Todos las fotos de este post son de Tbilisi, menos la última, que es de la cercana, Mtskheta
En materia monumental y de extraordinarias vistas desde
sitios elevados, Tbilisi nos recompensa con mucho más de lo esperado. Es la
ventaja –prácticamente, la única- de viajar sin guía, sin información y tan
sólo con un poco detallado plano, que nos dieron en la oficina de turismo de
Kutaísi. La de aquí, no sabemos si ha cerrado o la han trasladado a otro
enigmático lugar. Los propios lugareños se debaten, entre ambas versiones.
Tbilisi es
una ciudad emerge-desemergente, que crece y se destruye a su propio ritmo y
antojo, como las flores y la maleza, en las eclosiones estacionales. Lo habitual
y en las dos zonas céntricas –donde nos alojamos y la oficial, cruzando el
río-, son las baldosas levantadas y esparcidas, las eternas vallas oxidadas y
retorcidas, protegiendo no se sabe qué, las aceras sin acera, las
recalcitrantes humedades, las iglesias en distinto estado de conservación y
mantenimiento y otras tantas cosas –como la ausencia de semáforos y educación
vial básica-, que desaniman al sufrido viajero. ¡No es muy recomendable para
aquellos, que vengan buscando paz!.
Rebuscando
con paciencia y esmero, se descubre el Tbilisi en expansión, en la zona
musulmana, donde reconstruyen la mezquita y los bonitos hamanes –que se
encuentran al lado de la magnifica fortaleza y un conjunto de iglesias, casi
iguales-, además del moderno y sorprendente puente de acero, que da cobertura a
un original parque, donde un enorme cilindro volcado y otro en construcción,
darán vida a algo, que nosotros no sabemos, que es.
En lo alto
del cerro, desde donde se contemplan estas magníficas vistas y otras, los
turistas nos asombramos y hacemos fotos, mientras las jóvenes parejas locales y
con espontánea timidez, al ver a alguien en sus dominios, se comen a besos o se
meten mano, hasta los higaditos
La
principal y ajetreada calle comercial, se llama Rustaveli. La paz no llega, ni
a las anchas aceras, mientras por la calzada, decenas de alocados conductores,
celebran con los cláxones, retratos de
su líder y banderas azules, en cuyo interior está el número 41, la victoria de
su partido, en las elecciones generales, de hace un par de días ¡Trabajo no le
va a faltar, al nuevo equipo de gobierno!. De momento y como asunto urgente,
dar a esta maravillosa ciudad, un aspecto más equilibrado y civilizado.
Las horas pasan, empieza a llover
y todo se complica, aún más.
Nuestros
planes posteriores pasan, por ir a Mtskheta y a Sihhnaghi. El primer lugar, nos
resulta maravilloso. La idea de acercarnos hasta el segundo, la abandonamos, en
plena estación de cacharros, de Tbilisi, al solicitarnos demasiado dinero o
mandarnos a otra terminal, a más de 10 kilómetros de distancia. Partiremos rumbo
a Yerevan, en tren.
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