Sofía (Bulgaria)
En el bellísimo monasterio de Panteleimon, de Ohrid, cuna
del maldito alfabeto cirílico, pone con claridad y contundencia, que está
prohibido hacer fotos en el interior y el ingreso en bikini o bañador.
Pero antes de llegar a Macedonia,
pasamos tres días en Bulgaria. El regreso a este país, supone el reencuentro
con la cerveza –después de una semana de abstinencia- y con una gastronomía más
variada.
La primera jornada transcurre en
la sensacional, Plovdiv, que tras su animada calle peatonal y plazas, esconde
un espléndido casco histórico, de callejuelas empedradas. La segunda la
agotamos en la algo decepcionante Veliko Tarnovo. Sus principales atractivos se
hallan dispersos, por una alargada e interminable calle, que acaba con la
paciencia de cualquiera, después de que la has recorrido entera, cuatro o cinco
veces. Estas 3 son de Veliko Tarnovo (Bulgaria)
Como contrapartida, disfrutamos
del mejor alojamiento del viaje, por tan sólo 15 €. Amplia habitación, con
cuidado baño, calefacción –que buena falta hace- y televisión por cable. En una
sola noche, se secó toda la ropa mojada, que veníamos arrastrando, a lo largo
de toda Turquía.
De nuevo en Sofía, la ciudad nos
recibe con cuatro o cinco grados menos, que hace un mes, con pocas novedades
que ofrecernos y con una mala noticia: no hay autobuses, a Pristina, ni a
ninguna otra parte de Kosovo, por lo que nuestra salida natural es, dirigirnos
a Ohrid, en Macedonia e ingresar en la nación kosovar, por Prizrem, abandonando
la idea de visitar la capital, que al margen de lo simbólico, tampoco debe de
ofrecer muchas cosas interesantes.
La frontera de Macedonia es más
tranquila, que la anterior, aunque no nos ponen sello de entrada en el
pasaporte, asunto que nos intranquiliza. El bus llega a Ohrid, a las 2:45 h de
la madrugada, con un intenso frío y rachas de aire helador. A diferencia de
cualquier país de África, no existe la cortesía de permitir la estancia en el
interior del vehículo, a los pasajeros, hasta que amanezca. Como es una ciudad
pequeña, no hay nada abierto, nos toca vagar por las bonitas y bien iluminadas
calles, durante horas. Los sitios algo guarecidos, parecen ratoneras, para nuestra
seguridad.
Nos cuesta encontrar alojamiento.
Hay muchísimos –en diverso estado de conservación- y están vacíos, pero no se
bajan del burro de sus tarifas. Cuando al fin, alguien lo hace, lo
recompensamos, cargándonos la vetusta cisterna de la habitación preparando una
escabechina acuática tremenda, junto con el naufragio de papel higiénico,
cascotes, siliconas…
Ohrid, recompensa con creces
nuestros esfuerzos y penurias. Tras sus empinadas cuestas y las magníficas
vistas del lago, se hallan conmovedoras iglesias, un anfiteatro, las ruinas de
una basílica, un fuerte, las empedradas calles del casco histórico y el
referido y maravilloso, monasterio de Panteleimon.
No hemos vuelto a ver, a la
pareja de australianos, que como únicos turistas, nos acompañaron en el autobús,
a Ohrid. Ella hablando a gran velocidad, no le dejó meter baza, en todo el
tiempo que aguantó despierta.
1 comentario:
Muy chula la foto de los paraguas!!
Saludos
Inés
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