratar de llegar, a Prizren. Por si las
moscas, nos avituallamos de comida y cerveza, adecuadamente. Por motivos
propios y ajenos, conseguimos que el día salga redondo –si no fuera por la
constante y demoledora lluvia- y acabamos cumpliendo nuestros objetivos, con
creces.
Salimos
algo tarde y a los diez minutos, nos hacen cambiar de autobús, por motivos
desconocidos, a un vehículo abarrotado y viejo. El cobrador corta nuestro
billete, sin mirar el destino. A las cuarenta y cinco minutos, nos vemos en la
frontera. ¿Dónde estará Jancovik?. ¿A este lado o al otro?
Como en
otras naciones ex -yugoslasvas, la tradición es apuntar el nombre y el número
de pasaporte en un listado, antes de cruzar la línea divisoria entre países. En
total, tardamos media hora, entre aduanas y control de policía (no hace falta
bajar del bus, dado que suben ellos). Para salir de Macedonia no ponen sello,
aunque sí para entrar, a Kosovo.
El paisaje,
que es muy montañoso y bello, nos acompaña durante bastantes kilómetros. Sin
saber donde está nuestro destino, ya hemos tomado la decisión de llegar a Prístina,
por la tercera parte de lo que cuesta el billete. Habíamos oído, que la capital
de Kosovo es un lugar horrible, pero quienes lo dijeron, se quedaron cortos. No
llevamos ni cinco minutos en la ciudad, cuando ya estamos valorando, seguir
camino hasta Prizren, al precio que sea.
Las dos
horas que permanecemos en la ciudad, las empleamos en transitar por sus
destartaladas calles, soportar el agresivo tráfico –a diferencia de Macedonia-,
lidiar con los maleducados modales de la gente –sobre todo, en materia de
aparcamiento- y en ir y volver al centro, que apenas presenta una calle peatonal
–en diferente estado de conservación, según los tramos-, un par de mezquitas,
una torre del reloj y muchos cables eléctricos exteriores, que interrumpen
cualquier contemplación o cualquier intento de fotografiarlos. Los hoteles
aquí, son escasos y tan sólo, para ciudadanos de posibles.
Vinimos a
Prístina, para encontrarnos con la historia reciente, pero apenas hallamos,
edificios al más puro estilo soviético, supermercados bien abastecidos, algún
dejado parque y tiendas de tipo occidental. Nada de enfrentamientos religiosos,
musulmanidad exacerbada, militares por todas partes, reyertas ksovo-serbias o
fuerzas de la KFOR (escasas, extremadamente meticulosas y apenas, vigilando un
par de iglesias, en Prizren).
La suerte
nos sigue acompañando. Retornamos a la estación y, cogemos un bus, casi al
vuelo, para Prizren. Esta ciudad son palabras mayores y maravillosas. ¡Procurad
descubrirla con calma!. Con su plaza principal, su puente de piedra, que divide
la ciudad, sus iglesias, sus mezquitas y sus bellas casas, además la fortaleza
en ruinas, desde donde se contemplan magníficas vistas. En algún edificio,
apenas se atisban algunos restos, de lo que parece metralla. Decenas de restaurantes,
bien montados, pero casi todos, vacíos. Y eso, que es sábado por la tarde.
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