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martes, 20 de noviembre de 2012

Aventuroso, Kosovo

                              Las dos primeras son, de Pristina (la segunda una foto) y el resto, de Prizren
            Kosovo está siendo una aventura. No por el riesgo que estamos asumiendo –el país es una balsa de aceite- o por la ausencia de infraestructuras para el viajero –transporte correcto y hoteles, más que eso-, sino por que esta última parte del viaje, se nos ha endiablado y nos ha obligado, constantemente, a cambiar de planes.

            Nuestra primera intención, era alcanzar Prístina desde Sofía. Ni una sola compañía de buses, ofrece el trayecto. Suponemos, que porque por el medio de ambas, se halla Serbia. Decidimos irnos a Ohrid y luego, a Skopje. En un principio, renunciamos a visitar Prístina y concentramos nuestros esfuerzos en la prometedora, Prizren.

Al llegar a la capital de Macedonia, una verrugona –con pelos canosos sobre la misma- y antipática chica de información de buses, nos indica, que a Prizren, sólo hay un autobús al día –en un horario muy poco conveniente- y a Prístina, ninguno. Confusión. No es, que haya cambio de estrategia. Simplemente, no hay planes. A todo esto, nos resulta imposible encontrar un mapa de Macedonia, que nos aclare las fronteras, con Kosovo. Raro, en un país tan nacionalista.

            Tras pasear, comer y desacelerarnos un poco, decidimos volver a la estación, a ver si hay más suerte y nos toca otra persona (con o sin verruga, que eso, igual nos da). Ahora sí, tenemos más suerte y resulta, que sí existen buses a Prístina y no pocos. Otra opción y como novedad, es ir a Jankovic, en la frontera y esperar que haya buses a Prizren. Pero nadie sabe darnos una respuesta sobre el asunto.

            Tras las nuevas averiguaciones, barajamos dos posibilidades. Conformarnos con visitar la insulsa capital kosovar o probar suerte y tratar de ver, si desde la frontera, podemos llegar, a Prizren, de alguna manera. La almohada deberá ayudarnos a tomar una decisión, con tantas dudas.

Aunque, varios acontecimientos nocturnos interfieren en nuestra comunicación con ella: la alta música de un local de los alrededores, los gritos y aporreamiento de la puerta de una habitación cercana, de una chica desesperada y llorosa y los puntuales y cantarines muecines de las mezquitas. ¡Malditos, ellos!.

Todo había sido mucho más fácil, si desde el principio –como ocurrirá al día siguiente-, hubiéramos deducido, atando cabos, que todo autobús, con dirección a Prizren y aunque Google Maps diga lo contrario, para por Pristina (o al menos, por sus inmediaciones).

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