En ambos casos, Batumi (Georgia)
Cuando a la gastronomía de Georgia nos referimos, sólo hay
dos palabras: deliciosa y asquerosa. No existe término medio. Los primeros días
de estancia en el país, el viajero de exiguo presupuesto se verá desorientado.
Todo a lo que él puede acceder, son masas que en su interior, tienen diversas
sorpresas, no siempre agradables: desde apetitoso y especiado queso, tipo feta
o más curado –khachapuri- hasta patata, salchicha, puré de alubias, paté de “yo
que sé”… o cremas dulces. Para amortiguar altamente los riesgos, recomiendo
decantarse, siempre, por las masas horneadas, mejor que por las fritas.
Estas
últimas, además de fuertes y grasientas, dan muchas angustias al estómago,
durante más horas de las deseables, a lo largo de la tarde. Con el tiempo, vas
descubriendo que de vez en cuando, te puedes permitir excelentes pizzas
vegetales, algún que otro kebab al estilo de la tierra y los típicos raviolis
con ccane de la cocina georgiana (khinkali). Igualmente, deben ser genuinas las
berenjenas rellenas de carne picada y avellanas (badrijani). Pero después de
cuatro días en Georgia, aún no las hemos visto en ningún sitio.
En este
país, peor se presenta el tema del alojamiento. Pocos hoteles y, casi siempre,
caros (aunque, normalmente, bastante adecuados. No es la primera noche, que
hemos tenido la sensación, de que íbamos a pasarla en la calle. Por el momento
y después de mucho esfuerzo, hemos conseguido habitaciones interesantes,
después de habernos permitido regatear. Tres hoteles distintos y el mismo
precio final: 50 laris (23.75 €) la doble, en Batumi, Kutaísi y Borjomi.
Nuestras
primeras horas de desconcierto georgiano, transcurrieron en la fronteriza y ya
mencionada, Batumi. En unas zonas, la ciudad es decadente, mientras que en
otras, absolutamente, emergente. La primera, segunda y tercera impresión, que
nos llevamos, es que los georgianos son buena gente, aunque fríos, como
témpanos. No hablan una sola palabra de inglés y se transforman cuando se ponen
al volante. Entonces, se convierten en seres arrogantes, maleducados y
agresivos.
Kutaísi,
es, hasta el momento, lo mejor del viaje: un encantador y cuidado casco
histórico y bonitos monasterios limítrofes, como Gelati –accesible en
transporte públcio- y Motsameta.
En Kutaisi, compartimos unas
horas con Romualdo y Patricio, al encontrarlos en lo alto de la escalera de una
iglesia. Son gente afable y de mundo, que nos han metido el gusanillo en el
cuerpo, de visitar Asia Central (las repúblicas que terminan en “tan”), a
cambio de haberles inducido, a conocer destinos como Senegal, Sri Lanka, África
en general o India. Con este último país, tuvo Patricio una mala experiencia,
que aún recuerda y, probablemente, no ha superado. Iba para un mes. Pero tras
visitar Delhi y Jaipur, cayó gravemente enfermo y decidió volver, antes de
consentir, ser ingresado en un hospital de India.
Romualdo es
un apasionado del pueblo judío, reconociendo todas sus virtudes, así como todos
sus errores. Ello lo convierte, en una persona cabal, sobre el tema del largo
conflicto de Israel, con el pueblo árabe. Nos hubiera gustado viajar con ellos,
pero nuestros intereses resultan, ser distintos (más que en destinos, que son
casi los mismos, en el orden de llevarlos a cabo).
Al día
siguiente, partimos para Borjomi, a disfrutar de sus paisajes, su fresquito y
su tranquilidad. Y, ua jornada después, para Gori, lugar donde nació Stalin.
Nos encanta su fortaleza en ruinas, su moderno Hall Public y la calle donde se
ubican sus edificios civiles, de tipo soviético, pero remozados y agradables.
1 comentario:
Acabo de descubrirlo y me parece un blog extraordinario.
Gracias.
Pepa.
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