Sólo hay que verlas, a las pobres, moviéndose irracionalmente y a
bandazos por la calle, con sus altos y puntiagudos tacones. Solemos, enjuiciar
el velo de las musulmanas, pero nunca, este endémico problema, que afecta en
muy buena parte, a las mujeres de muchos países del este de Europa.
Tras hacer
escala en la insulsa Vanadzor, llegamos a Gyumry. Una ciudad, a no tener en
cuenta, ni siquiera para ir de paso hacia otros lugares. Pero para nosotros, es
el camino más corto para tratar de visitar, las cuevas de Vardzia y
Akhaltsikhe, en Georgia y retornar, a Turquía.
Se percibe,
que nos vamos acercando a Georgia, por el deteriorado asfalto de calles y
calzadas, que se convierte en impracticable, cuando llega la puntual y estruendosa
tormenta de la tarde. Desde, que salimos de Yerevan y para nuestra desgracia,
no ha parado de llover. Llevamos cinco días, sin que se nos terminen de secar
los pies, nunca.
Los tres
hechos más destacados, que nos ocurren durante esta jornada son, que una avispa
se enrede entre mis dedos, mientras sujeto un bocadillo y esté, a punto de
picarme la lengua -¡¡uf, que mal suena eso!!- o de comérmela cruda; que nos
traten de engañar los taxistas y las muchas dificultades –que raro- para
encontrar un hotel económico
En el último, al que nos
acercamos y ya al anochecer, nos piden 25.000 drams por la habitación. Tras
declinar la oferta, nos la dejan, en 15000. Pedimos 12000. Al principio, sí,
pero luego, no. Nuestra irresponsabilidad nos hace emplearnos con una dureza,
que da sus frutos. Tras abandonar el establecimiento y andar un centenar de
metros, el director del hotel sale corriendo detrás de nosotros, como alma que
lleva el diablo. Una vez más e in extremis, la suerte vuelve a acompañarnos.
Aunque, sí es verdad, que la buscamos con ahínco. Como siempre, estamos jugando
con fuego y un día, nos vamos a quemar.
Como el
transporte directo, a Akhaltsikhe, es m muy caro, decidimos llegar solo hasta
la frontera –Bavra- y allí nos buscaremos la vida. Pinta mal: hace mucho frío, vamos
muy mal abrigados y nos va a tocar, andar unos seis kilómetros, hasta el más
pequeño y cercano pueblo georgiano. No llevamos, ni 200 metros andados, cuando
–afortunadamente- se detiene un coche, que nos lleva hasta Akhalkalaki, a toda
leche, por una carretera infernal.
La entrada
a Georgia, la hacemos, como si estuviéramos en un Mcaauto. Entregamos los
pasaportes por la ventanilla, sin salir del vehículo. Lo único, que hay que
bajarla, para que te hagan una foto y enseguida te los devuelven -sin kepchup
ni mostaza-, ya sellados.
Nos da pena
abandonar la apacible y agradable Armenia. Y, pereza, retornar a la bonita,,
Georgia, donde nos esperan personas cuadriculadas –sobre todo, a la hora de
preguntar-, el caos del tráfico, los precios más caros y la escasa oferta, con
que llenar la cesta de la compra.
No tenemos mucha esperanza -por
diversos motivos, mayormente económicos- en poder visitar las cuevas de Vardzia.
Pero, eso, ya os lo contaremos en otra entrada.
Por cierto, en el alojamiento de
hoy, hemos conseguido que nos rebajen, de 50 a 40 laris. Al principio, el dueño
se negó, porque pensó, que éramos franceses. Todo cambió, cuando supo, que
somos españoles. ¡Un rescate a pequeña escala, que se agradece mucho!.
Todas las fotos de esta entrada corresponden, a Gyumry (Armenia), menos esta última, que procede, de Akhalkalaki (Georgia)
1 comentario:
Con esta novena entrada, se completa la mitad de los 18 posts, que componen este viaje y que se seguirán publicando, durante los próximos días.
Saludos.
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