Y poco a poco, fueron aflorando en mi mente, los recuerdos de los últimos días de viaje: el encontronazo con unos maderos en el aeropuerto de Delhi; las mil quinientas rupias o dieciséis euros -pasó de verdad, no fue un sueño -, que nos pidieron en el cutre y minúsculo duty free de Ahmedabad por una lata de 🍺 cerveza de medio litro; los helados de leche de camella o azafrán iraní del zoco del oro de Dubái; los bombones del aeropuerto de Abu Dhabi; el aperol y el limoncello, encontrados en Fiumicino, que consumimos gratamente, mientras escribo esto...
Haya hueco en esta entrada para narrar las últimas sensaciones del viaje.
-DOLOR: unos intensos y persistentes pinchazos en el abdomen me llegaron a asustar, en nuestro primer día en Chipre. Después de un par de horas y tal, como vinieron, fueron desapareciendo, el lo que fue el único dolor físico de este undécimo periplo largo.
-BALSAMO: después de un par de noches de aeropuerto, en Abu Dhabi y Lárnaca y antes de otras dos, en Roma, el hotel chipriota -el más caro de todo el viaje-, resultó ser un fantastico y anhelado elixir, que nos sacó durante casi un día del estresante -aunque, emocionante- dilatado retorno (cinco vuelos, por los siete de la ida)
-OLOR A PESCADO Y MARISCOS FRESCOS: la intensa y persistente fragancia que nos habia acompañado en India, casi por dos meses y consistente, básicamente, en tufo a patatas, garbanzos y chapatis quemados, fue sustituida en Chipre por el incomparable olor a mariscos y pescados frescos de los restaurantes junto al mar, en Lárnaca. Lastima que el presupuesto solo diera para el omnipresente desayuno inglés, que por seis euros te llena a base de huevos, bacon, salchichas y alubias.
-CAOS DEL AEROPUERTO DE LÁRNACA: el embarque más insufrible, estresante y agónico, que hayamos padecido en casi trescientos vuelos. Hora y media después de dar la vuelta a seis largas filas para mostrar el billete y otras tantas para el pasaporte - no entendemos el motivo, porque Chipre e Italia son Unión Europea- y para el control de equipajes. Y para colmo, delante nos tocó una familia estúpida y mal educada.
-EL FRESCO: porque al llegar a Roma y después de mucho tiempo, disfrutamos de esa agradable sensación proporcionada por la transpirable brisa.
-FRIO: el fresco se transformó en tal, durante la última noche en Fiumicino y lo pasamos mal, rechinando los dientes, sin jersey y en pantalones cortos.
-LAS PANTALLAS: criticamos a jóvenes y adolescentes, por estar todo el día mirándolas, pero los adultos y en los aeropuertos, tampoco tienen otra forma de entretenerse. Acabar encontrando sitio para cargar el móvil termina siendo más valioso, que una medalla olímpica o hallar un trabajo digno.
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